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El burnout ya no es solo un término de moda: es una realidad que afecta cada vez más a profesionales jóvenes, con impacto directo en la salud. El corazón, órgano vital y sensible al estrés, es uno de los primeros en sufrir las consecuencias de un estilo de vida acelerado.
Para entender mejor cómo prevenir y detectar a tiempo los riesgos, conversamos con el Dr. Oscar Méndiz (MN. 73900), referente internacional en cardiología intervencionista y actual Jefe del Departamento de Cardiología Intervencionista del Hospital Universitario Fundación Favaloro.
—¿Cómo se relacionan el estrés crónico y el burnout con las enfermedades cardiovasculares?
—El estrés sostenido en el tiempo aumenta el riesgo de infartos, ACV y arritmias. Esto pasa porque libera hormonas como el cortisol, que elevan la presión arterial y generan inflamación en las arterias. En paralelo, facilita la formación de coágulos y altera el ritmo cardíaco. Todo esto acelera el desgaste del corazón y de los vasos sanguíneos.
—¿Por qué quienes trabajan muchas horas son más vulnerables?
—Porque se exponen más tiempo a esa combinación de tensión, falta de descanso y malas condiciones de trabajo. Eso no solo afecta la mente, también se traduce en un desgaste físico que termina golpeando al corazón.
—En el caso de las mujeres jóvenes, ¿qué riesgos suelen subestimarse?
—Se cree que a esa edad “no hay problemas cardíacos”, pero no es así. El tabaquismo, el vapeo, el consumo de estimulantes, la obesidad o la hipertensión pueden estar presentes desde temprano. En las mujeres, muchas veces se suma el hábito de fumar para controlar el peso, lo cual a largo plazo impacta con fuerza cuando la protección hormonal disminuye.
—¿Qué señales tempranas deberíamos tener en cuenta?
—Dormir poco, no comer bien, no tener tiempo para la vida social o no hacerse controles son señales de alerta. Son pequeños hábitos que, mantenidos en el tiempo, se transforman en riesgos reales.
—¿Qué ayuda realmente a proteger el corazón frente al estrés?
—Dormir al menos siete horas, hacer actividad física regular, mantener una alimentación sana —evitando ultraprocesados y exceso de sal—, y darse tiempo para hacer algo que nos guste. El corazón también necesita esos espacios de recreo.
—¿Por qué los chequeos médicos son clave, sobre todo en mujeres?
—Porque permiten detectar a tiempo lo que muchas veces se esconde. En la edad fértil es raro ver enfermedad coronaria, pero si se fuma o descuidan otros factores de riesgo, al perder la protección hormonal los problemas aparecen con fuerza.
—¿Qué pasa con hábitos como el sedentarismo o la mala alimentación?
—Generan un estado inflamatorio en el cuerpo: sube la presión, aumenta la grasa abdominal, se favorece la resistencia a la insulina. Hoy tenemos una epidemia de obesidad en niños y jóvenes, y eso se traduce en problemas cardiovasculares a mediano plazo.
—¿Qué estrategias prácticas recomienda para quienes sienten que están al límite?
—Las más simples: no fumar, conocer antecedentes familiares, moverse, descansar bien y hacerse controles. No hace falta vivir en el médico ni gastar una fortuna, se trata de hábitos básicos que cambian la historia.
—¿El burnout afecta distinto a hombres y mujeres?
—No siempre está claro, pero sí existe un cuadro llamado “síndrome del corazón roto”: una especie de infarto sin enfermedad coronaria, que aparece en situaciones de estrés extremo como la pérdida de un ser querido o de un trabajo. Lo vemos con más frecuencia en mujeres.
—¿Cuál es su mensaje final para los jóvenes profesionales?
—Que prevenir es mejor que curar. La enfermedad cardiovascular sigue siendo la principal causa de muerte en Occidente. Lo que hagan hoy para cuidar su corazón también protege su cerebro y su calidad de vida futura. Somos muy buenos resolviendo emergencias, pero lo mejor es no tener que llegar a ellas.
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