Por Mariano Tagliotti

 

No es una elección más la de este martes 3 de noviembre en el país de las barras y las estrellas. La identidad de toda una nación está en juego. Si seguir por el camino aislacionista, proteccionismo económico, de muros que se levantan y vía libre para la violencia policial (Trump declaró que entre los neonazis “hay muy buenas personas”) o virar suavemente hacia una democracia mas representativa, de fronteras levemente liberadas, economía abierta y rechazo a las ideologías supremacistas que propone Biden.

 

Trump, de 73 años, provoca estupor en el mundo, sus decisiones impetuosas le valen críticas por doquier, hasta en biografías publicadas por sus propios familiares o exasesores, y en los editoriales de los 197 principales diarios norteamericanos, sólo 2 lo apoyan explícitamente y piden el voto para el magnate neoyorquino. The New York Times llegó a definirlo como el “peor presidente de la historia”. Arribó a la Casa Blanca en 2017, perdiendo por más de tres millones de sufragios en la elección popular contra la demócrata Hillary Clinton, pero triunfante en el Colegio Electoral del anacrónico sistema eleccionario yanqui. Apoya su base de sustentación en la clase baja y media baja, blanca, personas sin estudios secundarios, desempleados, obreros industriales y gana casi unánimemente en los centros urbanos de menos de 50.000 habitantes. A pesar de su declarado racismo y rechazo a los hispanos, consigue entre un 20 y 25 por ciento del porcentaje de voto de estas minorías.

 

Por contrapartida, un político de centro con amplísima experiencia (tiene 77 años), el liberal Joseph Biden, vicepresidente por dos períodos de Barack Obama (2009-2017), busca “volver a la cordura” el devenir de la política americana, cruzada por la “irracionalidad de un payaso bocón”. Sí, ese tipo de cosas le dijo Biden en los debates presidenciales a su contrincante, que sistemáticamente no lo dejaba hablar y firmó spots publicitarios burlándose de la edad de Biden (“Biden for resident”), ubicándolo en hogares de ancianos. Los jóvenes, las mujeres, las minorías raciales, las personas con estudios universitarios y los habitantes de los grandes centros urbanos eligen favorito al candidato opositor.

 

Las claves de esta elección se encuentran en dos estados fundamentales por su carácter cambiante. Florida (27) y Pensilvania (21) aportan entre las dos 48 votos del Colegio Electoral. En 2017 allí ganó Trump, que va atrás por entre 4 y 8 puntos en los sondeos en dichos territorios. Biden apuesta a confirmar la tendencia, y de ser así, arrasaría en las generales. La esperanza de Trump es ganar por muy poco margen estos dos estados, e imponerse en Texas (34) y Ohio (20), por lo que tendría carácter competitivo, afianzándose en el denominado “VOTO VERGONZANTE”, americanos que esconden su preferencia y se muestran indecisos ante las encuestas, pero terminan votando al multimillonario de los bienes raíces.

 

Aproximadamente 160 millones de ciudadanos estadounidenses definirán el futuro presidente de su país, mediante un sistema eleccionario complicado sobremanera por la pandemia.

 

Una de las dos superpotencias mundiales (la otra es China) decide su máxima autoridad, mirando de reojo a los compañeros de fórmula (Harris por los demócratas, Pence por los republicanos) debido a la avanzada edad de los candidatos y con todo un planeta atento, ya que a pesar de limitar su autoridad a los Estados Unidos, el presidente que salga victorioso del “SuperMartes” tendrá mucho peso en el destino de la humanidad al completo. 

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