Your browser doesn’t support HTML5 audio

Claudio Perusini, el hombre que vive hoy gracias al milagro atribuido a la intercesión de Mama Antula, estuvo en la misa de canonización donde el papa Francisco la que se convertió en la primera santa argentina,

El docente jubilado, nacido en Santa Fe, pero santacruceño por elección desde hace más de 30 años, habló en la previa a la ceremonia luego de reunirse con el Santo Padre y aseguró que Mama Antula le dio “una segunda oportunidad”.

En 2017, Perusini fue ingresado en un hospital de Santa Fe, después de que su familia lo encontrara inconsciente en su casa. Los médicos diagnosticaron ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas que causaban un daño cerebral irreversible; coma profundo y shock séptico resistente con fallo multiorgánico. Advirtieron a su mujer de que seguramente le quedaran pocas horas de vida. “De lo que me pasó no se recuperaba nadie y yo estoy acá”, aseguró Perusini en diálogo con ADN Celam.

Un compañero suyo de secundaria, el obispo jesuita Ernesto Giobando, auxiliar de Buenos Aires, le visitó en el hospital. “Dicen que estuvo rezando tres horas al lado mío, en terapia intensiva”, aseguró. Después fue a casa de su madre, y habló con su esposa e hijos. Les propuso que pidieran la intercesión de Mama Antula. Perusini sobrevivió a las primeras y críticas 48 horas y pasó los siguientes diez días entre pequeños avances y retrocesos debidos a distintas complicaciones. Empezó a mover ligeramente una mano y una pierna y a seguir objetos con la mirada, pero no podía hablar. “Los médicos no comprendían absolutamente nada”, agregó.

No me recuperé de un día para otro: fueron meses de hospitales, trabajos, muchas terapias… Fue de a poco“, indicó el docente. Hasta varios meses después, no supo que se había presentado su recuperación como posible milagro de la beata argentina.

Lo primero que leí fue la historia de Mama Antula. Para que tenga una idea de cómo estaba “poco después de despertar, recuerda que habiendo sido profesor de Filosofía, “me llevaba una hora leer una página y otra hora comprenderla”. Así, párrafo a párrafo, acabó varios libros sobre ella. Como él mismo confiesa, pensaba que “muchos tardan 100 o 150 años para pasar de beato a santo, seguramente no lo veré. ¡Y me tocó verlo!”.

Aún hoy “estoy lento todavía” para algunas cosas, reconoce. Le sigue ayudando la fe, que ha tenido «desde chico». Su experiencia, además, le ha enseñado a vivir el día a día. “Antes yo hacía proyectos de varios meses, de años”, recordó y agregó: “Ahora aprendí: todas las noches me despido y todas las mañanas doy gracias porque tengo un día más”.

Leé más notas de La Opinión Austral

Ver comentarios