Este es un espacio cedido por La Opinión Austral desde hace más de doce años para aproximarnos a usted, Sr. Lector, e invitarlo a compartir el buen uso de las nuevas tecnologías, informática, Internet, como un medio de apoyo a la docencia, como una eficaz herramienta para ayudar desde la labor educativa salesiana en este vital proceso del “saber ser, sabiendo hacer”. Desde nuestro lugar, Patagonia Austral argentina abrimos una ventana, Destellos Patagónicos. Desde su apertura de par en par nos ofrece en esta entrega:
La luz al final
del túnel Cuento corto por Sergio Pellizza
Al apagarse el farol de su casco, la negrura que rodeaba al joven ingeniero de mimas fue total. En los primeros instantes le atenazó un miedo intenso y creciente, solo interrumpido a intervalos por el dolor de su pierna aprisionada entre los escombros. Tomó conciencia de que iba a morir. En un momento todo cesó de repente, la negrura, el miedo el dolor. Estaba en un estado que no entendía. Sabía que no era desmayo porque así fuera no podría pensar, y si fuera un estado de semiinconsciencia sentiría el dolor. No sabía qué, pero algo nunca experimentado antes estaba pasando. Se acomodó como pudo en el socavón de la galería y cuando giro la cabeza hacia arriba vio un pequeño resplandor lejano como al fondo de un largo túnel. Esta claridad se comenzaba a definir como una luz blanca. Pensó, – Debo estar ya muerto y esa luz al final del túnel debe ser la salida. – La pegunta es: ¿Salida hacia donde? – La pregunta quedó suspendida en ese estrecho túnel sobre su cabeza. Su mente, espíritu… no sabía que, pensaba o sentía en otra dirección. ¿Debía rendir cuentas de todos los actos buenos y malos de toda su vida? ¿Ante quién? No había sido educado en un medio espiritual precisamente. Su padre era ateo y su madre se fue de su casa a temprana edad. Por supuesto había contactado con personas de formación cristiana y se daba cuenta de la necesidad que tenia de creer en lo que no podía explicar pero sentía que existía independientemente de que lo creyera o no. Había sido criado en el sentimiento simple de lo racional, lo demás era solo dogma sin fundamentos lógicos de sostén. Su sentir o pensar lo llevaban desde su lógica a recordar que había leído acerca de esa luz que ahora tenía allí sobre su cabeza al final del túnel. Esas lecturas le decían que era una especie de hiperactividad de la corteza cerebral en el área de la visión. Esta frenética actividad en el último instante de vida, sería algo semejante a impulsos neuroquímicos. Si pensaba existía, era un hecho. También intuía que había mucho más. ¿La religión, Dios? A lo largo de su historia, la ciencia se metió con la religión y con Dios tantas veces como la religión lo hizo con la ciencia. La de ellas ha sido una relación cambiante, nunca sencilla. Le pareció que el túnel estaba ahí, esperando a drenar su consciencia, ¿y si este era el final de su vida para encontrarse con otra realidad?
La mente, el espíritu del joven ingeniero de minas estaba funcionando a marcha forzada. ¿Sería esa la hiperactividad cerebral antes del final? O quizás fuera algo totalmente distinto el principio de algo diferente ajenos a los sentidos. ¿Estaba ya muerto? Si era así porque no terminaba todo de una vez y se sumergía en la nada.
Se propuso entregarse a lo que fuera, nada o todo. Se abandonó a lo que fuera…
Perdió la noción del tiempo, no sentía dolor, solo que la luz muy intensa ahora, le daba en pleno rostro. No podía mirarla. Lo encandilaba. Además era cálida. Pudo mover sus agarrotadas piernas; no estaban aprisionadas por nada. La luz que sentía cálida ahora era la del sol ya alto en el horizonte que le daba en pleno rostro. Se había dormido sobre su mesa de dibujo donde estaba trabajando sobre la galería que dio lugar a su pesadilla. La verdad no era todo lo segura que debería ser. Necesitaba más soportes metálicos y algo que le rondaba la cabeza y no podía determinar qué era. De pronto se dio cuenta. ¡Los tubos de ventilación! Los vio claramente en su sueño, era el túnel, su túnel con la luz blanca al final. Debían hacerse a menor distancia aunque los costos de explotación subieran un poco. Era mucho más que un aviso de su subconsciente. Allí estaba presente una voluntad superior que se lo estaba indicando. Comenzó a creer y dijo sin pensarlo: Gracias Dios mío. A partir de ese instante dejó de ser ateo, gracias a Dios.
También se le ocurrió una hermosa frase que le encantó y la mando enmarcar, y ahora aun pasado muchos años está siempre sobre su escritorio de trabajo. Dice:“La luz que andamos buscando está dentro de nosotros. Es necesario aprender a descubrirla y a vivirla para que realmente ilumine”.