Nadie dice que se llega al éxito con facilidad. Es cierto, habría que definir qué es “tener éxito”, pero en resumidas cuentas, en un planteo ganadero, es alcanzar el objetivo propuesto en lo productivo, en lo ecológico y en lo económico. Sin descuidar lo social.

El INTA Calafate no es ajeno a ese desafío. Semanas atrás presentó los números de una estancia, Canigó, donde hace 9 años están trabajando técnicos de la institución junto al propietario del establecimiento (Ivo Domenech) para mejorar los índices productivos y económicos aprovechando recursos hídricos para el riego, aumentar la oferta forrajera y lograr un ordenamiento en todas las categorías del rodeo.

“Tenemos ya varios años de trabajo que nos sirven para mostrar no sólo cómo hicimos la adopción y adaptación de las tecnologías, sino también los números, porque de nada sirve que hablemos de innovación y técnicas si no hablamos de plata”, resumió Julio Cabana, jefe de la Agencia de Extensión Rural (AER) El Calafate.

Se hicieron intersiembras con gramíneas y leguminosas.

“Hay que propender a una fábrica de pasto, para aumentar la producción de carne”, apuntó Cabana. “Es sumamente importante la incorporación de categorías improductivas al circuito productivo como la vaca CUT (cría último ternero, hembras adultas que ya no se destinan a producción), que quedan en el campo por las dudas y mueren allí, hoy, en cambio, está todo dado para darle unos kilos a esa categoría, incorporarla a la cadena y venderla bien”.

Hay que propender a una fábrica de pasto, para aumentar la producción de carne

Cabana apuntó tres objetivos y problemáticas que se encontraron hace casi una década, cuando arrancaron en la estancia: mejorar la productividad del campo natural, sobre todo control de neneo, una especie arbustiva que en algunos lugares del campo cubría el 80-90% de la superficie; el segundo objetivo: aprovechar cursos de agua superficial casi permanente, y tercero: implantación y uso racional de pasturas para mejorar la receptividad de los campos.

 

Manejo de pasturas

Javier Mansilla, integrante del INTA, explicó que “uno de los pilares fundamentales en el proyecto para pegar el salto cuali-cuantitativo en la producción de carne era el aumento de la oferta forrajera, para lo cual teníamos la posibilidad de usar recursos hídricos, implantar pasturas bajo riego y mejorar la disponibilidad del pastizal natural por manejo y redistribución de agua además del manejo racional del pastoreo”.

Se inició con un área de 35 hectáreas. Hoy ya son 42 las implantadas con pasturas

Al comienzo, el área potencial a ser regada era de 35 hectáreas para pasturas implantadas. El desafío era lograr una obra con costo mínimo y con lo disponible. Así, se propuso un riego tipo “espina de pescado”, que consiste en un canal principal de conducción y regueras niveladas que funcionan como piletas de agua o reservorios.

Se generaron ingresos a través de las ventas de vacas de refugo de alta calidad

“Decidimos hacer intersiembra con gramíneas y leguminosas, sabíamos que las especies nativas son muy agresivas y nos iban a hacer competencia sobre la pastura implantada, pero no queríamos correr riesgo de pasar una rastra y tener erosión y voladura de suelo”, explicó Mansilla.

Actualmente, ya son 42 hectáreas de pasturas implantadas. Se delimitaron con alambrado eléctrico (se usan potreros segmentados de 5 hectáreas). “En base a los buenos resultados que se está evaluando no usar más los campos de verano (las veranadas) por logística, creemos que es posible,”, contó el profesional.

Planteo ganadero

Por su parte, el médico veterinario Rodrigo Ernesto Fernández sostuvo que “el campo tenía un área muy improductiva que pudimos ir mejorando”, apuntó como mojón inicial. Buscando un rodeo bovino con punto de equilibrio en servicio-parición-destete-recría”.

“Uno de los puntos más complicados que tenemos en Patagonia es la recría, porque en muchos establecimientos no se puede hacer, lo que nos lleva a ser eternos exportadores de terneros”. Es por eso que se trabajó bajo el precepto de mejorar la eficiencia, dando valor agregado a los terneros de destete. Para eso el objetivo era lograr un ternero por vaca por año; que el peso de esos terneros al destete sea superior a 150 kilos (en Santa Cruz el 55% de los establecimientos no logran llegar a ese peso), y tener edad de primer servicio de 24 meses.

55% de los establecimientos santacruceños no logra que el ternero, al momento del desteste, tenga un peso superior a los 150 kilogramos

Así se mejoró la calidad de los animales de venta “en estado corporal peso y homogeneidad racial de lotes; se generaron ingresos a través de las ventas de vacas de refugo de alta calidad; se hizo un aprovechamiento eficiente de las pasturas con la incorporación de alambrado eléctrico; se lograron vaquillonas de alto valor genético; aumentó la eficiencia en el uso del campo gracias al sistemas de pasturas y capacitación de personal con alto grado de compromiso”, explicó Fernández.

Hoy buscan aumentar las hectáreas implantadas con pasturas, generar reservas de forrajes, lograr novillos terminados para faena directa sin paso por feedlot, y, quizás lo más arduo, “generar un efecto contagio hacia el resto de los productores”.

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