Mirá que esta zona es picante, subí, que podés ser mi hija” fue lo que un taxista le dijo a una joven que no tenía plata para poder subirse, luego de salir de un boliche de Colegiales, Buenos Aires.

La frase fue dicha por un lobo con piel de cordero. Un violador conocido como “Tito” Franklin Escobar Ayllón que, durante treinta minutos sometió sexualmente a la joven luego que ella se desmayara en el asiento trasero del auto. El caso fue resonante a nivel nacional, cuando se supo que la fuerza pública no pudo encontrar al acusado y hasta el Estado llegó a ofrecer una suma de cinco millones de pesos a quien diera datos sobre el paradero del agresor.

Durante ocho años, nada se supo de Escobar. Se pensaba que podría estar escondido en el barrio de Sarandí. Otra línea indicaba que se habría refugiado en su país natal, donde finalmente cayó debido a las pistas que sus familiares habían dejado reveló una fuente de la investigación a Clarín.

Tito Escobar Ayllón tras ser detenido en Bolivia. (FOTO: CLARÍN)

Esta semana fue capturado cuando salía de la casa en la que, actualmente, residía con una mujer que era su pareja. Ahora, Escobar Ayllón está preso, imputado. Se negó a declarar. Aún no fue procesado. Su defensa pidió la excarcelación, que le fue negada. De encontrarlo culpable podría recibir una pena de entre 8 y 12 años, incluso 15.

La víctima de este suceso es Manuela Ponz, una mujer que, al momento de lo hechos tenía 20 años, mientras que su agresor tenía 44. Una vez que se conoció la detención de Escobar, ella indicó a Clarín que “era de Bolivia, su madre vivía allá, era obvio que podía estar allá.

Manuela, quien abandonó la carrera que estaba estudiando y, por estos días ya se recibió de abogada. Además escribió un libro sobre lo que le pasó aquella noche y reside en Caleta Olivia junto a su pareja. Ahora, está embarazada esperando su segundo hijo.

En declaraciones a Infobae, indicó sobre lo que sentía y lo que se viene respecto del proceso judicial contra Escobar Ayllón: “te tenía mucho miedo a este momento. No tanto por la situación en sí, sino por mí. Tenía miedo de reaccionar mal, de volver atrás, de revisar, pero lo acepté con bastante dignidad. Lo que viene es duro. Me había resignado a que ya no iban a encontrarlo. Estoy lista para que llegue ese momento. No para mirarlo y decirle algo porque jamás me interesó él. Prefiero ignorar a los violadores. Pero si pensé, y mucho, lo que quisiera decirle a la Justicia”

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