PANORAMA POLITICO
Un macartismo tragicómico
El análisis más completo de las repercusiones de la gira del presidente Alberto Fernández por Rusia y China. Los acuerdos firmados, las declaraciones y las furiosas críticas de la oposición.

Por Jorge Cicuttin
“Nosotros en el mundo somos un puntito... ahora manejándonos mal, el mundo nos ignora, nos pasa por arriba, máxime si salimos a raspar la olla y a buscar plata. En este momento de mucho conflicto, de tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética, por Ucrania, peor”.
La frase pertenece a Mario Negri, el jefe de la bancada radical de Diputados. Más allá de su ignorancia de creer que aún existe la Unión Soviética, desaparecida como tal hace tres décadas, y que Vladimir Putin es comunista, estas palabras muestran uno de los tantos y eternos problemas argentinos: el entender que “pertenecer” e “integrarse” al mundo pasa por ser un seguidor incondicional de una potencia. En el caso de Negri, claro, integrarse es reconocerse “patio trasero” de Estados Unidos.
Uno puede imaginarse a Negri asustado y repudiando a Raúl Alfonsín, cuando en marzo de 1985 plantó bandera en Washington y reivindicó ante la asombrada cara de Ronald Reagan la decisión de los pueblos latinoamericanos de elegir su destino sin la intervención norteamericana.

Cuando hablamos de un problema permanente de la Argentina nos referimos a que su política externa es cambiante y extrema. Así podemos pasar de las “relaciones carnales” con Estados Unidos durante el menemismo a proclamar “el ALCA al carajo” con el kirchnerismo. O cambiamos el monumento a Cristobal Colón por uno a Juana Azurduy, para luego reconocer la “angustia” de los próceres –como Belgrano y San Martín- por independizarse de España.
La gira de Alberto Fernández por China y Rusia provocó una catarata de críticas por parte de la oposición política y mediática. En algunos casos tan extrema que haría estremecer al propio senador Joseph McCarthy. "¿Eres, o has sido alguna vez, un comunista?", era la pregunta que hacía en uno de los períodos más oscuros en la historia reciente estadounidense.

"Argentina debe hacer todo para poder abrir el comercio y no ponernos condicionamientos políticos", afirmó Fernández en una entrevista de este fin de semana. “Argentina no tiene amigos ni enemigos permanentes ni perpetuos. El mundo ha cambiado y es multilateral, lo que nos obliga a vincularnos y tener relaciones maduras de respeto con todos los países del mundo”, explicó.
La oposición no lo entiende así y más allá de alguna declaración presidencial exagerada de elogios al Partido Comunista chino y de la oportunidad de hacerlas, teniendo en cuenta la negociación con Washington por el acuerdo con el FMI, lo cierto es que nada justifica preguntas como las hechas por un periodista a la vocera presidencial sobre si habría “cambios constitucionales para modificar la forma de gobierno en el país”.
Lo llamativo del escándalo opositor por el acuerdo firmado para ingresar a la llamada Nueva Ruta de la Seda es la falta de memoria. Otra vez.
El periodista Ignacio Zuleta recordaba: "Se está dramatizando demasiado el efecto del viaje, en realidad Alberto Fernández ha ido a China a cerrar acuerdos que abrió Mauricio Macri. Él fue un gran promotor de la relación con China, firmó más de 20 tratados e hizo varias visitas y se reunió mucho más que Alberto durante su Gobierno con las autoridades de ese país".
Fue en 2017, pocos días después de finalizar una visita de Macri a China, que el gobierno argentino le concedió al gigante asiático lo que éste tanto deseaba: la Secretaría de Comercio, dirigida entonces por Miguel Braun, reconoció que China es una economía de mercado.

Es que poco tiene que ver la China de hoy con la de la insurrección rural liderada por Mao. Las reformas y aperturas que introdujo Deng Xiaoping, hicieron de China una superpotencia mundial. El modelo económico introducido por Deng, basado en una economía de mercado, se bautizó oficialmente "Socialismo con características chinas". Claro que con un férreo control en lo político en manos del PCCH.
Quien escribe estas líneas tuvo la oportunidad de conocer China en 1995, cuando este proceso estaba en sus inicios. Fue durante una gira del entonces presidente Carlos Menem. Hablando con un funcionario chino, escuché una explicación contundente. “Nosotros pasamos primero de ser un país miserable a uno pobre, y eso fue un gran adelanto. Ahora estamos en proceso de ser un país rico. Lo que ocurre es que los occidentales entienden el tiempo de otra manera. Nosotros hacemos planes a 50 años”.
Y me contó la idea central del cambio: “Nunca seremos un país capitalista como lo entienden ustedes. Tendremos una economía de mercado a nuestra manera y en lo político no abandonaremos el comunismo. Es que no hay forma de alimentar y vestir a más de mil millones de personas en una extensión gigante sin un estado fuerte”.

Hoy China es el segundo país del mundo con más multimillonarios. Unos 620 chinos tienen fortunas por encima de los 1.000 millones de dólares, según la última lista compilada en abril de 2021 por la revista Forbes. En el ranking de empresas, 124 compañías chinas integran el listado de las 500 corporaciones más grandes del mundo, publicado en 2020 por la revista Fortune.
En Juntos por el Cambio advierten que no garantizan la continuidad de los proyectos con financiamiento chino contemplados con la adhesión a la Ruta de la Seda, en caso de recuperar el gobierno en 2023. Proyectos a los que adhirió Macri cuando fue gobierno. Todo un sinsentido.
Lamentablemente, otro aspecto más de una Argentina que vive en tono de tragicomedia
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