¿Insólito? ¿Ridículo? Quizá, pero se puede intentar seguir el juego. Ese de pensar al estado de Michigan en términos de la provincia de Santa Fe, o a Delaware en términos de La Matanza.

 

Porque las elecciones presidenciales de Estados Unidos nos mostraron como en un singular espejo una versión primermundista de la grieta política en la Argentina. Un norteamericano le dirá “the great rift”.

 

“Voy a ser el presidente de todo Estados Unidos, no de los azules o colorados (por demócratas y republicanos). Me comprometo a ser un presidente que busque unificar”, fueron las palabras de Joe Biden en el acto triunfal del sábado por la noche. Una perspectiva optimista que ya hemos escuchado en este país, tan al sur, tan lejos de Washington, pero tan cerca en una división política y social que marcará el mandato del nuevo presidente.

 

A tal extremo llega la grieta yanqui que es la elección que más ha movilizado a la gente a votar, porque no solo Biden será el presidente con más votos de la historia norteamericana, sino que el propio Donald Trump consiguió más votos que en los comicios que lo llevaron a la Casa Blanca en 2016.

 

Siguiendo con los extremos, por primera vez un presidente en ejercicio no reconoce la derrota electoral y se niega a abandonar la Casa Blanca. “Nosotros triunfamos”, grita Trump. “Hubo un terrible robo de votos, hubo un gran fraude”, insiste y asegura que llegará hasta la Corte Suprema con sus denuncias y así mantenerse en el cargo.

 

Siempre por primera vez, un mujer y de piel negra, hija de inmigrantes –madre india y padre jamaiquino-, llega a la vicepresidencia. Marca de un cambio de época y de una grieta profunda con los miles de norteamericanos que se pusieron del lado de los policías que dispararon y mataron a afroamericanos desarmados.

 

El final para Donald Trump.

¿Pero el trumpismo está acabado? Parece que no, muy lejos está de eso y por esta razón la gran grieta puede profundizarse. Más de 230.000 muertos por un virus que el actual presidente relativiza, meses de masivas protestas opositoras y meses de caída económica producto de la pandemia, no provocaron una abrupta caída de Trump. Por el contrario, obtuvo más de 70 millones de votos y amplió su base electoral de 2016, mientras su partido aún puede conservar el Senado y ganó terreno en la otra cámara del Congreso.

 

No solo Trump no fue repudiado por casi la mitad de la sociedad norteamericana, sino que consiguió seguidores aún más fanatizados que en 2016, que esperan enfrentar desde la trinchera republicana al “socialismo” de Biden.

 

Porque Trump perdió, aunque aún quiera negarlo, pero en lo que tiene razón es en que hizo una gran elección. El republicano abandonará la Casa Blanca dejando y habiendo incentivado un extremismo de derecha marginal con el que deberá lidiar el nuevo gobierno demócrata.

 

Estados Unidos es hoy un país partido. Ese sector políticamente marginal que le dio la victoria a Trump en 2016, acosados por la globalización que los dejó sin empleo, no ha cambiado sino que ha aumentado en número. Los muertos por Covid-19 no les preocupan, sí que la economía se haya desbarrancado producto de las medidas restrictivas de la pandemia.

 

Los preocupados por el coronavirus votaron a Biden. Los preocupados por la economía votaron a Trump. Es una manera sencilla y algo brutal de verlo, pero a grandes rasgos fue una diferencia que hasta se notó en los actos. En los de Biden se usaban barbijos, en los de Trump no.

 

¿Hubiera perdido Donald Trump sin los efectos negativos para la economía del coronavirus? Muchos coinciden en que no.

 

Un duro golpe para Jair Bolsonaro.

La gran grieta –“the great rift”- que mostró la disputada y discutida elección norteamericana terminó excediendo las fronteras del país del Norte. Alberto Fernández y Cristina Kirchner felicitaron inmediatamente a Biden por su triunfo, Jair Bolsonaro no ha dicho nada. El brasileño se ha jugado abiertamente por Trump y teme –no sin razón-, que Biden no será tan amigable hacia sus pretensiones de explotar la Amazonia.

 

El gobierno argentino, en cambio, ve vientos agradables en el continente: el triunfo del MAS en Bolivia desplazando a los golpistas; el plebiscito chileno que le da un golpe mortal a la Constitución pinochetista, y la victoria demócrata en Estados Unidos. La grieta americana está sumando más integrantes en uno de sus lados.

 

Cualquier país con una profunda grieta política y social se vuelve difícil de gobernar. Les pasa a los gobiernos de la Argentina y ahora le pasará a los que lleguen a la Casa Blanca. Biden llega con la promesa de terminar con esa grieta. Lo mismo dijo Mauricio Macri en 2015. Lo mismo dijo Alberto en diciembre del año pasado. Un deseo aparentemente difícil de lograr.

EN ESTA NOTA donald trump Joe Biden

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