Sociedad

Evocaron al padre Juan, "mediador de Dios ante los hombres"

Por La Opinión Austral


Nacido en Segovia cuando despuntaba el siglo pasado, llegó a la Patagonia para no irse jamás y la definición no es una metáfora: Su cuerpo descansa en la parroquia de Lisandro de la Torre, en el interior del templo. Ayer fue recordado por la comunidad que vio nacer.

 Un mural acompañaba ayer la serie de fotografías aportadas por la comunidad en su recuerdo.
Un mural acompañaba ayer la serie de fotografías aportadas por la comunidad en su recuerdo.

* Por Mario Santillán

Con una misa y una exposición de fotografías más una proyección de Power Point, la comunidad de la parroquia San José Obrero y otras de la ciudad evocaron la figura del sacerdote Juan Barrios, a cinco años de su deceso.

En más de medio centenar de fotografías se podía recordar la figura del religioso; en una de ellas, a modo de comentario, uno podía leer la ironía: "Recursos pastorales del padre Juan: Jugando al truco con los fieles".

Bendición de comuniones, casamientos, bautismos, responsos, vigilias pascuales, vía crucis, todas estas actividades en las que desplegaba un fervor que lo hacía único y los fieles llegaban a percibirlo, "no habrá otro como él", fue otro de los comentarios ante la pregunta cómo se recordaba su figura.

El sacerdote fue impulsor de varios templos en esta capital e incluso apoyó de manera decidida la urbanización del actual barrio San Benito en años en que la traza de calles y manzanas aún ni siquiera se pensaba.

En el corazón de esa barriada levantó una iglesia de estructura similar a un monasterio, el templo que rige una abadía. Con dos torres elevadas, tenía el anhelo de que desde la ruta, ya sea por Asturias camino a Chimen aike o por la transversal hacia la ruta nacional 3, esas dos elevaciones pudieran ser divisadas por los automovilistas. No lo llegó a ver; murió antes.

Nacido en Segovia, España, un 10 de mayo de 1927, el mes próximo cumpliría 91 años. El padre Juan fue impulsor de varios templos en la ciudad, puso la piedra basal en San Vicente de Paúl y la parroquia San José Obrero fue reconocida como tal mediante un decreto de 1966.

También fue mentor de las iglesias Jesús de Nazareth, Sagrado Corazón y otras capillas.

Al ingresar a San José Obrero, una serie de placas recuerda su memoria y una de ellas expresa el agradecimiento de la Cancillería chilena por el apoyo que su misión apostólica tuvo hacia la esa comunidad.

Mediador entre Dios y los hombres, el padre Juan aún permanece en el recuerdo de sus feligreses, aunque al decir de Margarita Cárcamo, en diálogo con La Opinión Austral, duele que falte el reconocimiento mayor: que una calle de el San Benito lleve su nombre.

"Más aún, años atrás en el ingreso del barrio existía un cartel que informaba del ingreso al barrio y la famosa calle trece llevaba como nombre el del Padre Juan", dijo. "Por eso quisiéramos, es deseo nuestro que una calle de ese barrio lleve su nombre", añadió.

Margarita conoció a Juan en 1994, cuando ingresó como catequista, para años después colaborar con él y la comunidad.

Días finales

"El padre comenzó con una neumonía, después logró recuperarse, luego lo tuvimos aquí para Semana Santa, incluso vino con el obispo, celebraron misa y se fueron. Pero un accidente doméstico le provocó una nueva intervención en el hospital. Sucede que en el obispado, en la cocina, hay unos escalones, él tropezó con uno de ellos y le produjo un fuerte hematoma en la cabeza, falleciendo días más tarde", añadió Margarita.

Hoy el padre Juan descansa en el acceso al templo donde desarrolló parte de su labor evangélica.

El sacerdote Humberto Ramírez en la actualidad está al frente de la parroquia.

Remanso

Solía quedarse al menos media hora descansando en la ría, su camioneta azul era inconfundible. Y se quedaba allí en la zona de la costanera (frente a los tanques de YPF) cabeceando un sueño? era la manera de salir un poco de la contienda diaria, entre el pedido incansable de los fieles (padre necesito esto? necesitamos aquello? ¿padre Juan, puede venir?...) y el remanso de soledad y momentos de paz que también cada hombre de fe necesita.

Su tonada gallega durante la homilía no era obstáculo para hallar el tono justo de un sermón con perfume a pueblo.

Junto a la hermana Amelia, llegaron a ser dos de los religiosos más populares en la década de los ochenta y junto a ellos monseñor Walter Olivieri, sin olvidar a Ascensión y su bicicleta recorriendo el barrio El Trencito. El interior de un colectivo era sala de catequesis, sala de preparación al matrimonio y sala de proyectos futuros para un suburbio riogalleguense. No había nada más? horizontes? mata verde y mata negra? piedras? Balbín aludía a un político ya fallecido y la traza de la avenida no existía, era surcada por la formación de vagones del aún Yacimiento Carboníferos Fiscales.

Incansable, proyectó también la parroquia de calle Neruda y por si fuera poco, su labor evangélica lo llevó al San Benito cuando era un descampado total. Se le escuchó decir que era necesario levantar un monasterio allí en memoria de San Benito Abad, el presbítero y religioso cristiano considerado iniciador de la vida monástica en occidente, quien además fuera refugio de la fe, un escudo ante los desaires de la criatura ante su creador.

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