“Querido Héctor: hoy la Argentina es un país un poco más Justo. Vos pagaste con tu vida la gran injusticia que se cometió”. Esto lo escribió esta semana Javier Timerman, hermano del ex canciller, a quien el juez federal Claudio Bonadío –el de la famosa servilleta de Carlos Corach-, no le permitió hacer un tratamiento contra un cáncer avanzado al mantenerlo en una prisión preventiva por una causa judicial que se cayó a pedazos.

Héctor Timerman, quien se llegó a desmayar del dolor en su indagatoria, murió mientras se tramitaba la causa del Memorándum con Irán. La misma que el pasado jueves desestimó la justicia federal ordenando el sobreseimiento de todos los imputados en la causa.

El ex canciller era uno de ellos. Por supuesto que todas las miradas y los títulos se centraron en el sobreseimiento de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Una causa más que se cae –antes fue la del dólar futuro-, de las que manejó a su antojo Bonadío contra la ex presidenta. Pero arrancamos contando lo ocurrido con Héctor Timerman, porque sin duda es una muestra del extremo al que puede llegar esa mezcla de revancha judicial con odio político.

Lo ocurrido con el ex canciller le ha dado vergüenza hasta a los dirigentes opositores más duros y a los periodistas antikirchneristas más feroces.

Por eso prefieren obviar el tema y centrarlo en una “victoria” de Cristina Kirchner. Pero el fallo del Tribunal Oral Federal 8 (TOF 8) que sobreseyó a todos los demás imputados no deja dudas sobre como esta causa fue un ejemplo del llamado lawfare.

Si bien se espera que el fallo del TOF 8 sea apelado ante la Sala I de Casación, todo apunta a que se ratificará el fallo absolutorio. Los camaristas que integran esta Sala ya dictaminaron en la causa dólar futuro que no debía realizarse el juicio porque una pericia de la Corte Suprema demostró que no hubo perjuicio para el Estado. La misma inexistencia de delito que en el caso del Memorándum.

El fallo deja en claro tanto que no hubo delito como que hubo interferencias políticas de parte del gobierno de Mauricio Macri en el accionar de los jueces.

¿Por qué no hubo delito? Los jueces dejan en claro algo ya sabido: no puede haber delito en un tratado que no entró en vigencia. En la Argentina, el Memorándum se votó en el Congreso, pero Irán no aprobó el tratado en su parlamento. Nunca se concretó.

Además, Interpol dejó en claro en los informes que llegaron a la Justicia que las alertas rojas solo podían levantarse con el acuerdo de los dos estados, pero eso nunca ocurrió. Tampoco existió un pedido del canciller Timerman a Interpol para que se levantaran esas alertas.

Los jueces señalan que no se entiende cómo el juez Bonadío, que instruyó la causa, no exigió el informe de Interpol o la declaración de Ronald Noble que hubieran terminada con la acusación. Claramente por esto último no lo hizo.

Gustavo Hornos

Lo otro que quedó en claro en el fallo de absolución es que las visitas de los camaristas Gustavo Hornos y Mariano Borinsky a la Quinta de Olivos y Casa Rosada, justo en el momento en que reabrieron la causa, abren una clara sospecha de falta de independencia de estos magistrados.

Esta relación, que quedó explicada en el fallo del jueves, abre las puertas a futuras recusaciones. Hornos y Borinsky están denunciados penalmente y hay dos causas por las que debieron excusarse de intervenir en el expediente. Además, están denunciados en el Consejo de la Magistratura.

“El Memorándum de Entendimiento con Irán más allá de que se lo considere un acierto o desacierto político, no constituyó un delito”, dejaron en claro los jueces.

Esta obra del lawfare se desmoronó como un castillo de naipes. Y quizá como en pocas causas quedaron en claro las terribles consecuencias de hacer política a través de las denuncias judiciales y las presiones a los magistrados.

El sufrimiento de Héctor Timerman es una muestra de hasta dónde pueden llegar quienes se prestan a estas persecuciones.

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