Desde los inicios de la urbanización, la vegetación ha sido incorporada en las ciudades como un elemento de ornamento. Esta es una excelente razón para su utilización y, en general, es el argumento más comúnmente escuchado. Sin embargo, aunque sin siquiera formar parte de nuestras intenciones al cultivar árboles en la ciudad, estos brindan una multiplicidad de beneficios, los que varían en cantidad e intensidad según de qué especies se trate, dónde se los ubique y las peculiaridades de la ciudad en cuestión.
En muchas ocasiones, no porque no los percibamos directamente, significa que los beneficios no existan. ¡Existen! Y suelen hacerse más evidentes cuanto mayor cantidad de vegetación haya y cuanto mejor el estado de conservación se presente.
En latitudes como en las que se encuentran las localidades de Santa Cruz, la vegetación urbana determina una multiplicidad de beneficios, una buena parte de los cuales son de carácter ambiental. Cuando la vegetación se utiliza como barrera ante el viento, por ejemplo, no sólo se disminuyen los esfuerzos mecánicos que este ejerce, generando así zonas de calma, sino que también se pueden moderar los bruscos cambios de temperatura entre el día y la noche. Mejora la calidad del aire al interceptar las partículas suspendidas, a la vez que fija algunos elementos contaminantes como el dióxido de carbono. En ocasiones en que se utilizan formaciones particularmente densas, el follaje permite disminuir significativamente la contaminación sonora, al disipar los sonidos generados por el tránsito. Si aceptáramos considerar que la presencia de paisajes desagradables dentro de la ciudad, como los basurales, por ejemplo, es una forma de contaminación, en este caso de contaminación visual, la vegetación puede utilizarse como una eficaz barrera para cubrirlos.
Muchas veces, gran parte de estos beneficios no es reconocida debido a que no existen antecedentes o experiencias locales que permitan confirmar su existencia. Una forma sencilla de agrupar estos beneficios es a partir de si se les puede o no asignar algún valor. Esta forma de caracterizarlos, muchas veces es la única para lograr entender su importancia. De hecho, la forma más común para comprender la magnitud de los beneficios es a partir de términos económicos. La existencia de plantas, como complemento de las construcciones, permite, en muchas ciudades, incrementar el valor de las propiedades. Esta situación adquiere mucha más significancia si consideramos que las plantas, en lugar de perder valor con el tiempo, como todos los bienes, lo acumulan. En especial, cuanto más viejas sean y si han sido bien instaladas y cuidadas.
El entramado de raíces de una gran cantidad de árboles y arbustos permite la fijación y retención del suelo, disminuyendo la presencia de partículas molestas en el aire y la pérdida de suelos. Un importante volumen de copas también permite retrasar la concentración del agua de lluvias en el suelo, permitiendo así un adecuado drenaje de sus excedentes y disminuyendo el riesgo de inundaciones.
Existe una diversidad de beneficios aportados por la vegetación que muy difícilmente puede cuantificarse y que solamente podemos describir. Esta dificultad para asignarles un valor puntual determina en muchas ocasiones que no se la considere apropiadamente, menospreciando así a la vegetación. La gran cantidad de beneficios ambientales que proporcionan las plantas determina que los espacios que las contienen sean los espacios urbanos que la gente más busca, dado que es allí donde se generan condiciones confortables, con protección del viento y con moderación de la temperatura, entre otros.
Esto determina que los espacios parquizados y arbolados favorezcan el desarrollo de actividades sociales y comunitarias, deportivas y recreativas. En Río Gallegos, por ejemplo, casi ningún espacio público presenta tanta convocatoria, en especial en días agradables, como las áreas parquizadas. Incluso entre estas, aquellas que presentan las mayores proporciones de plantas suelen ser las más concurridas.
Es posible afirmar que estos beneficios de la vegetación son indiscutibles. Existen, aunque no los veamos. De reconocer su existencia depende el compromiso de la sociedad para conservar de la mejor forma posible la vegetación urbana, en especial la ubicada en el espacio público. Quizás, analizándola desde una perspectiva más general, la vegetación urbana sirve también para la educación del respeto y la preservación de la naturaleza, representando un lugar de encuentro, de diálogo y de relación social.

 

Texto: Boris G. Díaz, Ing. Forestal. INTA EEA Santa Cruz.

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