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El Gran Premio de la Hermandad, fantástica idea nacida en 1974 de la mano de la necesidad de compartir por parte de muchos interesados el automovilismo deportivo y recrear la confraternidad existente, involucradas las autoridades de aquellos años, formó y forma parte del acerbo cultural de la isla de Tierra del Fuego como un elemento insoslayable de su idiosincracia, de su manera de vivir, de sus maneras de compartir mas allá de la frontera, y se ha transformado en un elemento fundamental en el folklore social de sus habitantes.

Hay quienes trabajan todo el año para estar presentes en la carrera, invirtiendo tiempo y grande sumas de dinero para participar, hay quienes viven para la carrera día a día, y quienes ya saben que para mediados de agosto van a participar en algún auto, como colaboradores, como pilotos o como lo que sea, incluso como público en cualquier lugar de la ruta, pero van a estar.

Esto se ha logrado con perseverancia y continuidad a través del tiempo, pero lo que no se ha logrado es modernizar la competencia y allí nace un problema serio y que se viene conversando en los últimos años porque por mas que se intente lograr una seguridad absoluta para los participantes y para el público, es casi imposible que no suceda un infortunio por el sistema que se emplea, y hay desgraciados ejemplos para demostrarlo.

En el automovilismo nacional y regional, el control de la seguridad es un elemento indiscutible que no se negocia, no se discute y no se deja de lado nunca, y muy por el contrario, se trata de perfeccionar permanentemente, pero el GPH se sigue corriendo casi igual que en 1974, por ejemplo “de bandera a bandera” a través de mas de 400 kilómetros, algo que solo existe en este lugar del mundo.

Los autos salen de una ciudad para llegar a otra por caminos y rutas que habitualmente se usan como camino público, donde se reparan para la ocasión pero que son demasiado largos lo que obliga a pensar en un sistema de seguridad que necesitaría helicópteros para estar bien diseñado por lo menos, sumado a cercos de contención para el público, porque en el resto del mundo se corre de otra manera y por tramos mucho mas cortos, con asistencia mucho mas cercana y con la tranquilidad de tener a mano elementos para solucionar cualquier inconveniente.

Incluso en este caso se cruza frontera de un país al otro cada año, algo totalmente insólito que sucede aquí nada mas, y algo que venimos comentando por lo menos en MUSICA DE MOTORES desde hace bastante  tiempo, convencidos de que es peligroso y complicado porque en 1974, con un Mercedes Benz como el que condujo Goico Maslov para ganar, se puede haber llegado en la ruta a los 160 kilómetros de velocidad tope, pero hoy con un Honda New Civic de 2 litros, se pasa tranquilamente los 230 kilómetros por hora, por los mismos caminos, con la misma mentalidad de aquel tiempo, y hoy es muy distinto.

La idea merece un tratamiento que ya en algunos voceros y amigos se percibe cuando hablan de un cambio necesario, porque la modernidad hace al mejoramiento del espectáculo, pero a la par, hay que llevar adelante también la modernidad de la seguridad para que vaya asociada con el cambio tecnológico, porque si se sigue pensando que es igual a 50 años atrás, no se aprendió nada y se duerme en un colchón de dudas que provoca situaciones como la vivida el pasado fin de semana.

Se han hecho algunos adelantos en los últimos años pero se sigue con la idea de la ruta abierta de una punta a la otra del camino, y esto es lo que habría que cambiar para darle mayor seguridad a todos, porque los tiempos cambian, y hay que adaptarse a las nuevas modalidades pero no olvidarse de los seres humanos en función del espectáculo, sino acoplarlo a los nuevos tiempos.

Martín Thompson esta muy grave y se agravó durante la madrugada del domingo, donde desmejoró notablemente su cuadro de tal manera que no tiene actividad cerebral, y por ello se descarta cualquier intervención quirúrgica lo que complica mucho mas las cosas.

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