Este 22 de mayo, cerca de las siete de la tarde, se cumplirán exactamente dos años de la desaparición de una ciudadana de Río Gallegos, hecho por el que una comunidad se encuentra expectante de conocer novedades, pero el paso del tiempo parece haber consumido todas las esperanzas.
Se trata del caso de Marcela López, una abuela de seis nietos que hasta el día de hoy esperan que regrese a casa.
Marcela era una mujer que vivía en la calle Bouchardo y, hace exactamente dos años, dejaba su domicilio con las luces prendidas y salió a caminar hasta la costanera. Antes de llegar a la ría pasó a comprar unas mentitas en un kiosco y, cuando abandonaba el comercio, saludó a uno de sus nietos que estaba esperando a su mamá que también estaba comprando.
“No la vi. Capaz por el barbijo no la reconocí”, diría después Analía Barría, hija de la mujer que había entrado al kiosco emplazado a unas pocas cuadras de la casa de Bouchardo.

El clima era muy similar al que se registró esta semana. Con días nublados, temperaturas que apenas superaban los 3° de sensación térmica y poco viento, Marcela trotó por la calle Chiclana, tal como lo indicó la cámara de seguridad que la registró en la zona y a la que La Opinión Austral tuvo acceso exclusivo en su momento.
La vecina estaba por llegar al Borde Costero. Antes de eso se había quedado hablando con unos pescadores que probaban suerte aprovechando la marea. Unos de los últimos que la vieron con vida antes de que su paradero, hasta el día de hoy, sea un misterio. De acuerdo al testimonio que ellos dieron luego a la Justicia, notaron a la mujer tranquila, hasta hablaron de como estaba el mar.
Marcela llegó al Borde Costero donde, casualmente, se encontró con otros familiares. A ellos les diría que después retornaría a la casa, pero eso nunca sucedió y, luego de dos años, continúan esperando que vuelva.
Eran las ocho de la noche del mismo día. Rocío González, la hija menor de Marcela, llegaría al domicilio que ambas compartían y no la encontró. Todo le pareció extraño. La desaparecida había dejado su celular y su billetera con unos veinte mil pesos dentro de su auto que estaba con las puertas abiertas. Además, como se dijo más arriba, las luces de la casa estaban prendidas.

El caso es seguido por este diario desde el primer momento y conoció detalles exclusivos de lo que pasó antes y después de que se denunciara la desaparición de Marcela en la Comisaría Sexta. Rocío se comunicó con Analía, Claudia Barría y con “Marito“ González (el resto de los hermanos), para saber si alguien tenía información sobre su madre. Desde ese momento, nadie sabe que pasó con la mujer.
Marcela López es conocida por muchos como una de las hijas de María Inés Frey y de José Domingo López, que desde 1983 están a cargo del mítico Hotel Colonial de la calle Rivadavia. Asistió al colegio Dr. Julio Ladvocat y durante años trabajó en la Caja de Previsión Social, en el último tiempo hacía actividades en centros recreativos para ocupar su tiempo.
Además, luego de dos años, su rostro aun se puede ver en taxis, remises y móviles de la Policía. Esto se resolvió a través del Concejo Deliberante de Río Gallegos. En las paredes del centro también hay carteles que piden por su aparición con vida, muchos de ellos ya bastantes desgastados por el evidente e inevitable paso del tiempo.

Cuando los hijos de Marcela hicieron la denuncia, tomaron el celular de su madre y, tal como luego explicaron, habían googleado cómo iban a estar las mareas aquel día. Con la presencia de la oscuridad de la noche, las tareas para encontrarla se ralentizaron y se complicaron.
El punto cero de la búsqueda sería el galpón del borde costero. Luego se encontrarían parte de las pertenencias en el muelle fiscal. Una campera negra con detalles rojos y las zapatillas negras. Todo estaba acomodado de manera perfecta. Ella los habría dejado en orden.
Las fuerzas de seguridad trabajaron incansablemente desde el primer día. Durante semanas se pudo ver en la costanera a semirrígidos y gomones de la Policía de Santa Cruz, de Bomberos, de Prefectura Naval y hasta el Ejército estuvo colaborando con una sonda. Incluso los vecinos, de manera desinteresada, dieron una mano con la búsqueda.
Todas las hipótesis, desde un primer momento, marcaban que Marcela habría tomado la drástica decisión de quitarse la vida arrojándose a las gélidas aguas de la costanera, luego la marea se la llevaría con rumbo desconocido.

