El 15 de marzo pasado, el presidente Alberto Fernández anunció la suspensión de las clases presenciales en todo el país ante el desembarco del coronavirus en la Argentina. Fue la primera gran determinación que el gobierno nacional debió tomar para proteger a los ciudadanos de un virus completamente desconocido y sin vacuna que lo contenga. A eso, siguió el aislamiento obligatorio, que se mantiene hasta la fecha frente a la persistencia del Covid-19.

El sistema educativo debió poner en marcha una maquinaria poco aceitada hasta entonces: la digitalización y la virtualidad de contenidos y clases. Allí fue donde se hizo conocida la aplicación de videollamadas Zoom, que permite reuniones multitudinarias e interacción entre alumnos y docentes.

Los especialistas plantean que han aparecido “nuevos síntomas en los niños y adolescentes frente al zoom escolar: vergüenza e incomodidad”. Según indicaron desde un espacio de psicología conductual, “la cámara no debiera ser una obligación si el niño no tiene ganas de hacer contacto visual. Se sienten violentados, invadidos y con temor a ser evaluados pudiendo ser esta situación un antecedente para generar patologías futuras. Los niños no eligieron la modalidad virtual, es solo un recurso pedagógico didáctico en una situación de emergencia”.

En ese marco, los cronogramas de horarios con reuniones por Zoom empapelan las heladeras y los lugares visibles de muchas casas. Benjamín Schell tiene 4 años y dice que ya se cansó de las reuniones. “Ya se terminó conmigo, no hago más tarea. Otro día voy a hacerla, pero hoy no”, le plantea enojadísimo a su mamá.

El video lo subió a YouTube el reconocido empresario Santiago Capurro, que es amigo de los padres de Benjamín. La madre le explica al nene que todos los días debe cumplir con los encuentros, pero él insiste: “Un día me tienen que dejar en paz, no puede ser“.

A esa determinación, le sigue un gran argumento: “Yo quiero descansar un momento para que me siente a mirar el sol, acostado en esa silla tranquilo sin que nadie me moleste, así que basta“, termina.

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