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En el taller Marito Competición, compartí una tarde de mates con el joven piloto riogalleguense Martín Ojeda, entre anécdotas, motores y sueños, repasamos sus inicios, el trabajo detrás de cada carrera y la pasión que mantiene viva una tradición familiar.

El olor a nafta y aceite me recibe apenas entro al taller. Entre autos, herramientas y un viejo karting apoyado sobre caballetes, Martín Ojeda, nos espera. “Prácticamente nací acá adentro”, me dice mientras acomoda un casco.
Y no exagera: es la tercera generación de una familia que vive y respira automovilismo en Río Gallegos. “Este taller es del abuelo, después de mi viejo… y ahora lo seguimos nosotros. Es mi segunda casa”.
En esta primera entrega de “Mateando con Carlos”, la idea es simple: conocer el lado humano del automovilismo, charlar sin casco, como se habla en confianza. Martín fue el primero en abrirme las puertas.
“Empecé a andar en karting en 2005 —recuerda—. Mi viejo me compró uno cuando tenía dos años, y a los cuatro ya me llevaba a girar. En 2007 corrí mi primera carrera. Desde entonces, no paré más”.
De los kartings a los autódromos
Mientras revisa un motor sobre el banco, Martín repasa su recorrido. “Arranqué corriendo en Comodoro, en la Sthill,  salimos campeones y en 2010 fuimos al Procar con diez años, después corrimos torneos nacionales, ya conozco casi todos los circuitos: Zárate, Buenos Aires, La Plata… me faltan solo Mendoza y Villaguay”, cuenta con orgullo.
La constancia, dice, fue lo que marcó la diferencia: “Antes corríamos de manera salteada, pero ahora logramos hacerlo más seguido. Eso te da ritmo, confianza y te permite crecer”.

FOTO: LEANDRO FRANCO/ LA OPINIÓN AUSTRAL

Le pregunto por la exigencia física del karting, y no duda: “El karting te lleva a vos, no lo llevás vos. Es muy exigente mentalmente. Si estás cansado, es peligroso. Hago tandas de 13 o 14 vueltas y paro, porque te exige mucho, pero me sirve para entrenar: cuando me subo al auto grande, no me canso”.
“Sin mi viejo, nada de esto sería posible”
Si hay algo que se repite a lo largo de la charla, es el agradecimiento a su padre. “Si no fuera por él, no haría nada”, dice sin vueltas. “Es mi mentor, mi compañero y el que hace los motores. A veces salimos los martes a las tres o cuatro de la mañana para llegar a las pruebas del miércoles. Dormimos en la camioneta y al otro día estamos en pista todo el día. Es una locura, pero es la única forma de hacerlo”.
El taller familiar es el centro de operaciones. “La Master funciona como un banco de trabajo, ahí llevamos repuestos, carburadores, todo, si no vamos con eso, ya estamos condicionados. En las carreras no hay margen para improvisar”.
Los autos y la pasión mecánica
Entre mates, Martín me muestra los autos con los que compite. “Este karting es el muleto, por si se rompe el principal o hay que probar algo nuevo. Los motores los tiene mi viejo en el banco. Y este otro, tiene 50 caballos y seis cambios. Lo uso para entrenar. Es un fierro que tira lindo, pero hay que cuidarlo”, me dice mientras señala la butaca llena de polvo de pista.
Después pasamos al Clio y al Fiat Uno, los autos de carrera que construyeron con su padre. “El Clio fue con el que empecé en el TPS, es un auto que hicimos nosotros, desde el chasis, ahora la categoría está medio parada el Fiat lo armamos desde cero en 2022. Lo compramos de calle, sin nada, y lo hicimos completo. Hoy es el que más fuerte anda”.
Le pregunto por las diferencias entre ambos. “El Fiat tiene un motor 1600, casi 200 centímetros cúbicos menos que el otro, pero camina tanto como el Clio. Y todo lo que se hace, desde la jaula hasta la posición de la butaca, tiene que ver con la seguridad. Antes se usaban jaulas bulonadas, ahora son estructurales. Todo eso lo aprendí mirando y trabajando con mi viejo”.
El campeonato y los rivales
Martín atraviesa un gran momento deportivo. “Estoy puntero en el campeonato de la 1600. Le llevo unos 30 puntos a Gómez, que va segundo. En el automovilismo hay que pensar en el campeonato: si no se puede ganar, hay que salir segundo”, asegura con madurez.

FOTO: LEANDRO FRANCO/ LA OPINIÓN AUSTRAL

Reconoce también el nivel de la categoría. “Este año apareció un rival que me vino a mojar la oreja, como se dice. Pero se lo merece. Los Alvarado y Leandro ( Almonacid) laburaron muchísimo y ganaron todo. Los corrí hasta abajo de las patas, pero no me alcanzó. En esto hay que saber reconocer al que trabaja bien”.
Sueños de pista y realidad económica
Hablamos de metas, de futuro. “Siempre sueño con volver al Turismo Pista. Me gustaría la Clase 3, pero la realidad económica es otra. Hoy todo es muy costoso. No descarto alguna carrera aislada, pero por ahora la cabeza está puesta en seguir firme en el karting y en la categoría 1600”.
A pesar de las dificultades, no pierde la ilusión. “Uno tiene que soñar, pero también tener los pies sobre la tierra. Por ahora, el karting y el Fiat son mi escuela y mi forma de seguir creciendo”.
“Esto es lo que amo hacer”
La tarde cae sobre el taller y el mate ya está lavado. Antes de despedirnos, Martín resume todo en una frase:
Esto es sacrificio, esfuerzo, noches sin dormir y mucho trabajo. Pero también es lo que amo hacer. Es mi vida”.
Esa pasión simple y genuina fue el mejor cierre para esta primera charla de “Mateando con Carlos”, un ciclo donde los pilotos locales se quitan el casco y hablan de lo que los mueve: el automovilismo, la familia y los sueños.

 

 

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