Basta ver los “trapos”, en cada cancha que sirve de escenario a un partido, para entender que son las familias las principales espectadoras.

Con un integrante que se involucre y comente los resultados de un cruce, es suficiente razón para que el entusiasmo se multiplique.
En eso se basa el crecimiento. Una vez en campo de juego, todos dejan sus profesiones tras el portón para convertirse en parte de un equipo con el sueño compartido por una corona, una medalla, algo que atestigüe su paso y que termine entre las pertenencias más valiosas del hogar.

Cada barrio tiene un representante nacido de una amistad, de compartir picados o un torneo. El buen funcionamiento de ese grupo lleva a la intención de ir por más, ¿por qué no?.

El juego de los barrios habilita, con pocos requisitos, la participación de amigos que, una vez que toman la determinación de competir, observan a quién sumar. Algún jugador “picante”, hay que tentarlo y rogar que no haya recibido otras ofertas.

No estaban errados aquellos pioneros, los que pensaron que al fútbol le hacía falta un espacio particular, uno donde los amigos y compañeros de trabajo muestren sus talentos.

En la final, el público se acomoda temprano alrededor de la cancha y aprieta el alambrado

Cada temporada se vuelve más competitiva. Los grupos consiguen un preparador físico, entrenadores, lugares para entrenar.
Cuando crecen, suman equipos, los que iniciaron en Primera, con el correr de los años, pasan a conformar los de Senior, Súper Senior y Master.

Jueces, abogados, panaderos, electricistas, maestros, profesores, albañiles, diputados y estudiantes, todos son iguales cuando la pelota empieza a rodar.

Ver para entender

La entidad cuenta con varias canchas para jugar sus extensas programaciones, de tierra, con piedras, de césped sintético, todo viene bien. Es un compromiso asumido donde todos dejan hasta la última gota de sudor. El sueño es el mismo, conseguir el trofeo.

Las finales son un espectáculo particular, donde hasta la AFA sentiría envidia porque, sin vallados de por medio, sin personal policial, una hinchada junto a otra, arengan hasta el pitazo final.

No importa el factor climático. El público se acomoda temprano alrededor de la cancha, aprieta el alambrado con cada posibilidad de gol. Dedos marcados, grito ahogado y, en caso de anotación, festejo sin igual.

Son cientos los opinólogos, que si un jugador estaba adelantado o no, que si el asistente levantó oportunamente el banderín. Si el árbitro principal deja pegar, si cobró bien, si está “comprado”.

Y resuenan los instrumentos musicales, porque para esta ocasión, no faltan músicos ni cánticos.

Sea cual sea el resultado, no hay disturbios y, en caso de iniciarse alguno, inmediatamente es aplacado porque hay un reglamento que penaliza severamente al club y, nadie quiere eso.

Los comisarios deportivos, advierten a los jugadores y cuerpos técnicos para que soliciten a sus seguidores que bajen la intensidad de algún exabrupto. Se ven banderas, camisetas, todos con colores distintivos de sus favoritos.

Cuando termina el partido, explota la algarabía parcial, se abren los portones de acceso a la cancha y todos entran. El club que gana, recibe los aplausos del subcampeón y viceversa. Los que ingresan saludan a todos porque, todos se conocen entre todos. No hay extraños, son vecinos, conocidos, familia.

Cada barrio tiene un representante nacido de una amistad, de compartir picados

 

Luego viene el armado de la mesa principal, el ingreso de los otros equipos que consiguieron los lugares de privilegio para recibir de manos de los dirigentes de turno, el merecido premio.

Son muy pocos los equipos que, por amargura o falta de aprendizaje en el arte de saber perder, no se presentan. Es “la ceremonia”. Todos alrededor, queriendo saludar y tocar a los que ven el resultado de tanto trabajo previo. Luego vienen las caravanas por la ciudad, los festejos, los asados, las entrevistas.

Planificación

Pasado ese momento, hay que analizar cada partido, ese que se pudo ganar y no se pudo por muy poco. Mantenerse atentos al libro de pases y ver cómo sumar, porque la temporada que viene: “SE NOS DA”.

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