Un grupo de investigadores argentinos concluyó que el magnesio es determinante para la descomposición de la hojarasca bajo los árboles. Hasta ahora no era tenido en cuenta. Entender estas dinámicas permite tomar mejores decisiones de manejo pensando en el ambiente y la ecología.

Juan I. Martínez Dodda

En un gramo de suelo hay 10.000 millones de
bacterias y arqueas más que la totalidad de habitantes en todo el planeta,
también otros organismos del suelo como insectos y lombrices juegan un rol
fundamental. Entre ambos, tienen dos grandes funciones respecto del suelo que
habitan: una es colaborar en la estructura, la otra, la fertilidad a partir de
la descomposición.

Pero entender la dinámica que se juega bajo tierra
o al pie de los árboles es más complejo aún. ¿Cuánto tarda un vegetal en descomponerse y
liberar sus “bondades” al suelo y la atmósfera? A partir de esta pregunta, y
haciendo foco en la descomposición de la hojarasca en bosques
andino-patagónicos, investigadores de la Facultad de Agronomía de la
Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y el Conicet, descubrieron un “jugador”
clave que nadie tenía en cuenta: cuando hay magnesio la descomposición se
acelera.

“Los estudios sobre
controles de descomposición de la hojarasca siempre estuvieron enfocados desde
un modelo clásico que tiene en cuenta parámetros de clima, como son la
temperatura y las precipitaciones (humedad y las características de la
hojarasca, principalmente la lignina, un compuesto de estructura compleja que
le otorga sostén a las plantas y dificulta la tarea de los descomponedores”, explicó
a Santa Cruz Produce la docente de
la cátedra de Ecología de la FAUBA e investigadora de Conicet, Lucía Vivanco.

Todo esto tiene que ver con la ecología, con el ciclo del carbono. “Entender mejor la dinámica de funcionamiento de los ecosistemas puede ayudar a tomar decisiones ahora, con políticas que permitan desarrollar estrategias de manejo ya pensando en el futuro del planeta”, esgrimió Vivanco. En este sentido, la descomposición de la hojarasca es una de las vías principales por las cuales el CO2 vuelve a la atmósfera.

“Contrariamente a lo que esperábamos, a pesar de los casi 900 mm de diferencia, la descomposición se hizo a la misma velocidad en los dos bosques trabajados” . Foto: (Luis Pérez).

El estudio fue realizado
a lo largo de dos años, en la parte norte de los bosques andino-patagónicos, en
Neuquén. Se seleccionó un bosque con 1.350 milímetros de lluvia anual y otro
con 2.200.
“Contrariamente a lo que esperábamos, a pesar de los casi 900 mm
de diferencia, la descomposición se hizo a la misma velocidad en los dos
bosques trabajados”, indicó Vivanco. Y agregó: “Esto nos llevó a investigar
otros factores”.

Así, vieron que importa
más la especie de hojarasca que está en descomposición que el clima en sí. Al
estudiar la composición de esa hojarasca bajo los árboles “saltó la banca”:
“Encontramos muchas propiedades químicas ya estudiadas, pero una, la cantidad
de magnesio, fue la que tuvo más relación con la tasa de descomposición, algo
novedoso porque no hay antecedentes al respecto”, explicó Vivanco.

Para la investigadora,
hallazgos como este son importantes porque “ayudan a entender
que las decisiones de manejo que se toman sobre las especies de árboles tienen
impacto directo sobre el ciclo de carbono del bosque”. Otro mensaje que dejó Vivanco es que
“más allá de la bibliografía e investigaciones sobre el funcionamiento de los
bosques en general, es importante generar datos propios de nuestros bosques y
su dinámica”.

Respecto de lo que viene,
Vivanco anticipó que ahora están haciendo ensayos para ver si, más allá de esta
“relación asociativa natural hay una relación causal”, esto es, si agregando
magnesio al suelo o a la hojarasca también se logra una aceleración de la
descomposición.

También en Santa Cruz

La descomposición, tanto
de hojarasca como de raíces de ñires y gramíneas con y sin interacción con
animales, fue también objeto de estudio en la provincia de Santa Cruz.

El grupo de Investigación
Forestal, Agrícola y Manejo del Agua del INTA Santa Cruz, la Universidad
Nacional de la Patagonia Austral y profesionales del Conicet buscaron conocer
el efecto del uso silvopastoril sobre la descomposición de hojas de ñire y
también el aporte que hacen las raíces al sistema cuando mueren, se descomponen
y liberan sus nutrientes.

Se concluyó que las hojas
de ñire se descomponen más rápido en el sistema silvopastoril (14 años vs 17
años en bosque primario) y a su vez que las raíces de árboles de ñire
enterradas después de dos años aún contenían entre 77 y 88% de su masa original
sin descomponer. Esto permite inferir que las raíces de estos árboles tardan en
descomponerse totalmente unos 85 años. Por otro lado, no hubo diferencias
significativas entre el bosque primario y el usado con ganado. Por su parte, se
observó que las raíces de gramíneas se descompusieron más rápido y tardarían
unos 25-30 años para descomponerse totalmente.

La diferencia en los
tiempos entre árboles y gramíneas tiene que ver con que las raíces de ñire
contienen mayor cantidad de lignina (lo que las hace más difícil de
descomponer) y a su vez, son de mayor diámetro, por lo que le cuesta más
atacarlas a los microorganismos descomponedores.

FOTOS: (LUIS PEREZ).

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