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Toda su vida pasó entre Beccar y Mar del Plata, la ciudad en la que nació hace 76 años y la que adoptó como segundo hogar. Oscar Demelli falleció amando a ese personaje inmortal que es La Momia Blanca, grabado a fuego en la memoria emotiva de tres generaciones que crecieron y vibraron con “Titanes en el ring”.

“Después de Martín Karadagian y Rubén Peucelle, La Momia es lo más grande que hay”, solía decir Oscar, que también adoraba que se le abalanzaran decenas de chicos (y grandes) queriendo sacarse una foto con él. Y recordaba que “tengo hechas entre 12.000 y 15.000 peleas, y nunca perdí. Sólo tuve dos empates con Martín Karadagian”.

En el año ‘83 dejó la troupe de “Titanes” junto a otros personajes icónicos, y un tiempo después debió pelear ante la Justicia la propiedad de La Momia. “Defendió hasta el último momento el derecho de ser el creador de La Momia, y la tiene registrada”, enfatiza su esposa Irene Simeoni en diálogo con Crónica.

Se casaron hace 34 años, por lo que ella sabe todo de él. Y recuerda con emoción el paso de Oscar por el viejo Crónica TV. “Era rapidísimo, muy inteligente, sagaz, divertido. Muchas veces cuestionaba cosas que hasta hoy nos reímos porque decimos ‘¿cómo puede tener esa ocurrencia?’”, contó Irene.

La amistad siempre fue fundamental para él: “Por los amigos daba la vida, y si le pedían un favor, lo hacía, así como también discutía y peleaba pero bueno; era su carácter y su forma de relacionarse”, describió Simeoni. “Lo que nos queda son los momentos vividos, fue un gran padre, adoraba a su hijo Juan, de 20 años”.

Demelli tuvo un tiempo de alta exposición en los recordados años de Mauro Viale y su programa periodístico-reality show. “Cuando estaba con Mauro y se ponía el traje, discutía de igual a igual con los diputados y les decía de todo. Bueno, ese era él; reírse, discutir, vivir; era auténtico. Lo que no le gustaba lo decía y a veces no es fácil vivir en un mundo tan hipócrita diciendo las cosas que no te gustan”, repasó su compañera.

También trabajó en Crónica, marca que defendía con uñas y dientes, como era él: a todo o nada. “Para Oscar siempre todo era luchar, luchar hasta lograr lo que quería conseguir”, explicó Irene. “Siempre recordaba a su padre que había muerto a su lado cuando él era muy chiquito, tuvo que trabajar desde chico y bueno, eso le fue forjando el carácter. No tuvo una vida fácil. Pero era una persona de bien y siempre destacaba los valores”, concluyó Irene.

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