Después de muchos años apostando a hacer las cosas bien por el ambiente, por la producción, pero también porque algún día iba a “tener premio”, semanas atrás se oficializaron los primeros pagos a productores patagónicos por créditos de carbono. Son tres establecimientos pioneros en Chubut y Santa Cruz que recibieron un anticipo de USD 245.000 que se reinvertirá durante tres años para mejorar las condiciones de los establecimientos y así poder hacer un mayor secuestro de carbono.
¿Cómo funciona el sistema? El eslabón inicial es el productor, que debe estar convencido de hacer un cambio en su estrategia de manejo. Principalmente cuidando el pasto, dejando los tradicionales pastoreos continuos para pasar a un manejo por cuadros, permitiendo la regeneración de los pastos.
Empresas internacionales impulsan programas de carbono, incentivos de mercado atados a resultados ecológicos cuantificables y procesos de cambios de paradigma de la ganadería extractiva a una regenerativa. En conjunto buscan, entre otros objetivos, revertir la desertificación de 3 millones de hectáreas en la Patagonia argentina y chilena, ofreciendo un ingreso económico a productores que mejoren la biodiversidad de sus suelos, la infiltración y capturen carbono. “Estamos emocionados con esta noticia, la ganadería patagónica está en un punto de inflexión y una oportunidad inspiradora para otros productores que pueden empezar hoy mismo a revertir situaciones que parecían perdidas”, contó a Santa Cruz Produce Pablo Sturzembaum, médico veterinario, responsable del Nodo Santa Cruz de Ovis 21.
En la otra punta hay otras empresas que por su actividad emisora de carbono necesitan neutralizar ese “pasivo ambiental”. Y para eso, son “compradoras” de los “bonos” que generan las prácticas de agricultura regenerativa y la reducción de las emisiones de carbono.
Un bono de carbono es un “crédito de carbono equivalente a una tonelada de CO2 que está secuestrado en la tierra, es un proceso que se logra a través de la fotosíntesis, que permite enriquecer los suelos con el aporte de raíces y así se puede ir aumentando el porcentaje de carbono en el suelo, eso se traduce en toneladas de CO2 y se lo llama en el mercado bono o crédito de carbono”, explicó Sturzembaum.
Se estima que el mundo emite un total de 54.000 millones de toneladas de CO2/año. Algunas actividades son netamente emisoras (las industrias típicas) y otras, como la ganadería bien hecha, son secuestradoras de carbono.
Potencial patagónico
“La historia de la ganadería patagónica de los últimos 150 años ha generado cambios en los pastizales naturales a partir de un uso continuo, lo que, junto con algunas cuestiones climáticas (cenizas volcánicas y sequías) ha llevado a un proceso de desertificación, muchas veces desde el desconocimiento de los procesos ecológicos”, contó Sturzenbaum. Así, recuerda el veterinario, la Santa Cruz de finales de los años 50 tenía más de 7 millones de ovejas y hoy no llega a 3 millones. “Los procesos de degradación los vemos a diario”, lamentó.
En el caso de Ovis 21, viene trabajando hace más de 15 años para revertir este proceso con lo que llaman ganadería regenerativa, que “básicamente es acompañar los tiempos biológicos del alimento que tengo para las ovejas en el campo”.
En el caso de la estancia Rupai Pacha, en Santa Cruz, “hace 11 años que implementamos manejo holístico y recuerdo cuando escuché por primera vez sobre el secuestro de carbono en nuestras tierras y la posibilidad de vender bonos de carbono, todo parecía una fantasía lejana, sin embargo, ahora hemos recibido los primeros pagos por carbono en Argentina, justo en un momento de sequías y dificultades económicas para nuestra actividad, esto es un hito”, sostuvo Heinz Sturzenbaum.
“La producción ovina ya no puede aferrarse a conceptos tradicionales, debemos estar dispuestos a considerar las demandas de la sociedad”, afirmó.
Para Pablo Pérez, responsable de Chali Aike en Chubut: “Es realmente emocionante ver cómo las diferentes partes de un rompecabezas encajan perfectamente y generan compromiso entre los distintos actores involucrados, sentir que estamos trabajando en equipo es muy importante para nosotros”, contó. Y agregó: “En el nuevo orden de los servicios ambientales, suma para los productores un ingreso que nos permite hacer nuestra actividad más sustentable, tanto para nuestra generación como para las futuras”.
Programas
En Argentina hay dos programas en este momento. Uno es SARA (South American Regenerative Agriculture) que está más a nivel regional. POA es el otro, más dedicado a áreas degradadas de Patagonia.
Los tres campos (el tercero es de Río Negro) que recibieron el adelanto son la punta de lanza. Hay otros 18 que esperan la firma para seguir estos pasos y, en algún momento, también percibir el “premio”.
El objetivo desde POA es llegar a los 100 establecimientos y 1,5 millones de hectáreas en toda la Patagonia (desde Neuquén al sur y parte de la Patagonia chilena) para el próximo año.
Además del respaldo económico, los productores reciben educación para el desarrollo de herramientas en manejo holístico, monitoreo anual del suelo, la biodiversidad y la infiltración de agua, y el acompañamiento durante todo el proyecto, asegurando la correcta instalación de alambrados, aguadas y un plan de pastoreo adecuado a la carga del campo y la zona.
Se estima que la primera diferencia cuantificable se puede lograr de los 3 a los 5 años. Es cuando se emite un bono de carbono que puede ser adquirido por algún emisor. “Es parte del Protocolo de Kyoto, que fijó un plan de reducciones de gases efecto invernadero hasta 2050”, concluyó Sturzenbaum.
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