Este martes, el exgobernador de Tucumán, José Alperovich, fue condenado a 16 años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos, acusado de abusar sexualmente de su sobrina y exasesora entre 2017 y 2018. Los hechos ocurrieron tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en la provincia norteña.

Alperovich se mantenía en libertad desde que fue denunciado en noviembre de 2019, con una prohibición de salida del país como única medida cautelar.

El veredicto fue dado a conocer esta noche por el juez Juan Ramos Padilla, que dispuso la inmediata detención del exgobernador. Además, sostuvo que corresponde “la reparación“ de la víctima.

La condena del exfuncionario es por “abuso sexual simple, reiterado en tres oportunidades. Dos hechos en grado de tentativa y otros seis sucesos de violencia sexual agravados por haber sido con acceso carnal por vía vaginal, anal y oral”.

En el momento de la lectura del dictamen de la sentencia, la reacción del exfuncionario fue mantener la cabeza mirando para abajo, con los ojos cerrados y con las manos en la cara.

La defensa ya adelantó que apelará la condena.

Con este trascendental veredicto, dictado por el juez Alejo Ramos Padilla, es oportuno recordar la carta elaborada por su sobrina, 35 años menor que él, quien trabajaba bajo sus órdenes cuando era senador.

En 2020, al cumplirse un año de la denuncia, la víctima de los abusos sexuales por parte del exmandatario provincial se había expresado a través de un desgarrador escrito: “El 24 de mayo de 2019 mi cuerpo, mi conciencia y mi entereza para enfrentarlo me sacaron de ahí para siempre”, fue uno de los pasajes de la carta.

La carta de la sobrina de Alperovich en 2020

El domingo 24 de mayo se cumplió un año desde que decidí, con mi ultimísimo aliento y después de un proceso postraumático muy doloroso, enfrentar esta situación de raíz y decirle a él mismo mi “nunca más”. El vencimiento de su licencia en el Senado celebrándose el mismo día del aniversario del vencimiento de mi silencio. Hasta ese momento, y desde fines de 2017, trabajaba en la campaña política de José Jorge Alperovich para las elecciones a gobernador que ocurrieron en junio de 2019 en Tucumán.

Me lo negué a mí misma durante mucho tiempo porque no podía asumir el peso del miedo, del sometimiento y de la violencia sexual a la que me expuso. No podía, no quería que sea verdad. Lo tapé, creí que iba poder. Viví, seguí adelante. Puse toda mi fuerza en el trabajo, me desafié para demostrar a través de mi desempeño profesional que era una mujer íntegra y respetable por mi labor exhaustiva, útil y sólida. Me encargué de absolutamente todo lo relativo a sus actividades diarias y a su salud. Creí experimentar la resiliencia de ese modo, creí que así podría “olvidar” y recuperar mi dignidad. Sentí culpa, vergüenza. Mucha vergüenza. Eso significó además de un trauma, una tarea con la que tenía que lidiar porque no podía dar cuenta a nadie de lo que me pasaba. Para afuera todo estaba bien, no podía ni decírmelo a mí misma. La vergüenza que estas situaciones traumáticas me hacían sentir me condenaba a un silencio pactado conmigo misma. Mi monstruo ni siquiera tenía que hacerse cargo de que me oprimía.

Para mayo del 2019 no podía cumplir con mis responsabilidades laborales diarias, no estaba conectada a nada ni a nadie. Me sentía totalmente ausente, perdida, haga lo que haga o esté donde esté, hasta que llegó el día en el que directamente no pude siquiera levantarme de mi cama para ir a trabajar, ya no podía más. Anuncié mi falta y junté fuerzas toda esa mañana para animarme a hablar con él. Por primera vez me sentí con las herramientas para cuidarme de la situación, yo ya estaba rota y no tenía nada que perder, a partir de ese momento se trataba de empezar a conceptualizar, llamar a los hechos y a las personas por su nombre -continúa la carta-. Empecé por elegir un ámbito de seguridad para mí al reunirme con él. Decirle a mí abusador que no podía continuar porque necesitaba alejarme de él para sanarme del dolor que me había causado por lo que me había hecho, era una conversación difícil de afrontar. Por eso elegí que fuera en su casa, donde estaría su familia circulando y donde sentí que ante el rompimiento de mi silencio su reacción debía ser controlada y podría salir de ahí a salvo. El 24 de mayo de 2019 mi cuerpo, mi conciencia y mi entereza para enfrentarlo me sacaron de ahí para siempre.

No necesito que nadie me diga que José Alperovich cometió actos de abuso contra mi integridad física, sexual y psicológica para que sea cierto, yo sé que es cierto, lo viví, me pasó a mí. Elegí elevar mi caso a la Justicia, a pesar de lo difícil que es llevar a cabo una denuncia, por mi necesidad de poner las cosas en su lugar y de decirlas para liberarme de su carga. Creo que legal y socialmente es el lugar en el que le corresponde estar y ser tratado. A nivel personal, trabajo mi recuperación tanto en terapia formal como en otros espacios de ayuda. No le estoy haciendo esto a nadie, ni mucho menos soy una mujer instrumentalizada por nadie, me estoy curando a mí. Arribo una vez más al fin de todo este profundo y doloroso camino: SANAR. Celebro mis avances y continúo para despojarme de este daño que me arrolló y del cual lamentablemente fui víctima, pero con la absoluta convicción de que se puede sanar.

Honrar nuestros dolores nos enseña a suprimir la vergüenza, el miedo o la pura ignorancia de cómo enfrentarlos; a tomar la responsabilidad de mi herida y de mi bienestar. No siempre superamos los traumas, pero cuando los honramos reconociendo que existen, dejamos de ser consumidos por ellos. Hoy valoro la capacidad de reponerme de esta situación no siendo más condescendiente con el trauma: vivo y siento, como, duermo, me río, me ocupo y estoy presente, me capacito, me divierto, trabajo, me cuido, me rodeo de amor, me elijo.

Agradezco a todas las organizaciones y personas que manifiestan su apoyo y acompañamiento. No nos callamos más.

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