Por Juan I. Martínez Dodda
Es una época en la que ya todo anda más tranquilo en el campo. Hay que pertrecharse y esperar que pase el invierno. Y eso da tiempo para pensar el camino desandado y repensar lo que viene, imaginar el futuro. Un futuro que es difícil de imaginar en un país tan cambiante, pero que cuanto más preparado te agarre será mejor.
De estas preocupaciones y ocupaciones hablamos con Fernando Ajís, productor mixto que tiene sus animales en campos propios, familiares y alquilados. Tienen cruza con Merino Multipropósito, porque les permite apuntar a lanas finas, pero también a la carne, “porque no hay que descuidar ningún negocio en tiempos de números ajustados“. También tienen producción bovina.
Cambio climático
“Lo que nos está pasando acá, a nivel nacional y también es lo que sucede en el mundo, es el cambio climático, lo estamos viviendo en carne propia y te lo digo porque los últimos 4 años han sido de los peores que recuerden por la sequía, no lo digo yo solamente, también lo dicen mi viejo y antiguos pobladores de la zona”, contó Ajís.
Durante este último año, el ciclo 2023/24 algo cambió (por suerte), se registraron más precipitaciones, aunque los campos han quedado muy venidos a menos y fueron perdiendo producción. Para colmo de males, “en los pronósticos vimos que podría venirse otro año ‘Niña’ (NdR: menos precipitaciones de lo normal) y eso nos tiene preocupados”, sostuvo el productor y referente rural.
“Los campos en esta zona no son como en el norte, donde quizás si después de unos años malos de seca te viene uno bueno, se recuperan y revertís la situación, acá en el verano 2022/23 hemos visto cómo se volaba el campo, algo que nunca había visto“, lamentó Ajís.
¿Y entonces? ¿Cómo se acomoda el productor para seguir ante esta situación climática? “Achicándose, no podés hacer otra cosa”, responde Ajís. El riego surge como una posibilidad para compensar lo que naturalmente no sucede. Pero también es difícil, porque hay menos nevadas y menos precipitaciones y ríos y vegas no se cargan como antes.
El cambio climático afecta los campos santacruceños y la llegada del agua.
Los campos propios de los Ajís están cerca de Río Gallegos y de Río Turbio. Los dos tienen próximos dos cursos de agua. “Lo que pasaba antes, por ejemplo, en el campo de Río Gallegos, es que el río Coyle venía con la creciente y eso regaba y te daba la posibilidad de mejorar las vegas y de esa manera poder aprovecharla durante el verano para que descansen y se recuperen los campos de pampa, eso los últimos años no se logra y por eso tenés que empezar a tratar de manejar la poca agua que hay para poder hacerla llegar”, contó Ajís.
La otra estrategia es achicarse. Reducir la majada. Hoy se redujo en los campos de la zona entre un 20 y un 30 por ciento. La otra es salir a buscar otros campos para alquilar. “Pero ojo, muchos de esos campos que aparecen no te creas que están en tan buen estado, porque en gran parte son de productores que, por no ser rentables, se tuvieron que ir. Y si el negocio no dio es porque el campo tampoco va a estar en condiciones, pero por lo menos algo es algo”, expuso Ajís.
Respecto a los que se están yendo de los campos, Ajís contó que “hasta hace un tiempo se escuchaba que en la zona centro-norte, zona de San Julián, se estaban despoblando campos, hoy acá, a 70 kilómetros de Gallegos, ya hay campos que se están despoblando, gente que cierra sus tranqueras”, apuntó Ajís.
El negocio ovino
“Hoy los valores de la lana como los de la hacienda no son malos“, explica. “El dólar casi unificado nos cambió muchísimo el negocio, porque hasta diciembre del año pasado teníamos un dólar a 1.000-1.200 pesos y nos liquidaban con un dólar de $ 400, el desfasaje era tremendo, teníamos que vender casi tres kilos de nuestro producto para compensar y poder pagar costos y gastos a un dólar libre“.
Pero por otro lado, “hay una recesión grande que se siente, no hay demanda en el mercado interno y los precios están tranquilos, amesetados”, opinó Ajís.
“Hay una gran recesión, no hay demanda en el mercado interno”
Como otras economías regionales, la lanera también sufrió la coyuntura. En algún momento fueron los costos de un dólar desdoblado y en alza y ahora también el parate interno. Días atrás una productora de peras y manzanas me decía: “Somos pobres queriendo venderles a pobres“. Más allá de la hipérbole, lo cierto es que los últimos meses, mientras la macroeconomía se acomoda, los bolsillos de los consumidores también lo hacen y otean el horizonte para ver cómo seguirá la cosa.
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