Por Sabrina Pont
Para hacer minería, más que cualquier otra actividad productiva, es preciso buscar la manera de reducir los riesgos y la incertidumbre. Desde la fase exploratoria, se busca y analiza la mayor cantidad de muestras y datos con el fin de encontrar alguna oportunidad de desarrollar un nuevo proyecto minero. Una vez logrado el objetivo, vienen los estudios de factibilidad económica y evaluaciones ambientales, que continúan con el proyecto una vez iniciada la fase de producción, junto con protocolos de seguridad que se van adecuando a cada una de las etapas. Cuando en minería se habla de la necesidad de contar con reglas claras y estabilidad jurídica, también el mensaje se dirige a eso: a achicar riesgos para poder avanzar con las mayores certezas posibles.
Los cambios de gobierno generan expectativas, sobre todo al inicio y más que nada si lo que se deja atrás no había ayudado a concretar las proyecciones mineras o al menos dejó un gusto a poco. De todos modos, estos aires nuevos o distintos deben ser acompañados de otras señales que, en alguna medida, el sector necesita para poder realizar sus aspiraciones.
Más allá de las formas y los modales, la minería todavía encuentra un camino posible en la impronta libertaria, se adapta y simplifica sus mensajes: dicen que hace falta salir del cepo cambiario para fomentar la inversión en minería. Aunque para que finalmente se concrete, la clave está en lograr la convicción de que no se va a volver a tener ese tipo de medidas que para las empresas son restrictivas.
Si bien dentro del sector minero a nivel nacional conviven diversas realidades -oro y plata, en declive, litio y cobre, en potencial-, la inestabilidad macroeconómica es un problema común y prioritario para todos los minerales. En lo local, más allá de que Santa Cruz sea una provincia reconocida por su labor a favor de la minería y de que a pesar de no tener nuevos proyectos en carpeta para desarrollar por falta de exploración, sí haya logrado instalar un esquema de trabajo que hace que todavía sean atractivos los recursos geológicos que posee para los principales operadores mineros globales, al momento de hacer negocios concretos la variable de la macroeconomía la maneja el Gobierno nacional.
Sin disponibilidad libre de divisas, sumada a los desórdenes impositivos, no es posible hacer minería. De alguna manera, todo eso influyó en que el potencial de inversiones por USD 20 mil millones que presume la minería hace al menos una década, hoy siga siendo un potencial.
Argentina podría estar exportando ahora la cifra que se estima alcanzar en los próximos diez años. Si se hubiesen puesto en marcha un puñado de proyectos mineros de cobre, potasio, litio, oro y plata -que tenían fecha de inicio e incluso importantes avances, pero debieron ser cancelados o postergados por cambios de variables imprevistos-, las ventas de minerales al exterior de 2023 podrían haber generado divisas al país por unos USD 11.900 millones.
Sin embargo, algo del equipo económico del presidente Javier Milei persiste y da al sector minero -por el momento- cierta esperanza de que sus demandas serán atendidas. La cartera de proyectos del sector minero a nivel nacional hoy está depositada en los de litio y de cobre, que posicionan a Argentina, más allá de lo estrictamente productivo, en un lugar geopolítico protagónico en la escena global de la transición energética. Sin embargo, en términos concretos, son las trece minas de oro y de plata que están operativas las que tienen más peso hoy en las arcas fiscales. De ese puñado, siete están emplazadas en Santa Cruz.
Pese a eso, en la producción de oro sólo dos minas, Cerro Negro en el Macizo del Deseado y Lindero en la provincia de Salta, aspiran a una vida útil operativa hasta 2034, el resto prevé cierres antes de que termine la década. Tampoco existe exploración avanzada que indique próximos proyectos a desarrollar. Por eso se cree que el futuro del metal dorado para el país podría estar atado a grandes proyectos de tipo pórfido, cuyo principal commodity es el cobre, dejando al oro como un mineral secundario.
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