Por Juan I. Martínez Dodda

Cuando uno se queda encajado después de una nevada en un camino rural pueden hacer dos cosas: protestar y seguir apretando el acelerador de modo que la cubierta se hunda más o bien bajarse, analizar el panorama y tratar de cambiar algo para salir airoso de la situación.
Así como sucede con un vehículo encajado, sucede en la vida de las empresas.

En este caso, de las agropecuarias, las pymes familiares de campo, que tienen que ir acomodando la vela como en una fragata para que los vientos impulsen hacia nuevos destinos.

Siguiendo con la metáfora de la fragata, la pandemia dejó sin viento a muchas empresas, emprendimientos y emprendedores.

Productores acostumbrados a lidiar con el clima, los precios, la presión impositiva o la escasez de demanda, tuvieron que arreglárselas con la imposibilidad de recibir turistas en sus campos, una actividad, el agroturismo, cada vez más desarrollada en las estancias patagónicas, poseedoras de historia y paisajes increíbles, atractivos para los turistas de todo el mundo.

La mayoría en Calafate trabajamos más del turismo extranjero que nacional, sobre todo los que, como nosotros, ofrecemos el turismo rural”, indicó Juliana Jansma, cuarta generación de la familia propietaria y encargada del negocio turístico de una estancia, ubicada a 50 kilómetros de El Calafate.

Las estancias patagónicas son poseedoras de historia y paisajes increíbles

NiBePo Aike tiene más de 100 años de existencia, y su actividad principal es la cría y desarrollo de la genética bovina, la producción ovina. En su caso, desarrollan el agroturismo a orillas del Lago Argentino.

Para la gerenta “los turistas argentinos creen que es algo sólo para extranjeros y a muchos no les interesa ir al campo porque lo tienen a la vuelta de la esquina”, señalando que Argentina “tiene campos por todo el país”.

Pero la pandemia permitió cambiar en cierta forma ese concepto. “La imposibilidad de viajar hizo que muchos argentinos pudieran redescubrir la oferta turística que tenemos en Patagonia vinculada a las estancias y el turismo rural”, contó Jansma.

Remarcó que “acá tenemos paisajes increíbles también para los argentinos, y por suerte la temporada pasada muchos se animaron y descubrieron esta zona”. Juliana reconoció que estudió Recursos Humanos, sin pensar que se iba a dedicar al negocio familiar.

Pero desde hace cuatro años se dedica a esto junto al resto de su familia, siguiendo el legado que les dejó Santiago Peso, el fundador de la estancia, cuando vino de Croacia a fines del siglo XIX.

Reconvertirse

“La pandemia nos liquidó, cortó el flujo de extranjeros, que eran nuestro principal ingreso turístico, y la ganadería fue el motor que bancó todo y nos permitió aguantar hasta diciembre de 2020 y el verano de 2021 que pudimos reabrir”, contó Jansma.

“Intentamos aggiornar el servicio que brindamos para darle continuidad a las personas que trabajan cada temporada acá y recibimos muchas familias argentinas, nos sorprendió la cantidad de gente”, dijo Jansma.

Así y todo, para ellos, como para otros propietarios dedicados al agroturismo, la temporada fue a pérdida, algo que, en el sector, se repitió en muchos lugares. Pero dejó expectativa para lo que vendrá.

Para 2021/22 esperamos que sea una temporada mejor que la anterior”, y se basan en que observan “intención de viajar” al tiempo que “consultas de pasajeros hay muchas”.

Aunque la cautela está vigente, sobre todo por lo que sucederá con el turismo extranjero: “Habrá que esperar y ver cómo es la apertura de fronteras”, reconoció Jansma con cautela. En tiempos habituales, la temporada arranca el 1 de octubre y va hasta el 15 de mayo. Es lo que se puede por ventana climática.

“El gran desafío de todos los que estamos acá en agroturismo, es publicitar que El Calafate es mucho más que el glaciar Perito Moreno, tenemos muchas cosas para hacer y tenemos que sacarnos de encima el peso de que es un destino para extranjeros”, dijo Jansma.

Y agregó: “Con la pandemia y el cierre de fronteras para extranjeros nos adaptamos, por ejemplo, a recibir familias con niños pequeños, y pasajeros que se quedan más tiempo, porque el extranjero viene unos pocos días y sigue recorriendo, en cambio los argentinos vinieron y se quedaron, entonces hay que ofrecerles alternativas y actividades distintas, tuvimos que adaptarnos”.

Contar, comunicar

Y con la llegada de familias con niños, surgió otro desafío. Empezaron a ver que era importante contar y mostrar cómo se trabaja en el campo.

Surgió a partir de tratar de generar algo para los más chicos, que la verdad no teníamos muchas actividades y los empezamos a llevar a la huerta, a la granja y les contamos y mostramos de dónde se obtienen los alimentos como los huevos y la leche y las verduras”, contó.

Esto se repitió en todas las estancias. De hecho esta impronta de comunicar cómo se trabaja en el campo, se vincula con los objetivos trazados desde la Sociedad Rural Lago Argentino, presidida por otra mujer, Ariela Aristizábal, quien convocó a Juliana Jansma a ser parte de la comisión directiva.

La pandemia las obligó a reconvertirse y ofrecer alternativas al turista argentino

“Comunicar de qué manera se produce en el campo es uno de los desafíos interesantes que tenemos por delante y de los que me motivaron a estar en la Rural”, dijo Jansma. Por otro lado, también “para que siga el apellido vinculado a la institución, porque mi padre ha estado y ahora o en breve tocará tomar la posta”.

Me parece interesante revalorar el trabajo en el campo, me da (piensa, busca la palabra adecuada, pero se queda con) bronca, la mirada que a veces se tiene desde las ciudades de lo que se hace en el campo, como si fuéramos todos millonarios haciendo nada”, lamentó Jansma.

“A veces siento que la gente no viene para esta zona por desconocimiento, pero nuestro país tiene un montón de lugares por descubrir, siento que fallamos en darnos a conocer”.

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