A cien días de comenzado su gobierno, Javier Milei enfrenta fuertes desafíos para que triunfe su cruzada libertaria. Que marzo no marque un rebrote inflacionario, frenar recomposiciones salariales “excesivas” -vía el freno a las homologaciones paritarias-, lograr que su mega DNU siga vigente y que se apruebe la nueva ley ómnibus, controlar los desbordes sociales y mantener el orden en las calles.

Son muchos los frentes. Pero entiende que solo podrá triunfar si logra el objetivo central que se propuso desde la campaña electoral: desarmar el funcionamiento de la política tradicional y a los partidos históricos de la Argentina. Doblegar a la “casta”.

Milei se define como un anarco-capitalista y para instaurar un nuevo régimen debe generar esa anarquía en la construcción política.

El Estado es un enemigo que hay que desarmar, los medios tradicionales son medios a desarmar vía las redes sociales, incluso el poder del Congreso debe desarmarse y para ello necesita de poderes especiales que le permitan cambiar la economía del país sin negociar con senadores, diputados ni con gobernadores democráticamente elegidos en su territorio.

Por eso es que no le preocupa el armado de un partido fuerte ni asegurarse mayorías parlamentarias, porque aún gracias a los fracasos desenmascarará y desarmará al Congreso.

Así quiere gobernar. Como la gran parte del sistema político “no la ve”, no va a perder tiempo negociando. Tiene que confrontar. “¿Quieren conflicto? Lo van a tener, porque yo voy a acelerar con los cambios”, advierte Milei. Esa es su pelea para desarmar a la vieja política.

Pero en la otra vereda también hay actores que juegan sus cartas. La democracia en Occidente funciona con partidos y alianzas, de los tradicionales y de los rupturistas, pero partidos al fin. Entonces esos actores van armando nuevas estructuras políticas.

Los políticos de los partidos tradicionales que sufren esta destrucción, buscan reagruparse, recuperar identidad o transformarla. En definitiva, armarse.

Un ejemplo es la Unión Cívica Radical. Tras el desarme de Juntos por el Cambio los radicales están buscando su lugar en la política nacional. En medio de la atomización y con el poder que le dan varias gobernaciones y muchos legisladores, la UCR quiere recuperar protagonismo alejado de lo que terminó siendo en Juntos por el Cambio: una sombra del macrismo y artistas de reparto en la película que armó el PRO.

Por eso hay que prestar atención a Martín Lousteau. Y por todo lo anterior es que el senador porteño se ha convertido en una de las nuevas víctimas de las agresiones del Gobierno y sus militantes en las redes.

Fue muy interesante su discurso en el Senado, antes de votar el rechazo al DNU. Y si bien desató una disputa interna que se evidenció en comunicados públicos que parece haberlo quedado en soledad, o al menos en minoría dentro de la UCR, es claro que lo que está armando es otra opción para el futuro del radicalismo.

Un camino de centro o de centroizquierda más alineado con el alfonsinismo del renacer democrático. No es casual que haya mencionado tanto a Raúl Alfonsín en su discurso.

Lousteau es uno de los radicales que quiere aprovechar esta destrucción libertaria para rearmar al partido centenario, ya alejado del acompañamiento al PRO.

Claro que una gran parte de la UCR le dio la espalda. Cuatro de los cinco gobernadores radicales y los jefes de los bloques partidarios en el Congreso, emitieron un documento en el que expresan sus anhelos colaboracionistas con las reformas que promueve el Gobierno libertario. Solo la Juventud Radical salió en defensa del presidente del Comité Nacional.

“Apenas Milei mandó el DNU, el partido radical dijo ‘mande una ley espejo porque esto no puede ser aprobado así’. Como Milei no la mandó, dos radicales, Carolina Losada en el Senado y Martín Tetaz en Diputados, mandaron ellos una ley espejo para que se pueda votar por parte”, le aclaró Lousteau a los radicales.

Y explicó cierta hipocresía: “Una cosa es la postura que tienen los radicales puertas adentro y otra cosa es cuando van y votan. Puertas adentro, todos o casi todos dicen que es inconstitucional y que es una barbaridad. Y después votan distinto. Algunos porque genuinamente habrán cambiado de posición, otros por conveniencia y otros por temor, porque este es un Gobierno que amedrenta, que amenaza, que infunde temor”, advirtió el presidente de la UCR.

Lousteau hizo propia la aspiración política de volver a enarbolar las banderas y “los principios históricos” del partido. Por el momento la respuesta de muchos correligionarios fue dejarlo casi en soledad en el Senado contra el DNU de Milei.

En el peronismo, como suele ocurrir después de una derrota, el rearmado es más caótico. Y en este espacio hay que mirar con atención al diputado Miguel Angel Pichetto y su siempre vigente intento por armar una alianza de centroderecha con base peronistas pero abierta a los grupos más disímiles, como lo es el bloque de Hacemos Coalición Federal.

Diputados en el debate la ley ómnibus.

Pichetto intenta tejer con los gobernadores peronistas que tienen sus propios intereses en común así como distintas estrategias. Es que se armó un nuevo centro de poder para discutir con el Ejecutivo nacional que son los gobernadores, que se agrupan y se dividen más allá de sus partidos de origen pero que buscan defenderse de los recortes libertarios. Los mandatarios patagónicos, un buen ejemplo de este rearmado.

Y dejamos para el final a Mauricio Macri, quien esta semana va a retomar el comando del partido que fundó, más allá de los pataleos de Patricia Bullrich. El PRO quedará claramente en manos de Macri. Ahora, es difícil encontrar claridad en la relación entre Macri y el gobierno de Javier Milei. Las especulaciones van desde el acompañamiento inequívoco -incluso con listas conjuntas para 2025-, a un plan para tomar el poder junto a la vice Victoria Villarruel.

Javier Milei, junto al ex presidente Mauricio Macri y la ex -futura- ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.

Uno llegó para desarmar. Otros buscan armar. En el medio, una crisis de mecha corta.

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