Uno de las monedas de cambio más valiosas en la actualidad es el tiempo. En ese contexto, la atención humana, es decir el tiempo que se le dedica a algo o alguien, se entiende como un bien escaso y cobra valor económico. De esta realidad son conscientes los desarrolladores de plataformas tecnológicas, quienes, mediante servicios gratuitos como Facebook, Instagram o Google, obtienen ganancias a cambio de la cantidad de segundos, minutos y horas que cada persona utiliza en ellas. El modelo económico es simple: la persona puede comunicarse, ver videos, divertirse de manera gratuita, pero en compensación, las empresas recolectan información que luego utilizan para vender publicidad, asegurándose conocer en detalle los gustos e intereses de los usuarios, potenciales clientes. En este marco, las plataformas tecnológicas generarán miles de millones de dólares mientras logren mantener al usuario haciendo clic, desplazándose por la web y compartiendo contenido.
Los especialistas advierten que esta “Economía de extracción de atención” está acelerando la degradación masiva de nuestra capacidad colectiva para resolver las amenazas globales, desde las pandemias hasta la desigualdad y el cambio climático. Por ello, remarcan la necesidad de contar infraestructuras tecnológicas y modelos comerciales radicalmente reinventados que realmente se alineen con los mejores intereses de la humanidad.

 

Cuando usamos tecnología, a menudo nos enfocamos con optimismo en todas las cosas que hace por nosotros. Pero no vemos que también podría hacer lo contrario.

Erróneamente se puede creer que el concepto de la Economía de la Atención nació al compás de las redes sociales, sin embargo, esto no es así. Este término se centra en el estudio de las interacciones entre humanos y máquinas, y ello lleva larga data en nuestra historia. Si bien esta economía comenzó a tomar forma a partir del surgimiento del internet comercial y de los dispositivos electrónicos con conexión, ya en el año 1978, Herbert Simon obtuvo el premio Nobel de economía por ser el primero en analizar las implicancias económicas de esta interacción. Allí, planteaba que la principal problemática consiste en la escasez de la atención para consumir la abrumadora información existente.
Antes de la aparición de las redes sociales, la publicidad fue una actividad que se interesaba en llamar la atención del público con el fin de promocionar un servicio o una mercancía. Con el mayor acceso a internet, se emigró de un modelo de “alquiler de atención” que suponía mantener el interés por un tiempo determinado, hacia el actual, donde el objetivo es mantener cautivo al usuario la mayor cantidad de tiempo posible.

¿Libertad?

Si bien el usuario tiene la libertad de elegir cuándo usar las redes sociales, las plataformas digitales utilizan técnicas cada vez más persuasivas para mantenerlo “pegado” a su dispositivo. Estas implementan continuas modificaciones en sus productos para hacerlos cada vez más atractivos y lograr de este modo, que el usuario pase más tiempo en ellas. En este contexto, la conversación actual de la que ya hicieron bandera algunas ONGs y activistas, gira en torno a las posibilidades y herramientas que cada persona tiene para darse de cuenta de esta “trampa” en la que está en juego -nada más ni nada menos- que su tiempo. En otras palabras, se trata de un debate en torno a la libertad.
En la cultura occidental, basada en este valor, millones de personas defienden el derecho a tomar decisiones “libres”, mientras que en el ámbito de la tecnología y según afirman los especialistas, ignoran que sus derechos son vulnerados y sus opciones manipuladas. Cuando las personas reciben un menú de opciones en sus navegadores, rara vez se preguntan: “¿Qué no hay en el menú?” “¿Por qué me están dando estas opciones y no otras?” “¿Conozco los objetivos del proveedor del menú?” “¿Es este menú fortalecedor para mi necesidad original, o las opciones son en realidad una distracción?”.

No es demasiado tarde

Tristan Harris era diseñador especializado en ética de aplicaciones de Google, pero decidió ir en sentido inverso y hace años es uno de los líderes a nivel global en la búsqueda de una “tecnología más humana”. Para ello, fundó el movimiento Time Well Spent (Tiempo bien empleado) y la organización The Humane Tech Center. Trabajando en la intersección de la naturaleza humana, la tecnología y la transformación de sistemas, su objetivo es cambiar la mentalidad a partir de la cual se construyen los sistemas de tecnología persuasiva y utilizar ese proceso para respaldar cambios paralelos cruciales en los sistemas económicos y sociales.
Desde esas organizaciones plantea que estamos atravesando una “cacofonía de tecnologías extractivas que generan una degradación humana” y es ahora el momento de refundar la manera en la que mediamos con ellas.
Otro ex ejecutivo de Facebook se pronunció también sobre el daño que la red social está haciendo a la sociedad civil en todo el mundo. Chamath Palihapitiya, quien se unió a Facebook en 2007 y se convirtió en su vicepresidente de crecimiento de usuarios, dijo que siente una “tremenda culpa” por la empresa que ayudó a crear. “Creo que hemos creado herramientas que están destrozando el tejido social de cómo funciona la sociedad”, dijo a una audiencia en la Escuela de Negocios de Stanford, antes de recomendar a la gente que se tome un “descanso” de las redes sociales. Las críticas de Palihapitiya estaban dirigidas no solo a Facebook, sino al ecosistema en línea más amplio. “Los circuitos de retroalimentación a corto plazo impulsados por la dopamina que hemos creado están destruyendo el funcionamiento de la sociedad”, dijo, refiriéndose a las interacciones en línea impulsadas por “corazones, me gusta, aprobación”, todo ello “sin discurso civil, sin cooperación; desinformación, falsedad. Y no es un problema estadounidense, no se trata de anuncios rusos. Este es un problema global “, declaró.«

 

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