Mirta del Pino dejó Río Gallegos en 2011 para radicarse en el norte, pero ha vuelto a la ciudad que la vio llegar en 1978 y la semana pasada lo hizo de vuelta: es decir, volver a lo que fue durante más de tres décadas su entorno vital.

Durante la presentación de su libro en Fundacruz, la escritora dialogó con La Opinión Austral, gesto que permitió hallar las razones de esta, su tercera obra.
Esta narrativa la aleja un poco de su primera propuesta, “Poner en palabras” (poesía porque en aquí rescata tres momentos cortos y los transforma en recuerdos, en algo que pasó, pero que se permite reconstruirlo para exponerlo en forma cruda ante los ojos del lector.
Son recuerdos del miedo, de una época oscura, de los años de plomo, de lo que vino luego del 24M, de lo que pasó después del 24 de marzo de 1976.
“Hermana distancia” compila cerca de 16 cuentos vinculados a diversos temas escritos en diferentes etapas de su vida, incluso más allá de este tiempo, en la adolescencia y otros cuya inspiración logró aquí en Río Gallegos.
Los tres primeros son especiales, tienen algo que ver con aquella temática, incluso la poesía que cierra el libro, “Añoranzas”, agradece a la Patagonia, su “tierra adoptiva”.
Egresada como psicóloga en 1972, Mirta del Pino recuerda que en esos años era difícil el equilibrio, teniendo en cuenta las persecuciones que teníamos “de tipo ideológico”. En esos tiempos en La Plata vivíamos acontecimientos difíciles, “amigos que desaparecían. Por eso fui testigo de situaciones vividas por mí y escuchadas por mí”.
Mirta del Pino no rechaza la metáfora: “Los tres cuentos de este libro me permiten saldar viejas deudas. Son referencias a recuerdos”, agregó.
En “Hermana distancia”, que abre la narrativa, la autora alude a una llamada, un teléfono que suena y un encuentro inesperado: “Yo presentí en aquel llamado la causa del mal que la aquejaba, aunque me resistí a comprender y negué el mensaje que se traducía en la voz de mi sobrina”.
En “Desconcierto”, el temor y el miedo no son gratuitos: “Por otro lado, Rocío, acongojada, las manos crispadas, sentía un nudo en la garganta. Con voz trémula, se atrevió a decir: Sabemos que este es el final”.
Y por fin en “Dispersión”: “Todos se habían ido. Había pasado como un viento huracanado; por allí estarían amigos y conocidos, en algún espacio, ahora imaginario. Los volvía a encontrar inventando y reinventando diálogos que habían quedado truncos”.
La autora evoca con nostalgia a su equipo, a su grupo literario “Letras del Viento”, integrado por, entre otros, Cristina Núñez, Cecilia Maldini, Patricia Giménez, Darío Mosso, Norma Donoso “y tantos más. Nos reuníamos en el bar Los Vascos, en Santiago del Estero esquina Kirchner”.
“Muchos cuentos tienen que ver con Santa Cruz, los escribí bajo estos paisajes y con cuestiones que me motivaban para escribir. Fue como que quise cerrar ese círculo. Acá porque es el lugar en que más impulso tuve”, reflexiona al final.
Fue por eso el título de la nota, “con ese grupo literario tuvo una narrativa intensa” y quizás con esta publicación, el viernes 24 en Fundacruz, esa cuenta quede saldada.
Mirta ya es abuela, tiene tres nietos y otros horizontes van perfilando su narrativa: cuentos infantiles (sus razones tendrá).

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