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Decir teatro en Río Gallegos remite rápidamente a varios nombres, pero hay uno que siempre está: Nilda Azar.
Oriunda de la zona oeste de Buenos Aires, en 1977, por el traslado laboral de su esposo y como parte de una decisión familiar conjunta, la madre, en aquel momento de tres (luego llegaría una cuarta) se mudó a Río Gallegos.
En el sur comenzó a conocer a quienes se desenvolvían en el ambiente cultural y volvió a reconectarse con el teatro, al que había conocido cuando tenía 10 años. Fue además una de las fundadoras de la filial Santa Cruz de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
Interesada por el vínculo entre la educación formal y la actividad teatral, investigó y estudió para dar forma a la propuesta de un taller de teatro en el Colegio Salesiano, donde ya se desempeñaba dando clases de inglés.
Al rector de aquel entonces, Claudio Perusini, le advirtió: “‘No me pidas que haga una obrita para fin de año’. Es que la propuesta de un taller de teatro va mucho más allá, es darles a los chicos la oportunidad de desarrollar su creatividad, de saber trabajar en comunidad, de tener otra mirada del mundo, de ponerse en el lugar del otro y de desinhibirse. Todo eso sirve para la escuela, en ese momento, y para, más adelante, la vida entera, no es necesariamente formar actores”, explica al suplemento Arte y Cultura de La Opinión Austral.
La convocatoria fue abierta de 1er a 5to año del Nivel Secundario. “Tuvimos que hacer dos turnos porque se anotaron unos 60 chicos; en la tarea me ayudaba Héctor Villegas, preceptor del colegio”, recuerda.
La primera obra que interpretaron fue “El principito“. Al año siguiente los invitaron a un encuentro en Río Turbio y los chicos eligieron un nombre para el taller: “Luces de bengala”.
Al año siguiente, la invitación se amplió a las alumnas del Instituto María Auxiliadora y del Colegio Fátima. “Ahí se incrementó más el grupo y se consolidó. Podíamos trabajar con los dos sexos y eso está muy bueno, porque tienen distintas energías, los cuerpos en movimiento son diferentes, entonces se puede hacer un trabajo más creativo, más amplio y con mayores posibilidades“.
En Río Gallegos, Nilda también actuó. A principio de la década de los ochenta integró la Cooperativa Teatral Sur y a finales de los noventa, con “actores y actrices empezamos a conversar, ellos veían que el trabajo que estaban haciendo los chicos era bastante profundo para que lo hicieran adolescentes, entonces me propusieron que dirigiera una obra y así empezó mi carrera de directora“.
Diferencia que “en el trabajo de docente uno de lo que más se tiene que preocupar es de que esta actividad les sirva a los chicos para la vida, que aprendan una crítica constructiva, mientras que en la dirección uno tiene que estar mirando otro tipo de cosas y exigiendo cosas más profundas, que el trabajo sea convincente y que el público se meta y se crea lo que está pasando ahí arriba“.
La primera obra fue “Pradera en flor“, junto a Andrés Fernández y Cristina Faccello. “A partir de ahí no paré más”, señala. Así es que a la fecha ha dirigido más de 80 obras.
Tiempo después, el Consejo Provincial de Educación la convocó para integrar el equipo que diseñó el currículum provincial del área artística de Nivel Primario, que se estableció en 1995, pero cuya reglamentación e implementación se dio recién en los últimos años.
Señales
Hubo un momento en el que Nilda constató que el trabajo del taller era efectivo. “Fue muy chiquito y muy importante porque lo sintetizó y me alegró mucho que sucediera. El tercer año que estaba dando el taller se me acerca el sacerdote que estaba dando Cultura Cristiana y me dice: ‘Decime Nilda, ¿qué les das vos en el taller? Sabés que los chicos que van al taller están distintos’. Le pregunté en qué sentido y me dijo: ‘Son chicos que se animan, que les explican a sus compañeros y hace un año no los hacías hablar por nada, eran muy introvertidos, ahora pasan al frente, explican y hacen sus propuestas y sobre todo, sabés que en mi clase de Cultura Cristiana son contestatarios, indagan y buscan fundamentaciones“.
