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La noticia de la muerte de Miguel Ángel Russo atravesó al hincha de Boca mucho más allá de la tabla de posiciones. El duelo se notó en la voz y en los silencios. Este 11 de octubre, dos referentes de la Peña Xeneize de Río Gallegos, Juan Zúñiga y Maximiliano Chiguay, se sentaron frente a los micrófonos de Radio LU12 AM680 para poner en palabras lo que cuesta decir: que se fue un técnico campeón, sí, pero sobre todo un hombre que sostuvo su vida en la cancha aun cuando la salud lo golpeó. “En el último tiempo no tenía el color ni la prestancia de antes; estaba apagado. Lo más importante era saber cómo estaba él”, resumieron desde la peña, con esa mezcla de tristeza y orgullo que solo entiende quien vive el Mundo Boca.
El homenaje no se quedó en estadísticas. Hubo memoria afectiva: los últimos partidos, las conferencias de prensa, el modo sereno de conducir, sus latiguillos que ya son patrimonio azul y oro. “Como él decía: ‘con amor se cura’. El fútbol era su vida“, remarcaron.
El salto del recuerdo a la vida cotidiana de la peña fue inevitable. Porque el sentimiento se sostiene con trabajo de hormiga. Zúñiga y Chiguay contaron que la Peña Xeneize lleva 12 años en actividad —11 oficiales— y que, aun con el aeropuerto de Río Gallegos cerrado, no aflojó. “Organizar algo hoy es complejo: todo es vía El Calafate y suma horas y costos. Si no cerramos salón en estos días, el evento de diciembre será difícil; si no, iremos a marzo/abril”, explicaron sobre el tradicional asado bostero que sueña con un invitado de jerarquía. La vara está alta: la última gran visita fue Clemente Rodríguez, al que tuvieron que trasladar por ruta para que llegara a tiempo al vuelo.
La pertenencia se alimenta de rituales y de comunidad. Por eso, más allá de la pelota, la peña sostuvo campañas solidarias con merenderos, el clásico operativo de colecta de sangre cerca del 3 de abril, y el trabajo conjunto con el Rotary Club. “Cuando lleno el baúl, voy y dejo todo en los merenderos”, contaron, como quien dice que volverá a la Bombonera el domingo. También hubo espacio para una advertencia necesaria: ir a ver a Boca no es sencillo. Con más de 100 mil socios activos, 200 mil adherentes y un estadio para 55 mil personas, conseguir un lugar es una epopeya. “Boca no vende entradas oficialmente. Hay mucha reventa y es un riesgo: hoy una reventa puede estar en 200 lucas y hay familias que quedan afuera”, alertaron.
La charla regresó una y otra vez a Russo, a ese modo de conducir “con formas y maneras”, sin gritos de más, con firmeza y mesura. La pregunta sobre el banco de Boca quedó flotando. “Es un golpe duro. Para mí van a respetar al cuerpo técnico hasta fin de torneo”, aportaron desde la peña, conscientes de que los procesos también se sostienen con calma. Y apareció una certeza compartida: ver a Russo llegar a las conferencias “con lo que le quedaba de fuerzas y estar ahí” es una imagen que quedará para siempre.
En tiempos de vértigo, el homenaje de la Peña Xeneize de Río Gallegos fue, sobre todo, una pausa. Un modo de decir gracias. Gracias por los títulos, por los abrazos, por la serenidad en la tormenta. Gracias por instalar frases que ordenaron vestuarios y que ahora ordenan recuerdos: “Son decisiones”, “las formas y las maneras”, “Boca es todos los días”.
En Río Gallegos, a 2.500 kilómetros de la Bombonera, el homenaje tuvo acento patagónico y corazón bostero. En el aire quedó una convicción que Russo convirtió en camino: ganar importa, pero importa cómo. La peña lo recordó así: con memoria, con trabajo de base y con la promesa de seguir empujando, porque en Boca —como decía el propio Miguelo— todo es “todos los días, a cada minuto”.
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