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Ayer jugó la selección argentina contra la chilena. Un escenario, el estadio Monumental, que lució brillante, con mucha gente que pagó su entrada para ver al último campeón del mundo.
Un estadio con 84.500 ubicaciones. No fue un lleno total, pero hubo mucha gente. Las cámaras mostraban los rostros de los hinchas. Hombres, mujeres, niños, adolescentes disfrutando de un encuentro de fútbol, por el que, en algunos casos, debieron pagar más de 200.000 pesos. Casi lo que cobra un jubilado de la mínima, sin el bono.
Imaginemos dos estadios como el de anoche, pero llenos. Más aún, imaginemos diez estadios llenos. En realidad, pensemos en cien canchas como el Monumental llenas de hombres, mujeres, ancianos y niños. Veamos esos millones de rostros.
Toda esa cantidad de personas, casi unos ocho millones, es la cantidad de indigentes que hoy viven en la Argentina.
Unas cien canchas como la de anoche, casi llenas.
Según el último informe del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), en el primer semestre del año el país registró un 52% de pobres y un 18% de indigentes.
Se considera indigentes a las personas que alcanzan con sus ingresos el valor de la canasta básica alimentaria, no es capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas. En suma, se alimenta mal, se educa mal, no tiene la salud adecuada y no habita una casa en condiciones, cuando la tiene.
Casi cien canchas de River llenas de personas en esas condiciones.
Niños, mujeres, hombres, ancianos y adolescentes como los que se pudieron ver anoche. Pero que sobreviven de otra manera. Juegan en otra cancha.
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