La familia tomó contacto con Jorge Trevotich, un amigo de la infancia de la vecina con la que hasta había compartido aula en el Ladvocat cuando eran chicos. En ese momento comenzó una serie de “tires y aflojes” con Valeria López Lestón, jueza que estuvo a cargo de la instrucción de la causa por averiguación de paradero, sobre los pedidos de la querella para ampliar la investigación.
La Policía, con anuencia de la Justicia, continuó con los rastrillajes durante días, pero nunca surgió un nuevo rastro fehaciente que ayude a encontrar a la vecina. En paralelo y de manera periódica, López Lestón se juntaba con Rocío -quien se puso la lucha para hallar a su madre al hombro- para contarle sobre los operativos que se hacían por esos días.
Era julio de aquel año. Con las nevadas y las esperanzas que bajaban, apareció un papel cerca de la casa de la hermana de la desaparecida. “Marcela está enterrada en la casa de Balado“, decía el mismo en relación a la última pareja de Marcela.
Curiosamente o no, al día siguiente apareció en escena Marcos Herrero. Un infame personaje que desvió la investigación. Dijo ser un perito que, con sus canes, iba a encontrar a la vecina. Plantó huesos en la casa del ex de Marcela que luego se sabrían eran del mismo cadáver de otra persona que halló en el marco de la búsqueda de Viviana Luna, una mujer que está desaparecida desde 2016 en Potrerillos, Mendoza.
Se examinaron propiedades de Balado y encontraron otros restos óseos. En el medio, este personaje polémico elucubró una teoría de dólares termosellados y un presunto secuestro extorsivo que, junto a Trevotich elevaron a la Justicia Federal. El Juzgado local no dio lugar ya que para que, por ejemplo, allá un secuestro tiene que haber un pedido de rescate. Además los presuntos billetes nunca fueron encontrados.
Luego de unos meses, saldría a la luz la verdad: la Justicia de Mendoza había iniciado una investigación contra Herrero, la Fiscalía cuyana solicitó los huesos encontrados en la casa de Balado para compararlos con los hallados en Potrerillos: eran del mismo cadáver.

Herrero estuvo un tiempo detenido, luego obtuvo domiciliaria. Recién en marzo de este año fue condenado a ocho meses de prisión en orden a los delitos de falsa denuncia, falso testimonio, usurpación de títulos y encubrimiento simple, por lo que quedó en libertad.
Los esfuerzos desperdiciados en la teoría de Herrero hicieron que se pierda tiempo fundamental para direccionar la investigación en busca de la vecina. Aunque los rastrillajes se extendieron y hasta hubo un trabajo intenso durante una semana completa, en octubre de aquel año, abarcando toda la costa del estuario, los resultados siempre fueron los mismos: negativos.
El paradero de Marcela es un misterio. Desde febrero de este año, la jueza Valeria López Lestón se jubiló y el expediente todavía está en el edificio del Juzgado de Instrucción N° 2, actualmente subrogado por Fernando Zanetta. La búsqueda está frenada hasta tanto aparezcan nuevos indicios que puedan ayudar a dar con la mujer.
Lo cierto es que nada se sabe de Marcela López y quizá, solo el agua de la costanera conozca lo que realmente pasó con la vecina. De igual manera, tanto su familia, como gran parte de la comunidad, espera que ella pueda volver a su casa y abrazar a sus seis nietos
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