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Hay silencios que aturden, y el que hoy habita la casa de Daniel Constancio en Caleta Olivia es uno de ellos. Daniel regresó de Comodoro Rivadavia con el auto vacío, las manos temblorosas y una imagen que no se le borra: la de sus hijos siendo retenidos contra su voluntad. “Me volví con sus tazas y con un vacío que no me dieron explicación“, confesó a nuestros colegas de Canal 2 Caleta Olivia con la voz quebrada, recordando que poco antes del desenlace fatal en el juzgado, compartían un té confiados en que la ley los protegería.
Según pudo saber La Opinión Austral, la historia comenzó hace un año, cuando Daniel logró rescatar a sus hijos de un contexto de violencia en Comodoro Rivadavia, donde convivían con su progenitora y la pareja de esta. Durante doce meses, los menores encontraron en Caleta Olivia un refugio. Se integraron a la Escuela 74, donde no solo cumplieron con sus deberes, sino que florecieron emocionalmente tras años de carencias. Sin embargo, el frágil equilibrio se rompió tras una apelación que obligó al padre a entregar a los niños para pasar las vacaciones de invierno con su madre.
Lo que debió ser un derecho de comunicación se transformó en una regresión al horror. Al regresar, la niña mostraba una angustia profunda y el niño presentaba signos de haber sido “el que más la ligó“, siendo víctima de maltratos físicos por parte del concubino de la madre. Ante esta situación, Daniel no se quedó de brazos cruzados: acudió a la Comisaría de la Mujer y a la Defensoría de Comodoro Rivadavia para denunciar la reincidencia del maltrato, buscando que la voz de los chicos fuera el factor determinante en el futuro de la custodia.
La cita definitiva ocurrió hace pocos días. Se suponía que sería una audiencia de escucha, un espacio donde la Justicia, bajo los tratados internacionales, debía garantizar que los menores expresaran su deseo de permanecer en su hogar actual, entendiendo lo que se entiende en el ámbito judicial como Interés Superior del Niño (ISN). Pero la realidad en los pasillos de tribunales fue otra. Daniel indicó que se sintió “engañado”: la jueza Guillermina Sosa, a cargo del caso, lejos de evaluar el bienestar de los chicos, determinó que debían quedarse con la madre de inmediato basándose en un acuerdo previo, sin dar explicaciones lógicas sobre la seguridad de los menores.
El relato del padre sobre ese momento es escalofriante por la frialdad del sistema. “La misma jueza vino y me lo dijo ella en cara: que los nenes se tenían que quedar con la madre o yo iba a ser demorado si me resistía“. En un acto de fuerza, le retiraron los documentos de identidad de sus hijos y lo dejaron sin posibilidad de defensa inmediata. Desde ese instante, el contacto se cortó de raíz. Daniel no tiene noticias de ellos, no sabe si están bien, y el teléfono del otro lado no suena o no responde.
La Opinión Austral pudo saber sobre la existencia de audios en los que los menores reconocen que hubo situaciones de violencia, donde solicitan que la actual pareja de la mujer sea apartado de la casa donde ellos están viviendo actualmente.
La preocupación se agrava con el calendario. Con la llegada de la feria judicial, el caso corre el riesgo de quedar encajonado en un limbo burocrático mientras los niños permanecen en el lugar que tanto temen. Daniel insistió en que su expareja nunca cumplió con sus obligaciones básicas, como el pago de la cuota alimentaria o la asistencia económica, y que incluso posee antecedentes de violencia familiar con su propio entorno.
Hoy, Daniel Constancio pide ayuda a la comunidad y a cualquier letrado que pueda intervenir. Teme que sus hijos se conviertan en “trofeos de guerra” de un sistema que parece haber olvidado que los niños no son objetos, sino sujetos de derecho. Su vida en Caleta Olivia, con un trabajo estable y una familia conformada, espera por el regreso de dos pequeños que solo quieren recuperar su niñez. Mientras tanto, la Justicia se llama a silencio, dejando a un padre luchando contra la marea de una burocracia que, a veces, parece ciega ante el dolor.
En declaraciones a este diario, Daniel comentó como es su situación actual que no cambió desde que vivía con sus hijos. Comentó que cada uno tenía su habitación y que en la escuela de Caleta Olivia les iba bien. En el mismo sentido, expresó que teme porque a sus hijos les pase algo.
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