Una semana completa de protestas por un país más justo dejó un saldo de cientos de detenidos, decenas de muertos y denuncias de abuso sexual hacia muchas mujeres en contra de carabineros, pero también, dejaron marcada a fuego la unidad de un pueblo vecino, protagonista de una de las corrientes migratorias más importantes del sur santacruceño.
Hoy se cumple el décimo día consecutivo de protestas a nivel nacional con la mayor marcha en la historia de Chile. El movimiento no tiene líderes y las demandas van por una vida digna y atraviesan todo el tejido social.
En nuestro país tardamos en comprender que no se trataba de la suba de treinta pesos en el boleto del transporte público, el subte, sino que era la gota que rebalsó un vaso plagado de inequidad producto de políticas neoliberales que arreciaron el continente, pero que en Chile, pisaron fuerte hace más de tres décadas y los vestigios de aquel ideario de país para pocos, todavía siguen en pie.
Los chilenos y chilenas quieren un cambio en asuntos que hoy en nuestro país ya no son tema de discusión, o al menos nuestra sociedad no está dispuesta a poner en peligro, como son la educación pública y gratuita de calidad, un servicio de salud para quienes no cuentan con el poder económico de sostener una prepaga y, sobre todas las cosas, políticas públicas que generen movilidad social ascendente.
Volver a ver los vehículos puestos a disposición de la dictadura militar sangrienta y de la desestabilización de Salvador Allende, un hombre que pensó a Chile como el fin del continente iluminado de una patria para todos, es una imagen que será difícil de olvidar en el colectivo social que deja el Chile despertó, la consigna que obligó al presidente Piñera a volver sobre sus pasos y admitir de qué se trata el reclamo en las calles.
“La multitudinaria, alegre y pacífica marcha hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza. Todos hemos escuchado el mensaje. Todos hemos cambiado. Con unidad y ayuda de Dios, recorreremos el camino a ese Chile mejor para todos”, escribió a través de su cuenta en redes sociales, cuando una semana antes se había declarado en ‘guerra’ en contra de su propio pueblo.
Punta Arenas, el lugar cercano no sólo en términos de distancia sino en términos simbólicos para la gran mayoría de los santacruceños, también fue epicentro de una lucha por la equidad, porque es eso, no se trata de igualdad y que todos tengan lo mismo, sino de que el estado esté presente para aquellos que fueron sistemáticamente estancados en sus posibilidades de acceso a derechos que, de nuevo, en nuestro país están garantizados.
Las manifestaciones de algunos sindicatos en el Consulado son una muestra de la solidaridad del pueblo argentino con nuestros hermanos trasandinos, a quienes todavía muchos endilgan viejas facturas por el conflicto de Malvinas.
Sin embargo, así como aprendimos que toda esta organización popular, ejemplo en una Latinoamérica asediada por intereses transnacionales, no era un simple boleto, también comprendimos que justamente son esos intereses quienes traicionan a los pueblos, porque no tienen patria.
No como la conocemos los ciudadanos y ciudadanas de a pie, que recibimos con brazos abiertos a los estudiantes chilenos, y que antes que eso, tuvimos la suerte de que muchas familias de Chile vinieran a nuestro país a elegirlo como propio, desarrollar su vida, apostar y ser parte de una misma comunidad.