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Esta vez, a diferencia de diciembre de 2023, Javier Milei habló de espaldas al Congreso. Lo hizo dentro y de frente a los legisladores, o al menos a la mitad de ellos. Lo hizo con muy poca gente que tuvo ganas de escucharlo en sus casas. Y lo hizo subiendo la apuesta.

¿Qué aplaudieron los pocos diputados y senadores presentes cuando el presidente los llamó “ratas miserables”? ¿Qué entendieron cuando Milei les dijo de frente que todo lo malo que le pasó al país salió de ese Congreso y que los proyectos que salen de allí son peores cuando más votos tienen?

¿Qué aplaudieron los representantes de las provincias cuando les advirtió que sus gobiernos iban a tener que bajar sus gastos en 60.000 millones de dólares?

Esta vez se los dijo de frente y les subió la apuesta. Como si hubiera cambiado la Constitución, el presidente les dijo que no importa lo que el Poder Legislativo legisle, debata y aprueba, porque él lo va a vetar si no le gusta. Así va a ser de ahora en más.

Y el presupuesto nacional será tal y como él lo hará, no aceptará cambios del Poder Legislativo que se aparte de la regla del superávit fiscal prefijado.

Todo lo que se recaude será para pagar los intereses de la deuda, solo lo que quede será para los gastos primarios como salud, educación y seguridad. Si no alcanza se seguirá ajustando.

En este marco de ajuste dio algunas proyecciones económicas para 2025 muy optimistas. Una inflación del 18% anual, un dólar que a diciembre del 2025 estará en 1.200 pesos y un crecimiento de 5 puntos. Un resultado extraño, porque si cae la recaudación impositiva por baja de la actividad, bajará el gasto público para equilibrar las cuentas. Más recesión.

También insistió con que no habrá devaluación este año y, de acuerdo con sus previsiones, la inflación tendría que estar por debajo de los 2 puntos en los meses que restan para terminar 2024.

No habló de baja de las retenciones, algo que los productores esperaban escuchar, más en medio de una fuerte baja del precio de la soja y otros productos exportables. Tampoco mencionó el tema del cepo cambiario. Habló de un cepo, sí, pero para el Estado.

El gasto primario que piensa recortar si no aumenta la recaudación afectará a toda la población. Porque no se trata solamente, como algunos pueden pensar, en obras públicas o los salarios de los funcionarios. Ese gasto primario se traduce en gasas para los hospitales, ventanas para las escuelas, combustible para los patrulleros, y por supuesto que se sentirá en los magros salarios de los maestros, médicos y policías.

Les anunció a los jubilados que si aumenta la recaudación tendrán 10 puntos de aumento por encima de la inflación. Promesas.

En estas horas tanto el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, como su par de Economía, Luis “Toto” Caputo, estarán tratando de convencer a los diputados y senadores que aprueben el presupuesto tal como lo enviará el Ejecutivo y a los gobernadores “amigos” que busquen la manera de ahorrar miles de millones de dólares en sus administraciones.

El diputado José Luis Espert anticipó que, de no aprobarse este presupuesto, “se seguirá gobernando con el presupuesto a través de decretos y resoluciones”. Es decir, reconducir el del 2022. Esto abrirá las puertas a nuevos conflictos.

Javier Milei subió la apuesta en el Congreso. Esta vez lo escucharon pocos legisladores y poca gente en sus casas. ¿Le alcanzará?

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