Serenadas por el momento las cacerolas balconeras, las juntadas anticuarentena en el Obelisco y las manifestaciones en apoyo de los sospechosos dueños de Vicentin, en la última semana el presidente Alberto Fernández sufrió por algunos ataques públicos del “fuego amigo” y la presión de una sociedad porteña y del conurbano bonaerense que se encuentra cansada al cumplirse cuatro meses de aislamiento obligatorio por la pandemia de coronavirus.

Junto a Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta –más algunos gobernadores a la distancia-, el Presidente tuvo que brindar este viernes el anuncio de una reapertura escalonada de  comercios, industrias y actividades al aire libre en la zona AMBA, pese a que en la semana que pasó hubo días en los que se superaron los 4.000 contagios de Covid-19 y países vecinos –como Brasil, Bolivia y Chile-, están viviendo una explosión de casos.

Esta crítica de sectores propios, o “fuego amigo” –aunque el Presidente rechaza llamarlo así-, llega en un momento inoportuno. Con la pandemia colmando las salas de terapia intensiva, cuando los infectados superan los 4.000 diarios, con menos fondos del Estado para ayudar a los sectores más afectados por la cuarentena y el cansancio después de cuatro meses de aislamiento social.

Este intento por “volver a la vida habitual en este nuevo mundo” es la respuesta obligada al cansancio de una sociedad que ya está empezando a olvidar las vidas –muchas- salvadas por la cuarentena que anticipadamente se lanzó el 20 de marzo en el país, y que reclama lo imposible: salir de casa, abrir comercios, recuperar la vida habitual pero sin contagiarse ni morirse por el coronavirus.

No es necesario mirar el desastre que es el Brasil de Jair Bolsonaro para agradecer la cuarentena temprana, países señalados como ejemplo por la lucha contra el virus, como Israel y Corea del Sur, están dando marcha atrás con las aperturas y vuelven a tomar medidas de aislamiento social frente a fuertes rebrotes de contagios.

 

¿En agosto, con los números de contagios y muertos en las manos, se deberá dar marcha atrás con esta apertura en la Argentina? En dos semanas se tendrá la respuesta.

Las encuestas marcan que el gran apoyo que tuvo Alberto Fernández por el manejo de la pandemia está resquebrajándose, situación que ha ido de la mano con una ofensiva furiosa de la oposición tanto política como mediática. Esta nueva realidad muestra que el rol de componedor que asumió Alberto entró en una suerte de zona peligrosa.

Pese a la moderación de muchas de las medidas que ha tomado el gobierno nacional, la respuesta opositora se ha vuelto brutal. Y pese a que Alberto diferencia “entre la oposición que gobierna y la de Twitter”, desde algunos sectores del Frente de Todos le están enviando al Presidente mensajes públicos sobre la inconveniencia de esta actitud “centrista”.

Por más que el periodismo opositor intente establecer escenarios de ruptura en el frente gobernante, lejos está de ocurrir eso, pero sí varias declaraciones han puesto en evidencia cosas que se discuten en el interior del oficialismo.

Tanto que el Presidente salió a contestar acusaciones que partieron de Hebe de Bonafini y el periodista Víctor Hugo Morales, sobre la relación con el establishment y la visión sobre Venezuela.

“No hay fuego amigo, hay gente que dentro del espacio tiene miradas propias y está bien”, dijo Alberto en un reportaje que publicó ayer el diario Página/12.

Otras definiciones que dejó sobre el tema:

 -“El que se enoja con mi diálogo que se desenoje solo porque no voy a dejar de dialogar”.

-“Sé quiénes me votaron, qué intereses represento y qué país quiero”.

-“El problema es que nos hagan creer que eso hace imposible nuestra convivencia. Cuando nos convencieron de eso ganó Mauricio Macri (…) Tratan de dividirnos y no debemos caer en esa trampa”.

-“La opinión de Cristina es muy importante en la política argentina, muy valiosa y muy respetable. Uno tiene que tener en claro por qué llegó”.

Esta última es una respuesta clara a aquellos que critican que Cristina Kirchner tenga participación en las decisiones de gobierno, por más que la última palabra siempre la tenga el Presidente.

Algunos simulan no entender que una gran parte de los votos que llevaron a Alberto a la Casa Rosada partieron de quienes quieren que Cristina participe en la toma de decisiones. Que Cristina participe es una parte fundante del Frente de Todos, que se unió al “centrismo” de Alberto y Massa. Y este debate interno va a ser permanente dentro del oficialismo.

Algunos dentro del oficialismo –y no solo los kirchneristas-, le marcan a Alberto que en esta etapa se ha convertido en un error hablar y dar entrevistas a todos los medios, incluso a aquellos que luego lo critican severamente por una respuesta que no les gustó. “Hay periodistas claramente opositores que le reiteran preguntas muy duras y que, cuando Alberto les responde en el mismo tono, denuncian que los atacan y que está en juego la libertad de expresión. Es una trampa en la que el Presidente no puede caer más”, señalaba un hombre cercano a Casa Rosada. Esta situación, entienden algunos, suma a la ofensiva opositora.

En este clima complejo, Alberto está planificando y poniendo en marcha el plan post pandemia. Cómo recuperar el aparato productivo y la economía que saldrá duramente golpeada por esta crisis, es el tema central de cara al 2021, ya que el 2020 se irá yendo simplemente evitando mayores daños a la nave.

“Sé quiénes me votaron, qué intereses represento y qué país quiero”, asegura el Presidente. Un destino al que deberá llegar en medio de una crisis sanitaria y económica mundial, una oposición furiosa y las críticas internas. Nada fácil, por supuesto.

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