Este es un espacio cedido por La Opinión Austral hace más de once años para aproximarnos a usted, Sr. Lector, e invitarlo a compartir el buen uso de las nuevas tecnologías, informática, Internet, como un medio de apoyo a la docencia, como una eficaz herramienta para ayudar desde la labor educativa salesiana en este vital proceso del “saber ser, sabiendo hacer”. Desde nuestro lugar, Patagonia austral argentina, abrimos una ventana, Destellos Patagónicos. Desde su apertura de par en par, nos ofrece en esta entrega:
El nuevo camino hecho al andar
Por Sergio Pellizza
Lisandro venía desde muy lejos, muy enfermo del cuerpo y el alma. Su jet privado aterrizó suavemente sobre la tersa superficie de concreto asfáltico, en el aeropuerto de El Calafate. Sintió algo muy especial en este contacto de neumáticos y suelo. No sabía qué era, pero sí se daba cuenta de que algo estaba ocurriendo. Sus dolores de crónicas enfermedades que venía sufriendo desde hacía tiempo, se atenuaron un poco. El aerodinámico pájaro de metal carreteó hasta la plataforma de estacionamiento. Apenas se abrió la puerta sintió la áspera caricia del viento del oeste en su cara. Comenzó a descender la escalerilla, observando la limosina que lo esperaba a un centenar de metros. El personal del aeropuerto le hizo señas de que se acercara. No bien puso los pies en el piso, notó como una vibración que venía desde abajo. Dispersó el conjunto de cifras y gráfica que ocupaba su cerebro y como si se abriera una puerta en su mente sintió el mensaje? -Camina Lisandro, camina? siente la energía de esta tierra que te llega mucho más hondo, que de este superficial de cemento. ?Viniste a buscar paz aquí y la encontrarás siempre que permitas el contacto.
Levantó la mano derecha e hizo la señal de alto al vehículo que se aproximaba. Caminó sobre el cemento, abriéndose a esa sensación? siguió caminando hasta el fin de la plataforma y pisó el ripio de la tierra sin ninguna cobertura. Sintió más fuerte la sensación de la tierra, más intenso el mensaje? Camina, Lisandro, camina. El viento fuerte no lo acariciaba, más bien lo abofeteaba, como queriendo despertarlo. También le decía en tono más fuerte, camina, Lisandro, camina, sigue la trayectoria del sol poniente que te llevará hacia el oeste. No permitas ninguna ayuda de los que te acompañan? Seguramente piensan que estás medio loco. Déjalos, nunca entenderán que los locos son ellos.
Lisandro siguió caminando a campo traviesa. Cada pisada de piedra le contaba en lo que dura un paso su historia de muchos millones de años. Así fue entendiendo e incorporando que el paisaje, no se había construido por un golpe de suerte, como se construye una fortuna en la bolsa de valores. La naturaleza había tenido paciencia, paciencia de muchos millones de años. Cuando tuvo sed, siempre había un manantial que le brindaba el agua más pura que había bebido jamás. Cuando apareció el hambre, unos arbustos espinosos le ofrecieron unas pequeñas bolitas del tamaño de un garbanzo, de intenso color violeta muy agradables al paladar.
Lisandro sigue caminando, a cada paso recibe una nueva vibración de la tierra que actúa como un cálido masaje. A cada instante sus dolores disminuyen. Si no pensaba en ellos no atraían hacia él ningún padecimiento.
El horizonte hacia el poniente ofrece el abanico de rojos más brillante y variado que jamás vieron sus ojos. Luego lentamente desaparecen. Entonces el cielo se puebla de brillantes estrellas, como si la noche fuera perforada, y le fuera permitido ver la luz total por los agujeros.
Sintió un saludable cansancio y se durmió, sin sentir dolor ni frío al solo abrigo de una mata negra.
Cuando despertó entendió todo. La paz es muy simple, lo difícil es ser simple. También comprendió que la felicidad transitaba por el mismo camino; que era justamente el que estaba haciendo al andar.
destellospatagonicos@gmail.com
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