(Por Materita)

Ahí estaban los caminos. Decidieron dividirse. Si esto era parte del laberinto, estuvieron de acuerdo en que juntos tenían menos posibilidades de salir.
Una de las flechas decía “Libertad”, otra “Poder” y la última, “Fortuna”. Tampoco les resultó difícil decidir quién iría por cada camino. Fueron elecciones personales pero rápidas.
Los hermanos tomaron juntos por Libertad. Los dueños de la idea, por Poder. Y a la pareja que estaba más indecisa sólo le quedó Fortuna.
Se despidieron mirándose unos a otros con lástima, y se lanzaron a los caminos.
Sería complejo y extenso describir cada una de las etapas y situaciones que tuvieron que transitar en cada camino. Que sólo baste con conocer cómo estaban cuando llegaron a la salida.
Juan y Sebastián -los hermanos que eligieron Libertad- al salir se veían avejentados. Como gastados por una lucha diaria y repetida. Pero a la vez seguros, unidos y convencidos que ese era el mejor camino.
El matrimonio que entró por Poder, al salir estaba peleado, distanciado y con rencor uno por el otro. Bellos en su aspecto personal. Cuidados. Elegantes. Pero ajados por dentro, deteriorados de estar en permanente alerta, seguros que el otro atacaría en el momento menos pensado.
Y la pareja que de manera indecisa había recorrido Fortuna tenía el mismo aspecto, tanto interno como externo, que antes de ingresar. Porque una vez adentro, pudieron elegir y se dedicaron a explotar la Fortuna interior? aprendieron a valorar los afectos, las amistades y el compañerismo, desdeñando la Fortuna Económica por la cual otros podrían haber matado.
Lo concreto es que si la totalidad del grupo hubiera elegido el mismo sendero, ninguno habría vivido. (Del taller literario “Lo escrito, escrito está”)

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