Héctor Tejada (78) es sanjuanino, estudió medicina en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), hizo su residencia en Pediatría y en 1977, migró a la Cuenca Carbonífera.
Seis años después, se mudó a la capital santacruceña, donde trabajó en la Clínica San Juan Bosco y en el Hospital Regional Río Gallegos. Además, fue uno de los fundadores Centro Integral del Niño y Del Adolescente (Cinad) y presidió la Fundación Centro de Medicina Nuclear Patagonia Austral (CEMNPA).
Desde 1993 se mantiene actualizado cursando el Programa Nacional de Actualización Pediátrica (PRONAP) de la Sociedad Argentina de Pediatría y si bien se jubiló hace 20 años, continúa atendiendo en su consultorio.
En el Día del Pediatra, será reconocido como miembro honorario nacional de la Sociedad Argentina de Pediatría.
La Opinión Austral: ¿Qué hizo que elija medicina?
Héctor Tejada: Si me escuchan los psicólogos van a decir que estoy loco, pero nunca pensé que iba a ser médico, nunca pensé que iba a ser pediatra.
Estudié en la Normal Sarmiento de San Juan, soy maestro. Iba a estudiar ingeniería en la Universidad Nacional de Cuyo y en eso estaba cuando con unos amigos decidimos inscribirnos en medicina. Me di cuenta que era bueno estudiarlo y terminé la carrera antes de los seis años.
¿Por qué pediatría?
HT: En un primer momento quería hacer cardiología general en el Hospital de Clínicas de Córdoba. Cuando me recibí, había cerrado la inscripción a la residencia entonces, me ofrecieron que me quede como pre-residente en el Servicio de Cardiología y que empiece al año siguiente como residente, pero la necesidad tiene cara de hereje.
Económicamente me costó muchísimo estar en Córdoba. Unos amigos sanjuaninos me dijeron que había una linda residencia de pediatría, volví a San Juan, estuve en la casa de mi madre y empecé la residencia, ahí empecé a notar que me gustaba todo lo que estaba haciendo.
Terminamos la residencia mal porque en el año 76, el golpe militar nos cerró el hospital. La dictadura militar puso en San Juan a la Armada y un teniente nos reintegró con la condición de que teníamos que ir al interior de la provincia. A mí me tocó ir a San Martín y Angaco, lugares muy pobres, muy cerca de la ciudad de San Juan. A los seis nos repartieron hasta cumplir los seis meses de residencia y recién ahí nos entregaron el título.
¿Cómo llega a Santa Cruz?
HT: Quería ir a México y hacer neurología pediátrica, no se pudo. En el ínterin, un ingeniero jujeño, jefe de mina, andaba buscando un pediatra porque en Río Turbio no tenían.
La salud pública en Río Turbio estaba manejada por una sociedad médica privada y fueron los que me contrataron. Llegué, empecé a trabajar y luego de dos meses, me entregaron una casa amueblada, me atendieron muy bien. Viajé a San Juan y traje a mi familia, mis hijos eran muy chiquitos. Mis años en Río Turbio fueron hermosos.
Armamos un servicio de pediatría, empecé a seleccionar a algunas enfermeras y a enseñarles para que me ayuden en la atención.
En aquél entonces 28 de Noviembre era muy chiquito, había una sala de primeros auxilios y la provincia me nombró pediatra de la sala.
Trabajaba a la mañana hasta las tres de la tarde en Río Turbio, tomaba el auto y me venía a 28 de Noviembre. Era toda una aventura porque en la ruta no era como ahora, había nieve, había hielo. Más de una vez tuve que dejar el auto en 28 y que una camioneta me lleve para el yacimiento.
En 1979 se inauguró el hospital de 28 de Noviembre con un solo médico, yo. Y en el ‘83, con mi mujer lo analizamos y nos vinimos a empezar de nuevo en Río Gallegos. Empecé en la Clínica San Juan Bosco, luego me dieron el traslado al viejo hospital, siempre en pediatría.
Encontré gente muy buena, el doctor Soria, el doctor Campoy, me recibieron muy bien, yo era el más joven, trabajamos muchísimo.
Después, tuve un consultorio privado en calle San Martín. Como éramos poquitos, trabajaba bastante, toda mi vida trabajé así. Luego tuve el consultorio en Chacabuco y Mayer, hasta que con un grupo de colegas formamos el CINAD en calle Pellegrini, lo inauguramos el 20 de octubre, que es el día de la pediatría, así que siempre festejo doble.
¿Cómo fueron las primeras consultas en la Cuenca?
HT: Al estar tan lejos de todo, estábamos muy incomunicados. Cuando nevaba mucho en invierno, a veces lo único que llegaba era el tren carbonero en el que iban los diarios, ni el ómnibus pasaba por los voladeros que se armaban. Era un poco duro trabajar en aquellas condiciones.
Había que tener muchas razones para derivar, cuando vine a Río Gallegos me di cuenta que también había que derivar porque carecíamos de mucha tecnología, pero de a poco se ha ido logrando y creo que ahora estamos en un nivel tecnológico bastante aceptable, ya no se deriva tanto como antes, eso quiere decir que por lo menos se avanzó tanto en la salud pública como en la actividad privada.
En aquél entonces no existía internet, ni la computadora, yo tenía libros y era todo que tenía para consultar. Todos esos conocimientos que adquirí como de residente, todo ese aprendizaje con grandes maestros que había en aquella época, me sirvió muchísimo para estar en esa soledad y poder solucionar mínimamente los problemas que la gente con sus chicos presentaban.
¿Con qué casos complicados se encontró?
