Por Carlos Zapico

El aire se cortaba casi con cuchillo, el bullicio habitual se había transformado en un clamor permanente de la barra de chicos y grandes que habitualmente llenaba las tribunas celestes y el espíritu de la gente vivía una gran noche, la que una vez finalizada sería inolvidable.

Parecía que no iba a terminar nunca, tanto para nosotros prendidos al micrófono de LU12 AM680 como para todos los que vivimos con ansiedad, dureza y miedo los momentos previos, cuando Terry (Martin) se colocó en posición para el salto inicial y enfrente estaba Nicolás Lauría, reconocido baluarte de los de Barrio Parque, quien tenía hacía unos días, más que una astilla en el ojo, un poste en la nuca, con el pase de “túnel” que le había hecho “Seba Mignani en suelo cordobés, algo que seguramente no se olvidará en su vida.

Empezaba una historia que marcaría para siempre al deporte santacruceño y galleguense, porque si bien algunas veces habíamos tenido la oportunidad de que equipos locales llegaran bastante lejos, era la primera vez que un representante local estaba a “tiro de ascender, pero en un deporte profesional, y la noche fresca de junio se prestaba para “sufrir” el partido.

Hasta allí con una victoria en casa de los rivales y otra en el fresco suelo sureño, una caída en casa el 27 de mayo por 68/80, una revancha lograda el 29 de mayo por 74/66 y ese cuarto juego que ponía las cosas en un posible empate o en un posible ascenso, le daba el clima rotundo a la noche y la “caldera celeste” de la calle Alberdi vivía con la expectativa lógica un hecho que podría marcar una bisagra notable en la historia del basquetbol provincial y patagónico.

La gente copó la cancha de calle Alberdi y los jugadores reconocieron el apoyo constante.

Atrás quedaban tantas otras noches y tantos rebotes, tantos esfuerzos y tantos recuerdos desde los primeros intentos en la Liga B, pasando por la Liga Patagónica, el Torneo Federal, hasta la noche en que los de Regatas se quedaron con un palmo cuando, en la casa de los primos albiverdes, los celestes los dejaban con las ganas del ascenso al TNA, mientras que su técnico Sebastián Torre zapateaba con bronca el piso del estadio boxinguista.

La intención pasaba por el mismo lado, esta vez no eran entrerrianos, pero eran los vecinos cordobeses de aquellos los que pretendían frenar el impulso patagónico de tantos recuerdos, pero fueron los Mignani, los Oprandi, los Fernández, los Torres, los Gutman, los Morales, los Kalalo, los Koch, los Paredes y los Capilla los que le ponían a la ruidosa e infernal tribuna celeste el calor de cada uno de los jugadores y cada espectador se transformó en una camiseta celeste corriendo el rectángulo como si en ello se le fuera la vida.

Hispano se convirtió en el primer equipo santacruceño en jugar la Liga Nacional

El descontrol tras la chicharra que metió al Celeste en la elite del básquet. FOTOS: JOSÉ SILVA / LA OPINIÓN AUSTRAL

Y cuando todo terminó, cuando las lágrimas llenaron la cara del técnico Bernardo Murphy y se trasladaron a Jorge Castro y a toda la dirigencia hispanista, cuando cada garganta explotó en un grito interminable, en una alegría fenomenal y propia, cuando Hispano ascendía a lo más alto del basquetbol de la República Argentina, atrás quedaban las duras luchas con los griegos de Atenas de Carmen de Patagones y luego con los de Deportivo Viedma para llegar a enfrentar a los de Barrio Parque en una lucha sin cuartel, rebote a rebote, pelota a pelota, y el premio se dio esa noche, hoy hace nada menos que siete años atrás.

Los que vivimos esa emoción, los que pudimos palpar minuto a minuto cada instante de esa noche inolvidable, la llevaremos en la memoria por siempre, porque cuando los seres humanos expresan semejante alegría en conjunto, no queda otra que recordarlo, mientras se te humedecen los ojos y uno trata de que no te miren, porque el corazón parece que se te sale del pecho.

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