La pandemia y las medidas de aislamiento han producido distintas percepciones del tiempo. En términos individuales, para muchos argentinos “la vida” –profesional, familiar, social-, ha entrado en suspenso, sufrimos un letargo de meses. Pero en términos políticos, el tiempo se ha acelerado, la confrontación entre gobierno y oposición de estas semanas ofrece una pintura de final de mandato que del comienzo de una administración.

Alberto y Cristina, un mismo gobierno.

Apenas han pasado ocho meses desde la asunción de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y un importante dirigente radical advirtió: “¿Cuánto tiempo demora esto en explotar? Tenemos que estar preparados para el corto plazo”. Esto dijo el ex senador Ernesto Sanz en un encuentro virtual con la titular del PRO, Patricia Bullrich.

“A ocho meses de haber asumido ya le estamos soplando en la nuca al peronismo”, se jactó el radical radicalizado.

 

La marcha anticuarentena.

Este pensamiento en el ala dura de Juntos por el Cambio se ha expandido después de la masiva marcha opositora del lunes 17. De alguna manera, la lectura que se ha hecho en la oposición del “banderazo” es que, como dice Bullrich, “no es tiempo para tibios” y que se debe acorralar al gobierno en la calle, en el Congreso y en los medios.

La pregunta es qué puede resultar de radicalizarse y acorralar a Alberto Fernández. Elisa Carrió, en su enésima vuelta a la política, plantea que hay que ser cuidadosos en radicalizar el discurso. “Eso es funcional a Cristina Kirchner, hay que mantener un diálogo mínimo con el Presidente”, dijo en un encuentro con dirigentes de su espacio.

En medio del sonar de los tambores de guerra, la oposición va cambiando el relato que creó en diciembre último. Desde la asunción de Fernández, su primer intento fue separar al Presidente de su vice. Aislar a Cristina y que Alberto se sacara de encima al kirchnerismo duro. Ensimismados en su relato, no escucharon o no le creyeron al Presidente cuando aseguraba que él y Cristina eran una sociedad indisoluble más allá de algunas miradas diferentes sobre la administración. Ahora el relato opositor es que Presidente y vice son lo mismo, de ahí que hay que radicalizarse para enfrentarlos.

Este aumento de la tensión hizo que Mauricio Macri tomara una pausa en su “autoexilio” europeo y respaldara con un mensaje la marcha del 17: “Orgulloso de los miles de argentinos que salieron ayer para decirle basta al miedo y al atropello, y sí al trabajo, al respeto y a la libertad”, expresó Macri en su cuenta de Twitter.

E hizo hincapié en la necesidad de “representar al electorado y no abandonarlos”, buscando una “cohesión interna” y una “postura unificada” en relación a manifestaciones que responden a su electorado.

En los días posteriores a la marcha, Fernández respondió ratificando –y acelerando- el rumbo del gobierno. El Senado aprobó a velocidad del rayo el dictamen favorable a la reforma judicial y el viernes por la noche se decidió intervenir directamente el sector de la telefonía celular, la televisión por cable, y los servicios de internet.

 

Patricia Bullrich, el discurso más radicalizado.

Para Patricia Bullrich, con esto último “el gobierno nacional encontró una ventana por la cual meterse con el Grupo Clarín, quien tiene una posición mayoritaria en el servicio de TV por cable e internet, y que además ahora opera con celulares a través de la fusión con Personal”.

Este domingo, Alberto respondió: “Es falso que este en guerra con Clarín porque no estoy en guerra con nadie. A Clarín le pude afectar un poco más porque brinda los tres servicios. Pero con ese criterio podría pasar lo mismo con Telefónica o verse complicado Telecentro”, explicó.

“Algunos sectores de la oposición defienden los intereses de las empresas”, en lugar de ponerse del lado de la gente, agregó. “Son los que piensan que argentina se convertirá en Venezuela. Yo admiro a dos países, Noruega y Finlandia, y en esos países son servicios públicos”, señaló en declaraciones radiales.

Y lanzó una definición contundente dirigida al ex presidente: “A la Argentina le fue mejor con el coronavirus que con el gobierno de Mauricio Macri”.

Sanz, Carrió y Macri. El regreso del discurso duro.

En medio de esta radicalización, Macri levantó su perfil político cuando muchos especulaban que su prolongada estadía en Europa significaba una salida temporal de las disputas partidarias. Singularmente volvieron también a escena Carrió y Sanz, los otros dos fundadores de Cambiemos. Los discursos de los tres parecen ser un respaldo al ala confrontativa de Juntos por el Cambio, frente a los dialoguistas Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal.

La oposición vive un momento en el que cree que se deben romper puentes más que construirlos. “¿Por qué es difícil el diálogo con el kirchnerismo? Porque ellos hablan otro idioma, no hablan el idioma democrático”, lanzó desde España la ex diputada Norma Morandini.

La periodista y política cordobesa piensa como muchos de los que fueron a la marcha del lunes, estamos viviendo en una suerte de dictadura, o “infectadura” como decía el documento firmado por Luis Brandoni y sus amigos.

Si no hay democracia, no puede haber diálogo ni negociación. Así de contundente es el razonamiento radicalizado de los opositores más duros.

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