La noticia de la muerte del doctor Marcelo Casaro impactó de lleno en el ámbito de la salud, pero trascendió a la comunidad entera. Es que el infectólogo de 49 años también prestaba servicio en la Policía de Santa Cruz.

 

A poco más de 15 días de su fallecimiento, sus compañeros de los dispensarios municipales de Río Gallegos escribieron un emotivo texto para despedirlo.

 

La carta completa

 

ETERNO RECUERDO, PALABRAS DEL CORAZÓN

Es extraño el vacío, crece como un universo interior, repleto de silencios y lágrimas que se acumulan y luego desbordan desde nuestros párpados. No es fácil ingresar a los lugares comunes y oír de pronto el rechinar de la puerta a la misma hora, imaginar y escuchar a las chicas reír y saludar con algarabía, porque ya no es lo mismo. Ahora, son momentos invisibles. No, no es fácil, surcar cada día porque se nos van piezas importantes.

Cimientos del día a día…¡Se nos van amigos!. Dicen que algo perece en nuestra alma, cuando un amigo resuelve reencontrarse con sus amores en el cielo o cuando la vida nos los arrebata.

Y quedamos rotos y no hay curitas para sanar la angustia, preferimos creer que Dios se lo llevó para hacer un cielo mejor, y que él nos cuida desde arriba.

Dicen que algo se muere y se torna en abismo la esperanza.

¿Por qué el dolor nos deja rotos?…querido Marcelo, sabés, donde quiera que estés ahora, que te consideramos nuestro amigo… ¿Sabés por qué?…Porque cuando este desconsuelo del mundo se calme y el dolor deje de abofetearnos, sabremos que quien nos dio fuerzas todo el tiempo para seguir luchando fue tu recuerdo. Tu infinita confianza y alegría, esa calma de tu voz que daba certezas, porque sabíamos todos que, de tu corazón, no salían más que bellos sentimientos.

Decías una frase: “¡Corrientes los va a salvar!” y atendías siempre a todos sin importar nada de nada. Te veías como un tipo bueno, humilde, sencillo, como son las personas con sabiduría.

¿Recodás?: “¡¡Doctor abríguese!!” cuando te retábamos porque venías desabrigado o con el cuello al aire en pleno julio, ungido quizás de esa fortaleza que tienen las almas que conocen la vida.

Un hombre íntegro, y no es que cuando los amigos se van de repente son buena gente, sino que se notaba que eras un excelente ser humano, servicial firme y flexible según la situación, respetuoso, nunca una palabra incorrecta, cariñoso.

Durante esta pandemia traías las recetas temprano, antes que llegue el sol a entibiar la puerta, porque los pacientes las necesitaban. Nos dejabas buenos deseos y el lugar, ese lugar nuestro, el dispensario de todos los que amamos el servicio público municipal, rebalsaba de energía en ese instante.

Esa mirada de amigo que nos entregabas es quizás el sentido de este recuerdo…¡y la sonrisa! …que rompía los hielos más temibles.

Pensar en todos esos seres que hemos perdido en esta pausa, excelentes profesionales y colegas de la Salud, gente, amigos que no pudimos despedir, un mal sueño.

Resolvimos, tus amigos y compañeros de todos los dispensarios que te recordamos y reconocemos como la persona que se adueñó de nuestros corazones. Escribirte estas palabras, diciéndote “Amigo”… porque eso significas para nosotros, Marcelo, y me permito tutearte porque los amigos se respetan a través de los actos.

Y si, el silencio es ensordecedor, el vacío creció hasta convertirse en abismo.

Nos sentimos rotos, pensando en tu familia, en esta ausencia repentina y absoluta. En las palabras no dichas y los abrazos que quedaron. Amigo, ya volveremos a encontrarnos.

Tus compañeros de los dispensarios: Tito Moreno, Calcuta, Borelli, Ferrada, Fenton y Libreta Sanitaria Municipal.

EN ESTA NOTA Marcelo Casaro

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