“Ya no viene nadie a visitarme”, explica María Raquel, una mujer de 86 años que vive sobre la avenida Jujuy, en el barrio Güemes de la capital de Santa Cruz. Anoche, su nieto salió a hacer las compras y pasó por la farmacia para llevarle un remedio. “Tenía un poco de tos. Tengo que decirles que me estoy muriendo para que vengan“, se queja.

La breve charla que más tarde se convierte en entrevista, se da en la puerta de su casa, respetando el protocolo de dos metros de distancia y en tono elevado, casi a los gritos, por una sordera que acarrea desde hace años.

El aroma al pan recién horneado. FOTO: Carola Borquez

Tres semanas atrás, Raquel cocinaba de más y repetía “yo hice la comida. Si vienen bien y sino también” y siempre aparecía alguno. El bisnieto, el hijo, la nuera, o quien sea que pasara cerca del horario del almuerzo llegaba con las manos vacías y se iba con un tupper o una fuente llena de comida casera, recién horneada.

Foto. Carola Borquez

“La rutina es lo que más afecta a los abuelos”, explica a La Opinión Austral el psicólogo Fabio Lacolla que, desde el día uno de la cuarentena, cerró la puerta de su consultorio y habilitó el diván virtual. “Una vez que acomodaste los papeles, el placard y viste las 4 series pendientes, se van acabando los planes y empiezan los problemas”.

Apoyada sobre la puerta de su casa color púrpura, la abuela reniega repetidamente por la ausencia de sus familiares hasta que aparece su nieto. “Ah ¿te acordaste de que existo?”, interpela con mirada inquisidora y reprocha: ¡Qué milagro! La abuela se puede morir que nadie la llama ni para saber cómo está!”.

Leer es uno de sus pasatiempos preferidos. Libros, revistas o diarios. FOTO: Carola Borquez

Para Lacolla, la de María es “una reacción muy común porque a los adultos mayores “les cuesta entender porque tienen su microclima, su pertenencia y su rutina”.

 

 

 

Hace 50 años, al igual que muchos vecinos, María llegó a Río Gallegos en busca de prosperidad. Trabajó en comercios, hoteles y restaurantes, hasta que por fin alcanzó la estabilidad económica. Más tarde, conoció al padre de sus hijos y con denodado esfuerzo construyó el hogar en el que vive hasta hoy.

El tiempo pasó, la familia creció, llegaron los nietos y más tarde los bisnietos. Hasta hace pocas semanas, la vida transcurría con cierta normalidad. El asado, los domingos; los martes, a la carnicería; los 20 de cada mes, a cobrar al banco; los jueves, el té en lo de Teresa; a las 5, la novela y, de vez en cuando, algún que otro velorio.

Los mejores días siempre fueron en familia. FOTO: Carola Borquez

“En la vejez, la rutina es lo que te alarga la vida y cuando algo se corta, sentís que estás más cerca de la muerte. Todo lo que sale de la rutina es una sensación de que se acabó”, explica el psicólogo.

 

Otra mirada

Para el gerontólogo Diego Bernardino, la clave para que los adultos mayores salgan airosos del confinamiento está en no alterar significativamente los hábitos dentro del hogar.  “Cuando estamos metidos en nuestras casas, los ritmos se alteran: comemos a cualquier hora, nos levantamos mas tarde, nos movemos menos“, explica y asegura que lo mejor es mantener una agenda diaria con una rutina de actividades. “Respetar los horarios del almuerzo, medicaciones, armar agendas de comunicación y usar el teléfono”.

Diego Bernardini, gerontólogo

“Que los llamen, que los escuchen, que les cuenten sus preocupaciones, miedos y angustias”, sugiere el especialista para calmar la lógica ansiedad que provoca el síndrome de la mesa vacía, a lo cual se suma la pérdida de una de los eventos más esperados por los abuelos: ir al banco a cobrar la jubilación. “Es casi una actividad social. Ellos saben que ese día tiene que salir y caminar más de lo habitual. Ese es el momento en el que aprovechan para socializar en las colas”.

El teléfono de Raquel suena todo el día. Desde siempre, tiene una vida social muy activa. FOTO: Carola Borquez

La pava sobre la estufa y la vieja costumbre de compartir

Muy a su pesar, María y su nieto se despiden sin besos ni abrazos. Pero antes, ella entra a la casa, camina hacia la cocina y vuelve con una fuente repleta de tortas fritas recién preparadas. El aroma se apodera de la esquina.

Otra vieja costumbre ya no tan vigente es aquella que consiste en dejar la pava con agua caliente encima del calefactor, o la de cocinar en cantidades industriales sólo “por si alguien llega”. Quienes corren con cierta ventaja, son aquellos abuelos que forman parte de una numerosa familia y reciben visitas con mayor frecuencia. “La salud mental depende en gran parte de qué red de contención tenga cada persona”, aclara el psicólogo.

 

 

 

 

La frustración aparece con el paso del tiempo y, al parecer, la historia de la cuarentena general tiene para rato. Para evitar la angustia, Lacolla recomienda “darles información que pueda ser comprendida, acompañar, contener” y es justamente en ese plano que “aquellos con familias numerosas cuentan con ventaja”.

 

 

 

 

En las últimas semanas, la soledad se transformó en uno de los temas de mayor preocupación para los familiares. ” Durante el aislamiento, es más frecuente que las personas entren en una situación de depresión. Por eso, es importante recordarles que ellos en sus vidas pasaron momentos muchos más difíciles que estos y los han superado”.

 

Consejos: cómo administrar la visita al médico y la ‘siestita’

 

“Lo primero que debemos intentar es hacerles entender que, a menos que sean situaciones muy puntuales que revistan gravedad, no es necesario ir al médico”, explica Bernardino.

 

 

 

 

Una costumbre difícil de cambiar es la de la siesta. Las personas mayores necesitan menos tiempo para descansar y tienen un sueño superficial. “Me han llamado familiares diciendo ‘papá se duerme a la 1 de la mañana. Puede ser contraproducente pasar tantas horas en un sofá porque la ‘siestita’ repentina desfasa el descanso nocturno.  Si esa persona duerme unos minutos en el sillón va a hacer que atrase el horario por la noche”.

 

Me han llamado familiares diciendo ‘papá se duerme a la 1 de la mañana

 

El estigma social

En este momento, son muchos los familiares que, al notar resistencia por parte de adultos mayores, prefieren callar y evitar posibles conflictos. Sin embargo, para el gerontólogo existe una serie de estigmas a los que considera necesario eliminar. “Hay personas que entienden y personas que no. El mayor no es mucho más testarudo que lo que son las personas más jóvenes“.

 

 

 

“Hay muchos mayores que quieren estar solos o con sus amigos. O que quizás quieren estar con sus nietos un rato y después que se los lleven”. Para el gerontólogo, la idea de que los abuelos magnifican las situaciones simples de la vida es un estereotipo. “Hay quienes quieren enamorarse y ejercer su sexualidad. Para eso no hay una fecha de jubilación”.

 

 

 

 

 

“Como sociedad, hay que dejar de pensar en cómo ellos piensan para empezar a pensar cómo nos gustaría que la sociedad nos trate el día de mañana”, concluye Bernardini para quien la mujer gestiona mucho mejor la longevidad. “Para los hombres, suele ser importante el tema laboral. Por eso, cuando nos jubilamos, nos enfermamos. La mujer suele tener un proyecto de vida mas personalizado con sus amigas, nietos y familia”.

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