Desde la organización de los animales en cuadros más chicos para evitar sobrepastoreos, el respeto por la biodiversidad en bosques a través de un manejo silvopastoril o corredores de biodiversidad, hasta galpones de esquila que contemplan el bienestar animal y el confort del personal, Morro Chico es hoy un modelo en producción agropecuaria.

 

El objetivo de los hermanos Gallié (Esteban, Juan “John” y Sebastián), cuarta generación que hoy administra esta estancia centenaria, es dejar un ambiente natural mejor que el que heredaron. Algo que logran con tecnologías, pero también con gente.

 

Todo empezó con John Hamilton, uno de los primeros pobladores de la zona, que emigró con 17 años desde Escocia y se instaló como ovejero en Malvinas. Durante el gobierno de Julio Argentino Roca, Hamilton y otros ganaderos se ofrecieron para poblar esta porción de continente. Se ubicó al sur de Santa Cruz, bien pegado a los, por entonces, no muy definidos límites con Chile. El legado lo continuaron las generaciones siguientes.

“Todos siempre tuvimos otra actividad, porque no son campos que den mucha rentabilidad, hostil desde lo climático (nevadas y sequías), pero siempre lo mantuvimos como legado pensando en cómo hacer mejor las cosas”, contó a Santa Cruz Produce Juan Gallié, ingeniero agrónomo que, desde 2017, está más involucrado en los destinos de Morro Chico, fundada en 1885.

Actualmente, Morro Chico tiene tiene 26.000 hectáreas, con 500 vacas madre raza mayormente Hereford, pero también algo de Angus, y 7.000 ovejas MPM (Merino Multipropósito), una raza que tiene tan buena lana como carne.

Sustentabilidad

“Nos empezamos a preguntar qué hacer para cambiar un modelo productivo histórico que nos estaba llevando al deterioro del ambiente natural que habíamos heredado”, relató Esteban. Y agregó: “Apostamos a soluciones creativas y sostenibles utilizando la tecnología que está a nuestro alcance, primero, hace diez años con la adopción de los pastoreos sustentables de pastizales, y con el INTA y el ingeniero forestal Pablo Peri y su equipo hacia un aprovechamiento de los bosques”.

 

El objetivo del cambio de mirada pasa por dejar un ambiente natural mejor que el heredado

Morro Chico se enmarca en lo que se llama Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI), esto es, una forma de ganar-ganar, tanto para la producción y los productores como para los bosques. En el año 2018 se conformó como campo modelo demostrativo de MBGI en Santa Cruz.

Lo que se busca con MBGI es producir proteína animal, carne vacuna, reconociendo los diferentes servicios ecosistémicos que ofrece el bosque. Se separan grandes extensiones en ambientes o cuadros más pequeños, que permite cuantificar y controlar mejor el tiempo que los animales están en un lote mientras otro se regenera.

También propende a un mejor uso de pastizales en vegas y mallines, y, en el caso de Morro Chico, se hace una protección de 100 metros a cada lado de ríos y arroyos, que ofician de corredores de biodiversidad.

A partir de raleos controlados de los bosques se obtiene madera con la que se hacen muebles y joyas generando mano de obra y desarrollo de artesanos de la región. Según Peri, “la industria maderera se tiene que adaptar al bosque y no al revés”.

Esteban Gallie describió el modelo: “Producir es un negocio, tenemos una mirada económica, pero también apostamos por una mirada social y ambiental, una visión integradora con inversiones en infraestructura que contemplan lo productivo, lo ambiental y al trabajador, que esté cómodo, que tenga buenas instalaciones para vivir en este lugar que es extremo”.

En lo productivo, apuestan por las certificaciones de calidad y bienestar animal y lo que ofrece una producción en un ambiente natural reconocido mundialmente.

Tienen certificación RWS (Responsible Wool Standard). Además, miden el uso y estado de los pastizales a través de monitoreos como el EOV (Ecological Outcome Verification).

Personas, la clave

“La implementación de todas estas innovaciones no es sencilla, depende de la infraestructura, pero también del equipo de trabajo, gente que pueda desarraigar las costumbres tradicionales de manejos y arreos con gritos y perros a otra forma, con banderas, que permita, sobre todo en el vacuno, un manejo diferente, que cree un vínculo con los animales, que los respete”, relató Juan.

Para los Gallié, el personal es determinante. Cuesta encontrarlo, incluso puede ser gente que no tenga necesariamente el conocimiento pero que esté “dispuesta a aprender estas nuevas maneras de trato animal”.

En la gran nevada de 1995, los vacunos aguantaron mejor, por lo que se decidió apuntalar la producción. “Estamos apostando a un manejo más intensivo, este año guardamos animales para recriar y ver si podemos hacer una terminación que nos permita llegar al frigorífico con un animal diferencial, todo a pasto”, contó Juan. El objetivo es, en principio, paliar un poco esa “diáspora” que significa criar un ternero en Santa Cruz, trasladarlo 1500 kilómetros a Río Negro o a Chubut para que se engorde, y que luego regrese como media res.

 

Es clave encontrar gente “dispuesta a aprender estas nuevas maneas del trato animal”

“A mí, me costó cambiar la cabeza porque venía de la tecnología de insumos y hoy veo que hay que apuntar mucho a la tecnología de procesos, esa que, por ejemplo, te permite, si hacés bien las cosas, aprovechar la misma bosta de los animales como fertilizante, en definitiva, todo está en la naturaleza, hay que saber cómo aprovecharlo”, reconoció Juan Gallie, para quien “el desafío más grande es encontrar la gente, tenerla motivada y en un buen clima de trabajo, eso es lo más difícil de cualquier cosa que quieras implementar”.

“Creo que Santa Cruz tiene un gran potencial, pero para nosotros, el camino es este, con el desafío de que se reconozca el plusvalor de producir en este ambiente, pero no sólo pensando en maximizar el ingreso, sino ser rentable, pero en un balance con el ambiente”, dijo Juan.

 

EN ESTA NOTA Campo Ovejas Producción Vacas

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