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En el paraje El Cholar, al norte de Neuquén, cientos de personas llegan cada fin de semana en busca de algo más que remedios: buscan fe y esperanza. Allí vive Petrona, una mujer de raíces mapuches conocida por sus dones sanadores, que combina remedios naturales, fe y una conexión especial con quienes la visitan.

Desde hace más de 10 años, Claudio Alarcón, transportista y creyente, lleva a personas de todas partes del país e incluso del exterior hasta la humilde casa de Petrona. “Ella no cobra por lo que hace, solo pide fe y compromiso con el tratamiento”, explica Claudio, quien ha sido testigo de incontables historias de sanación física y espiritual.

El camino hasta El Cholar, rodeado de cerros y montañas, es tan impactante como las historias que emergen de quienes han visitado a Petrona. Personas que superaron enfermedades graves, recuperaron la movilidad o encontraron consuelo espiritual comparten testimonios emocionantes:

Petrona, de 58 años, dice que su compromiso es únicamente con Dios. Su método combina oración, diagnósticos intuitivos y preparados naturales que ella misma elabora. Según sus visitantes, no hace falta contarle qué problema se padece, ya que “ella lo sabe con solo mirarte”.

La sanadora asegura que el 20% de la cura viene de ella, pero el 80% depende de la fe de quien busca ayuda. Su figura es respetada tanto por vecinos como por desconocidos que llegan desde provincias lejanas y otros países, gracias al boca a boca.

“Petrona es un ángel enviado por Dios”, afirman muchos. Otros destacan la paz inexplicable que se siente tras verla: “Llegás cargado de problemas y salís renovado.”

En su pequeño hogar, junto a imágenes religiosas y símbolos de la cultura mapuche, Petrona sigue transformando vidas con un mensaje claro: la sanación no tiene precio, pero requiere fe y esperanza.

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