“Di gracias a Dios porque uno la tarea nunca la hace sola, siempre hay ayuda espiritual”, sostiene.
Afirma además que hay un hecho insustituible. “Lo mejor que me pasó es que los alumnos de aquel entonces son los profesores de hoy de nuestra escuela de teatro. Hay una filosofía de trabajo y unas bases que continúan, eso para mí es una satisfacción muy grande, porque ya son 30 años”.
“Es un orgullo impresionante ver a estos hombres y mujeres que son y a quienes vi de niños. Hoy tienen este rol, la manera en que lo hacen y la manera que han enriquecido todo aquello que han compartido conmigo, es como que decís… me puedo morir tranquila”.
Teatro para las infancias
En 1998 se creó la Asociación ETISAC. Al tiempo, con Andrés Fernández empezaron a hablar sobre fomentar el teatro para los más chicos. Con la colaboración de Héctor Villegas y un par de personas más, comenzó a proyectarse el festival.
A pulmón, la primera edición del Festeniños tuvo unas seis obras, la segunda, apenas tres, todas propias “porque no teníamos cómo sostenerlo económicamente”.
A pesar de las dificultades, lo mantuvieron en el tiempo y ya lleva 22 ediciones.
Con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro y en algunas ocasiones de comerciantes, el Municipio o la Provincia, lo económico se fue resolviendo.
“Empanadas, locros, hacemos todo lo que se puede hacer, parece que fuera parte de una obra de teatro, ¿no?, hacer todo esto para juntar fondos cuando uno lo que quiere es hacer arte…”, reflexiona.
El factor humano también es esencial, “formar grupos y mantenerlos no es sencillo, es lógico que existan las discrepancias y deben existir para que se produzca una discusión y después de eso, una idea en común. Año tras año este, lo hemos logrado”.
Faro y ancla
¿Qué es el teatro para Nilda Azar? “Es muy difícil dar una definición, es una pasión. Es como un faro que te lleva hacia una luz, hacia un objetivo, pero también es un ancla que te hace poner los pies en la tierra. El teatro es algo que se hace parte de uno y si te cortan esa parte, no sos vos, te falta un trozo de tu cuerpo, de tu espíritu, de tu alma y también para la mente, porque el hecho creativo tiene mucho que ver. Si esto deja de estar es como que la vida de uno es distinta“, grafica.
“Tengo muchos años haciendo esto, he ido delegando, han seguido mis exalumnos. En una actividad, en un ejercicio, en un ensayo o en la misma puesta en escena, uno se enriquece, das, pero también recibís y generalmente recibís mucho más de lo que das. En la actividad teatral todo el tiempo está la pasión de la vida, el que no la siente y no la hace, no la entiende. Uno deja de dormir, de comer, porque a veces los horarios son apretados y vos tenés que dejar un montón de cosas, las dejás por esto y te preguntás por qué y es un misterio… pero es un misterio maravilloso“.
En cuanto a desafíos, comenta que “siempre se está buscando qué géneros se pueden abordar en las obras, siempre surgen cosas nuevas. Todos tratamos de estar a la vanguardia porque el factor sorpresa también es importante y es parte de la creatividad“.
Otro proyecto importante es poder alcanzar la sede propia. “Nos preocupa mucho, acá estamos alquilando y queremos tener la seguridad de que todo lo que tenemos esté a resguardado, es material, pero no deja de ser importante. A veces ahí está puesta la cabeza cuando no debería, debería estar puesta en otro lado, pero no se puede evitar”.
El teatro hoy
Una trayectoria importante acompaña a Nilda y sobre la actividad teatral hoy, observa que “recorrer la provincia hace 20 años no es lo mismo que ahora. Hoy en prácticamente todas localidades hay un grupo de teatro que está trabajando permanentemente y antes esto no sucedía, me parece extraordinario porque hay una producción muy importante y de buen nivel“.
Acota que “hace 30 años era muy raro que alguien hiciera un taller de teatro en una escuela, hoy en la educación formal se le está dando importancia al teatro, debería ser aún mayor. La semilla empieza a germinar y eso, me parece, va a traer otra perspectiva del ser humano en su totalidad“.
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