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El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, presidió este domingo la misa estacional del tercero y último día del triduo central de la Fiesta del Señor del Milagro desde el altar levantado en el atrio de la catedral basílica y donde al mediodía salieron las imágenes peregrinas de los “santos patronos” para recorrer los barrios salteños.
La Eucaristía fue concelebrada por el arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello, monseñor César Daniel Fernández, obispo de Jujuy, monseñor Gustavo Arturo Help, obispo emérito de Venado Tuerto y monseñor Roberto José Ferrari, obispo auxiliar de Tucumán
En el inicio de su homilía, monseñor García Cuerva expresó: “Las palabras no alcanzan si lo que hay que decir desborda el alma. Así lo sentimos quienes tuvimos la oportunidad de vivir el Milagro, como yo que vine desde San Antonio de los Cobres acompañando a la gente sencilla“.
El arzobispo porteño reiteró que “cuesta mucho poner en palabras lo que se siente. San Pablo nos dice que el mensaje de la cruz es fuerza y sabiduría de Dios. En la cruz del Señor del Milagro encontramos fuerzas para seguir en el camino de la vida. Reconocemos que todos somos frágiles, que nadie puede solo, nos damos cuenta de nuestra vulnerabilidad y de la necesidad del Señor del Milagro”.
Monseñor García Cuerva recordó que Cristo es fuerza y sabiduría, una sabiduría “que no se aprende en las universidades, que no se encuentra en los centros políticos y económicos, sino la sabiduría de la gente sencilla: la sabiduría de saber vivir. Yo la vi en la gente de la Puna“, expresó.
El arzobispo admitió encontrarse muy emocionado: “Me desperté temprano, bajé al templo y me emocioné al observar a la gente mirar al Señor y la Virgen. Había una comunión de miradas. El Señor también puso su mirada en nosotros, mirada que cura las heridas del alma, como los servidores curaron nuestros pies estos días durante el peregrinaje”.
“Nos queremos dejar mirar por su mirada brillosa, dijo, como la de todos los que llegamos a tus pies, emocionados hasta las lágrimas. Porque llorar nos hace bien, porque con las lágrimas limpiamos la mirada y si limpiamos la mirada, quizás, miramos el futuro con mayor esperanza y veamos un horizonte para salir adelante como argentinos”.
Un pacto de hermandad
“Por eso me permito decir que ya se está renovando el Pacto de Fidelidad. Es un pacto de hermandad, un pacto que necesita nuestra argentina“, expresó.
Luego sostuvo que, así como en 2020 había que tener cuidado por el contagio del Covid-19, “ahora si necesitamos contagiarnos, pero de fe, de pueblo sencillo. Salteños, contágienos a los argentinos de esta fe, la necesitamos mucho”.
El arzobispo de Buenos Aires puso de relieve que, a lo largo de la peregrinación, recibieron la ayuda y el ánimo de la gente que los saludaba desde orillas del camino, desde arriba de los puentes y de los cerros, que les acercaba agua y alimentos.
“Es de la margen del camino que nos daban fuerza. Es toda una enseñanza. Desde las márgenes de la Patria nos ayudemos, desde la Argentina profunda ayudemos a que la Argentina se ponga de pie“, resaltó.
Por último, el prelado animó a “ser agradecido, ser capaces de agradecer” y “no ser más profetas de calamidades, y de malas noticias, sino ser capaces de ver la parte positiva de la vida” y señaló que “ahí tenemos mucho que aprender”
“Señor del Milagro -concluyó- te pedimos que a todos nos regales la valentía de decir yo necesito de Ti, no puedo solo. Tú necesitas de mí, porque somos hermanos y nos necesitamos y juntos como argentinos necesitamos de Cristo hasta el fin. Amén”.
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