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Javier Milei ganó las elecciones diciendo lo que iba a hacer, y lo hizo. La frase se repite desde el oficialismo. Y en parte es cierta.

Hizo campaña con una motosierra en sus manos. Un símbolo de los recortes y ajustes que llegarían en su Presidencia. Y cumplió.

Pero también es cierto que agregó otro artefacto que no apareció en su campaña: la licuadora. Se licuaron los salarios y las jubilaciones.

Un año del proclamado “ajuste más grande de la historia”. Ese que iba a “pagar la casta política, no el sector privado ni los argentinos de bien”, prometido por Milei. Aquí no cumplió.

Lo advirtió desde las escalinatas del Congreso el 10 de diciembre del año pasado: “La conclusión es que no hay alternativa al ajuste y no hay alternativa al shock. Naturalmente, eso impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes”. Así fue.

También prometió ese día “la luz al final del túnel”. Algunos señalan que ya comenzó a verse. Otros dudan. Una gran parte de la sociedad quiere creer que esa luz se verá, que el sacrificio y el esfuerzo no es en vano.

Necesitan creer. Porque otros los han defraudado. Sin esa esperanza, no sabrían qué camino tomar. Quizá por eso se aferran a la realidad de una inflación en baja y un dólar calmo, sin mirar cómo se mantienen estos índices o el “lado oscuro” de estos éxitos. Quieren ver, aunque deban dejar de ver otras cosas.

Y por este camino se llega a un año de gobierno con una sociedad agrietada y dividida. Según gran parte de los encuestadores casi en partes iguales. La mitad lo sigue apoyando a Milei, la otra lo rechaza profundamente.

Motosierra y licuadora para llegar a este primer año de gobierno libertario. Y agregó otro elemento, el martillo.

Al asumir la presidencia Pro Tempore del Mercosur, le hizo una broma a su par uruguayo Luis Lacalle Pou, cuando éste le entregó martillo protocolar de las sesiones del bloque: “Todo lo que sea para romper, me encanta”, dijo el libertario.

Motosierra, licuadora, martillo. Destrozan, licúan, rompen, cortan. Milei usó esas herramientas en su primer año de gobierno con mucho gusto y a destajo. “Amo, amo ser el topo dentro del Estado. Soy el que destruye al Estado desde adentro. Digamos, es como estar infiltrado dentro de las filas enemigas”, dijo en una entrevista a un medio extranjero.

Milei muestra con orgullo los logros de su administración. Bajó la inflación a menos de tres puntos mensuales -claro que después de subirla al 25%-, y las perspectivas hablan de una cercana al punto mensual. El dólar “blue” está casi a la par del oficial. Redujo drásticamente el déficit fiscal y promete “cero” para el 2025. Bajó abruptamente el riesgo país, lo que permite acceder a crédito en el exterior. Y, principalmente, redujo el gasto público.

Cerró ministerios, bajó la planta de empleados públicos y anuncia privatizaciones de empresas del Estado.

Sí. Los números verifican esos logros.

Claro que prometió una dolarización que no llegó. Es más, lejos de “acabar con ese excremento que es el peso”, lo fortaleció, a costa de un dólar “barato”. ¿Cambio de estrategia buscado o cambio obligado porque hay variables que no puede dominar?

Y también la primavera financiera que empuja los índices de aceptación de Milei tiene un lado oscuro. El consumo se ha desplomado y el salario mínimo está peor que en 2001.

Los jubilados sufrieron gran parte del ajuste y por supuesto que no son casta. Las jubilaciones y pensiones están a niveles bajísimos considerando la canasta básica del sector pasivo. Y, para colmo, les han recortado el acceso a los medicamentos.

“Las jubilaciones vuelan en dólares”, asegura Milei.

Esta afirmación no tiene en cuenta un hecho novedoso: la alta inflación en dólares que vive la Argentina.

Esto hace que producir en el país se ha vuelto muy caro, como se lo advierte el economista amigo Juan Carlos De Pablo. Los empresarios pymes e industriales están advirtiendo, con este panorama la llegada de productos importados le dará un golpe mortal a la producción local. Lo que aumentará más aún un nivel de desempleo en el sector privado que ya viene subiendo.

La mitad del país es pobre y casi siete de cada diez menores de edad viven en la pobreza. Datos alarmantes para hoy y para el futuro.

La pregunta es qué tipo de país está creando Milei con su primer año de gobierno. ¿Cuál es su programa productivo? ¿Seremos una economía meramente extractivista? Petróleo, gas, agro y… ¿qué más?

Los efectos sociales y económicos que deja el 2024 muestran mayores desigualdades. Y se ve en las políticas públicas de salud y educación.

Se han usado la motosierra, la licuadora y el martillo. ¿Qué herramientas se utilizarán en lo que resta de su mandato para reconstruir la Argentina?

EN ESTA NOTA Javier Milei

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