La celebración, que habitualmente congrega a miles de peregrinos todos los 7 de agosto en el santuario del barrio porteño de Liniers, no escapó a la cuarentena por el coronavirus y vivió una edición que será recordada por la ausencia absoluta de fieles de manera presencial en el templo.

De hecho, las primera palabras de Poli en la homilía fueron destinadas a la situación excepcional: “Sabemos que no es lo mismo hacerlo por este medio que encontrarnos cara a cara con el santo, rezar juntos. Pero preferimos cuidarlos antes de que corran algún peligro de contagio”.

Esencialmente, la palabras del arzobispo hicieron referencia a la situación social del país pero, en lo que pareció un señalamiento a la aprobación del protocolo de Interrupción Legal del Embarazo en la Ciudad de Buenos Aires, dijo que hay una “promisoria infancia que espera que se legisle para la vida y nunca para la muerte, para la muerte de nadie”.

Sobre la situación económica, Poli afirmó que en “la tierra bendita del pan” se pide por el alimento, por el trabajo y “por una vida digna”.

Luego de mencionar a los más de 7 millones de niños pobres, pidió “que nadie se escandalice” ya que esa actitud “no sirve” y llamó a que esa realidad “golpee el corazón” de los adultos.

“En la indigencia, la supervivencia se hace difícil y que deja huellas (…) Está en juego la vida de una generación que nos va a suceder: ellos son hoy el verdadero tesoro de la Nación”, agregó.

Además, pidió especialmente por “los mas vulnerables” y por “todos los trabajadores de salud” para que “no les falten las fuerzas en estos días” de pandemia.

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