HT: En aquel entonces no teníamos vacunas como ahora, no teníamos las vacunas para la meningitis, para la hepatitis, entonces eran enfermedades muy severas. A raíz de las vacunas que hay, ya no las vemos, por suerte. Esto vale para quienes lean, vacunen a sus chicos como debe ser porque si algo cambió la salud pública en nuestras vidas han sido las vacunas.
¿Cómo fue irse de la Cuenca?
HT: Cuando vine a Río Gallegos todos los amigos hicieron una reunión inmensa en el Tiro Federal de Río Turbio. Encontré en una caja dos pergaminos enormes llenos de firmas de la gente que estuvo esa noche.
Fueron seis años de crecimiento absoluto, nuestros hijos crecieron ahí y cuando nos vinimos para acá, no querían porque acá no había nieve. Durante los primeros años, cuando nevaba, volvía a Turbio para que los chicos esquiaran.

Fui fundador del Club Andino de Río Turbio, lo que primero me molestaba que era el frío, la nieve y demás, lo terminé usando para mi beneficio familiar.
Acá estoy jugando al golf, también soy socio fundador del Río Gallegos Golf Club, pasan los años y uno juega peor, pero el asunto es jugar.
¿Cómo fue la experiencia en el HRRG?
HT: El jefe del servicio de Pediatría era el doctor Soria, empecé a trabajar muchísimo en el hospital, uno va creciendo.
Hice mucho trabajo en los barrios. El primer centro de salud que hubo acá fue en el barrio Belgrano, había una hermana y ahí, atendía a chicos. Después, cuando empezaron a venir más pediatras a Río Gallegos, hicimos la filial de la Sociedad Argentina de Pediatría. Pudimos hacer educación para la salud, los sábados nos juntábamos en los diferentes CIC, llevábamos un proyector con diapositivas, juntábamos a la gente y le enseñábamos un poco.
La atención primaria debe ser afuera del hospital, mientras más reforcemos la atención primaria de los barrios, menos gente va a los hospitales. A los barrios tienen que ir los mejores, no tiene que ser un castigo a un médico o a una enfermera.
¿Cómo fue la experiencia en el CEMNPA?
HT: Cuando se terminaron esos centros, que eran cinco en el país, hubo un cambio de gobierno y por problemas que todo el mundo conoce hicieron un stand by. La doctora Kirchner que era gobernadora y la ministra de salud, que era la doctora García, me consta que hicieron muchas cosas para que la provincia pueda habilitar ese centro.
Recuerdo que lo leí en La Opinión cuando vino el presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica, hicieron una reunión en Casa de Gobierno y él sugirió que hagan una fundación.
Era un desafío lindo y más con la gente que trabajé, con el arquitecto Freddy Martínez, con el doctor Ignacio Roldán, entre otros. Tuve el honor de presidirla. La gente necesitaba ese centro con urgencia y se colmaron las expectativas.
En lo económico no era fácil, pero al poco andar pudimos este ser autosuficientes. Lo que pasa es que en este país, tenemos dos monedas, el peso que vale poco y el dólar que vale mucho. Como toda la maquinaria y todas las cosas técnicas que hay ahí son valor dólar, nos veíamos en figurilla para tratar de conjugar todo eso, pero con la capacidad que tienen los técnicos, los profesionales, los administrativos, toda la gente del CEMNPA, realmente supimos zanjar un montón de problemas.
Espero con mucha alegría que ande bien y que sea quien sea que lo maneje, lo hagan con la conciencia de que la gente lo necesita y mucho.
¿Qué característica considera la más importante en un pediatra?
HT: En estos momentos la salud pública en la Argentina está en crisis, crisis en lo en lo humano, crisis en lo que está pasando en el hospital regional, en la provincia, es generalizado.
Mi humilde consejo es muy simple… los conocimientos no están en el aire, están en los libros, mientras uno más se forme, mejor salud vamos a tener.
¿Por qué sigue trabajando?
HT: Más de una vez he querido decir, “bueno, ¿hasta cuándo?”, pero lo sigo haciendo con las mismas ganas. Creo que ahora estoy haciendo mejor medicina, no sólo con el chico, sino también con la familia que la que hacía antes porque no sólo está el estudio, sino que está todo un círculo que uno va cerrando a medida que va creciendo en la edad y en lo profesional.
Veo a veces a los hijos de aquéllos que fueron pacientes míos cuando eran niños, es una cuestión generacional. Es muy lindo porque más que pacientes los veo como amigos. De tantos verlos, de conocerlos de niños y ahora como padres, es una relación hermosa la que tengo con los pacientes.
Recuerdo que una vez, para el Día de la Pediatría, nos invitaron a la radio del obispado y se nos ocurrió tener un día entero en la radio. Estuvimos hablando desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde, con música, con historias, con todos los pediatras que iban y venían.
Recibíamos preguntas de todo el mundo a través del teléfono, las contestábamos a todas. Más original que eso no vi otra cosa en el día de la pediatría, un día entero en una radio conversando con la gente.
¿Qué le significa la pediatría?
HT: Es mi vida. Si no hago eso… ¿qué hago entonces? Todavía tengo muchas ganas de hacer cosas. Si tuviéramos un clima lindo estaría todo el día jugando al golf, pero con los vientos que hay no se puede.
Además, lo hago con agrado y a veces hasta con miedo. Quien no tenga miedo creo que está equivocado. Y cuando veo algo que es un diagnóstico jodido, vuelvo a aquellos años, agarro mis libros y empiezo a estudiar de nuevo hasta estar bien seguro.
Leé más notas de La Opinión Austral
Compartir esta noticia
Dejanos tu comentario