A principio de año, cansada de los celos y de las escenas de violencia,  Micaela había decidido terminar la relación para siempre. Según su propio relato, “Pebete”, el hombre que el domingo le prendió fuego la casa y la ahorcó delante de su ahijada, era controlador y no la dejaba ver ni a su propia familia. “Siempre fue celoso. Cuando me junté con él no podía hacer nada. No salía de mi casa ni tenía contacto con nadie. Era muy controlador”.

 

 

 

 

 

Tiempo después, cedió a su insistencia y decidió perdonarlo. Los hechos de agresión desmedida volvieron a repetirse. “Me dijo que si no iba a estar con él no iba a estar con nadie”. Le pidió que se fuera de la casa, pero se negó. Continuaron conviviendo hasta que el fin de semana, los excesos llegaron al punto más alto.

 

 

 

 

 

Eran cerca de las 11 de la noche, cuando Micaela regresó a su casa junto a su hija y su ahijada. Minutos después, llegaron visitas. “Vinieron unos tíos con quienes tomamos algo. Cuando se fueron, empecé a prepararles comida a los chicos para el día siguiente y mi marido fue y empezó a molestarme, a tocarme. Me enojé y le dije que parara”.

 

 

 

 

 

 

“El se sintió rechazado, que los chicos siempre estaban primero. Le dije que si le molestaba mi ahijada que se fuera, que me tenía podrida y no iba a cambiar más”.

 

 

Lejos de calmarse, “Pebete” se violentó aún más. “Sacó un palo de la salamandra, lo puso en el sommier y cuando comenzó el incendio dijo: ‘ayudame que se prendió fuego el colchón’. De repente me empezó a empujar y de ahí ya no me acuerdo nada. Mi sobrina entró y él me estaba ahorcando”.

 

 

 

 

La casa se prendió fuego por completo. Primero ardió la habitación y luego el resto. Las llamas consumieron cada rincón de la vivienda del barrio Stella Maris. En poco segundos, su ahijada y su hija lograron huir. Minutos más tarde, asfixiado por humo él la soltó y la mujer logró huir. 

 

 

 

 

 

Esa misma noche, fue hasta la comisaría de la Mujer y lo denunció. “Tengo miedo. Si la Policía no está cerca no pasa nada, pero si me agarra por ahí me hace bolsa. Siempre le dije que necesitaba terapia, porque no era normal que cuando se enojaba rompiera cosas”.

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