“Mi mamá cumplía años el 14 de junio y ese día me desperté, a pesar de todo, contenta para saludarla y decirle feliz cumpleaños. La encontré sentada, llorando y escuchando la radio. Se dio vuelta y me dijo: Perdimos la guerra, pero se terminaron las muertes”, relató Belén Becerra.

Con 14 años en ese momento, tiene fragmentos en su memoria de lo que fue la guerra desde este lugar, específicamente Río Gallegos. Algunos recuerdos son borrosos y otros tienen un nivel de precisión muy revelador.

La escena que relató tiene lugar el 14 de junio de 1982, pero hubo todo un proceso para llegar hasta ese día. Las Malvinas estaban usurpadas desde el 3 de enero de 1833 por el gobierno británico y, después de 99 años, el pueblo argentino creía haberlas recuperado. “Esta mañana quedamos enterados de que las islas Malvinas habían sido retenidas para nuestro país, como correspondía”, anunciaba la voz del conductor en la televisión.

ACTUAL. Sandra, a la izquierda, y Belén, a la derecha, ambas compañeras de curso. Hoy tienen 54 años.

Los riogalleguenses salieron ese 2 de abril a las calles, en lo que hoy son las avenidas Kirchner y San Martín, para participar del acto conmemorativo. En las escuelas, mientras tanto, algunos celebraban.

“Yo me sentaba con una chica que era hija de militares y su papá era el que recibía los informes reales, esos comunicados que se decían en la radio no siempre eran reales”, recuerda Belén en diálogo con La Opinión Austral.

Hoy tiene 54 años. Ese día en la escuela el clima era como de una fiesta, “una fiesta entre comillas”, resaltó. “La sensación fue como: Uy, recuperamos las islas Malvinas, era salir a festejar. Yo iba al Colegio María Auxiliadora, tenía como cuatro o cinco cuadras hasta mi casa”, describió.

Sin embargo, Eugenia, su compañera de banco, tenía otra versión. “Me dijo: Belén, es mentira, no recuperamos las islas Malvinas, les declaramos la guerra a los ingleses que están usurpando esas tierras”, describió.

Hizo una pausa en su relato y agregó: “Te lo estoy contando ahora y se me pone la piel de gallina. Yo le dije: No Eugenia, recuperamos Malvinas, vamos al centro y me dijo: No Belén, estamos en guerra, mi papá recibe los comunicados y lo que él tiene que dar a conocer no es la realidad. Me dio tanto miedo”, contó.

Belén salió de la escuela, cambió de planes y se fue caminando a su casa: “Me fui sin decir nada. Recuerdo el miedo y la oscuridad”.
Su mamá atendía un comercio y en su casa se hablaba de lo que pasaba. El papá de Belén había fallecido años atrás, así que la familia la completaba su hermano menor. Las indicaciones las daba su madre. Había que tapar las ventanas, no salir y no tener las luces encendidas.

“Vivíamos en la costanera, estaba frente a la ría. Tenía unos ventanales muy grandes, en las esquinas mi mamá les puso clavos para poner las frazadas”, recordó Belén, quien contó que memorias momentos muy vívidas. “Fue un invierno tremendamente frío, asocio esa época con eso y con la oscuridad”, contó.

En ese momento Río Gallegos era una ciudad muy chica, comparada con la actualidad. El Ejército les quedaba lejos de la casa de la mamá. “Era ir a la otra punta”, contó Belén. Se acuerda que su madre compraba cartones de cigarrillos y chocolate de taza. La mamá bajaba la ventanilla y les hacía tirar los cigarrillos y los chocolates a los que hacían “guardia” en el Ejército. “No podíamos parar, así que abríamos las ventanas del auto y les tirábamos cosas”, contó.

El miedo siempre vuelve a la escena. Belén recuerda los aviones y los helicópteros que pasaban. “Al día de hoy, escucho uno y se me pone la piel de gallina”, relató.
Belén nunca habló de Malvinas. Dijo que le costó años procesar lo que vivenciaron como familia y como pueblo. “Un día, ya con mis hijos grandes, fue que empecé a hablar de cómo lo había vivido yo con 14 años, no es que lo viví de forma activa, sino de otra manera, pero ahí recién empecé a hablar, porque me costó mucho”, mencionó.

El 14 de junio, día del cumpleaños de la mamá de Belén, el comandante de las fuerzas terrestres británicas Jeremy Moore aceptó la rendición del general argentino Mario Benjamín Menéndez y ambos bandos declararon un cese de las hostilidades.
Ese día era el cumpleaños de la mamá de Belén. “Ella estaba sentada en el piso con las piernas cruzadas, escuchaba la radio llorando, me acerqué para saludarla, se dio vuelta y me dijo: Perdimos la guerra, pero se terminaron las muertes, tengo esa imagen de ella llorando el día de su cumpleaños”, contó.

“¿Qué podías hacer?”

“Con mi mamá contábamos cuántos aviones salían y cuántos regresaban, nunca te imaginás una guerra realmente, si bien nosotros vivimos esto, no vivimos la guerra en sí, no la sufrimos, lo que vivimos fue el clima de guerra y la incertidumbre”, dijo Sandra Campana.

En ese momento tenía 14 años, al igual que Belén. Su papá estaba en Mar del Plata, así que el 2 de abril de 1982 viajaron con su mamá y su hermano a buscarlo en avión. El regreso fue en el auto.

“Me acuerdo que era todo un camino de policías. Cuando llegamos a Mar del Plata nadie decía nada de la guerra, yo comentaba el tema y era como que todo lo que se vivía pasaba en el sur. No les afectaba la vida como a nosotros, que teníamos que tener todas las ventanas tapadas con diarios y los toques de queda”, recordó. La guerra se vivía acá, pensó.

Recuerdo el frío, el miedo y la oscuridad de esa época

“Para mí, Malvinas tiene mucho que ver con el regreso de mi papá, cuando nos volvemos por tierra estaban pavimentando el tramo de Tres Cerros y San Julián, que estuvo muchos años sin asfaltar. Los camioneros le dijeron a mi papá que no siguiera porque la ruta era un peligro. No sé por qué estaba enceguecido y seguimos, no puedo explicar la cantidad de veces que el auto se paró y salía a treparse y secar los cables”, relató.

Todo el trayecto iba abrazada a su hermano para darle un poco de calor. “Nos congelábamos. Fui todo el camino rezando una canción, abrazada a él”, recordó.
También Sandra pensaba en los soldados: “Si yo adentro de un auto estaba protegida, sin ningún peligro alrededor, y estaba sufriendo y viviendo esto, yo pensaba lo que sería para ellos, que no eran mucho más grandes que yo, el hecho de estar solos, en medio de la noche y mojados, con frío, sin tener a quien abrazar ni quien les diga que iba a estar todo bien, pensaba en si habrán tenido la posibilidad”, recordó.
Se pregunta, aún hoy, “¿qué podíamos hacer? Nada, nosotros no podíamos hacer nada”.

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