Ailén Aikman se enteró que tenía cáncer el 2 de julio de 2018, cuando tenía 28 años. Cuando se habla de la enfermedad, quizás, el inconsciente lo asocia a una edad más adulta.

Es que, en términos estadísticos, la incidencia de un cáncer de mama entre los 20 y los 35 años es baja.

“Cuando me dieron mi diagnostico, no podía creerlo. En realidad, no lo entendía. Durante mucho tiempo pensé que sería solamente una cirugía más”, explicó.

Ailén es profesora de inglés y terminó sus estudios secundarios en el Colegio Salesiano de Río Gallegos, donde hoy da clases.

Aún recuerda llegar a la consulta médica en Buenos Aires y pedirle al mastólogo que “le quitara todo”.

“Obviamente, me dijeron que no. Allá por noviembre de 2018 comencé mi primera quimioterapia, para la cual creía estar super preparada. Me corté el pelo y me mentalicé que iba a estar divina”, rememoró.

Su creencia le fue en contra. “Se me cayó el pelo, me sentí débil, no podía tender la cama ni comer verduras crudas, ni tampoco estar despierta más de seis horas”, describió.

“Me desenamoré de mí”, contó en el crudo relato. En marzo de 2019, terminó lo que creyó sería “un trámite”.

“Me tocaba empezar con los rayos, ya que mi tumor era de los más jodidos que había, así que lo atacamos con todo”, detalló.

Al tener un buen estado de salud general, el tratamiento fue “exprés”: dos quimios por mes en el primer ciclo y una por semana en el segundo. “Los rayos no dolían, no me descomponían, sólo quemaban. Es como estar al sol sin protector solar”, explicó.

Para eso, explicó, te tatúan puntitos para saber dónde apuntar los rayos que, durante 45 días a la misma hora, se hacía en el Fleming, lugar que se volvió su “segunda casa”.

Ailén contó que se enojó muchas veces, pero nunca estuvo sola. “Fue el peor momento de mi vida, pero también en el que más amor sentí”, mencionó.

Para finalizar, llamó a todos a hacerse los controles y recordó que el cáncer no distingue edad, ni sexo.

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