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Por Hugo Ferrer
Flaco, te cuento para que sepas: pasaron tres meses, desde aquel domingo 5 de mayo cuando llegó el pitazo final. Fuiste tapa en los diarios del mundo y, obvio, de Crónica: foto en blanco y negro, sentado sobre una pelota Tango, las manos sobre las rodillas, entrelazadas, y un silbato en la derecha.
El título: Gracias por el fútbol. Para tu alegría, la Selección, tu Selección, mi Selección, la de todos, salió Campeón en la Copa América. Messi, como el Diego en el Mundial 90, con el tobillo hinchado. Hubo festejo en todos lados. El viernes pasado, el 2 de agosto, la Sub 23 quedó eliminada de los Juegos Olímpicos. Nos ganó Francia. En el país, ya te imaginás cómo estamos y lo que vos pensás de nuestra realidad.
Ahora, estoy acá, en la mesa 10 de Saint Moritz, tu otro lugar en el mundo, en Paraguay y Esmeralda, en pleno centro porteño. Desde las paredes seguís viendo a todos. Maxi Monges, el encargado del lugar, te extraña como nadie. También los mozos. Y Carmelo, el kiosquero que durante años te vendía los diarios. Tiene grabada a fuego cada una de tus anécdotas mientras tomabas el café corto italiano y leías. Y los acompañaban con las pepas caseras. Otra especialidad de la casa.
Las paredes revestidas de madera y las columnas con espejos, las sillas rojas, algunas mesas con los manteles blancos, siguen acá. Sueñan que algún día entres por esa puerta como lo hiciste tantas mañanas de sol, lluvia o nublado. Y ver de nuevo tus piernas cruzadas, el brazo en L, los dedos que hacen gestos y hablan. Un póster del mundial 78, un dibujo con tu camisa tradicional celeste, el pucho, tu melena, tu mirada de siempre, el cuadro con lo que te escribió Victor Belchior (Saint Moritz, encuentro con Menotti).
Los cafés que acostumbrabas a tomar están más sabrosos que nunca: cada día los hacen y los sirven mejor. La pelota con el recuerdo de la fecha de la apertura de la confitería, en 1959, y que tiene tu firma, sigue siendo “visita” guiada sobre “la barra” de mármol/ mostrador.
En tu mesa, la 10 (como el número de la camiseta del Diego, la de Lio, la de Marito Kempes), en la esquina más elogiada y observada, los clientes la ocupan una y otra vez. Consumen, pagan, se van, llegan otros. Muchos turistas. Algunos saben de la historia. Miran hacia el costado, hacia arriba y te descubren. Te reconocen. Para otros, es la confitería donde iban a merendar Jorge Luis Borges y su mamá, Leonor Acevedo. También fueron clientes notables. Ahí quedaron en secreto los diálogos que tenían madre e hijo.
El café tiene aroma de café. Se huele tu pucho. Tu voz, “tu labia” para explicar qué es el fútbol, cómo se juega. Me emociono al recordar aquel domingo del 25 de junio de 1978. ¡Argentina Campeón del Mundo! Y está el cuadro con el festejo del equipo, brazos en alto, en el Monumental; vos con la Copa en la mano y hasta una foto junto al profesor Ricardo Pizzarotti y Maradona. Ah, ¡y cómo celebraste el Mundial de Qatar! O lo que hiciste con el Huracán del 73. Y, bueno, todo lo que hiciste en el fútbol como jugador, como DT. Y tu amor por la Selección. Todos reconocen cómo cambiaste el fútbol y la mentalidad cuando te hiciste cargo en 1974.
En Saint Moritz, te cuento, el día aquel, muchos vinieron “a verte”, a tomar un café por vos, se sacaron fotos, postearon en las redes y, por si no lo sabías, de todo el mundo te mandaron mensajes y dijeron las frases más maravillosas.
Y Maxi Monges, como Carmelo (¡Cuántas cosas lindas piensan de vos y cómo te extrañan!), pusieron en exhibición “tus cosas”: un pocillo de café, la pelota, tu cuadro. Y una placa especial, dorada, con letras negras: Confitería Saint Mortiz, en homenaje a nuestro amigo César Luis Menotti, leyenda del fútbol mundial. Buenos Aires, 05/05/2024.
Seguís vivo en el recuerdo de todos. Seguís vivo acá, en la mesa 10.
Flaco, no te fuiste, ¡Flaco vení!
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