La reserva de pingüinos de Punta Tombo, ubicada a 100 kilómetros al sur de Rawson, la capital del Chubut, quedará habilitada al público este mes. La subsecretaria de Conservación y Áreas Protegidas, Nadia Bravo, contó que “habrá un acto institucional primero el 15 de septiembre en Trelew donde se presentará la temporada y el sábado quedará habilitada la reserva con protocolos preventivos”.

La reserva es el principal apostadero de pingüinos de Magallanes, que llega a tener en el esplendor de la temporada cerca de un millón de ejemplares. La funcionaria señaló que la apertura de temporada se hará con “protocolo de prevención por la influenza aviar de la que no tuvimos hasta el momento ningún caso” indicó .

Los ejemplares comienzan a llegar “por mangas” para dar inicio en breve a la etapa de apareamiento, incubación y adiestramiento de las nuevas generaciones. Los pingüinos “Spheniscus magellanicus”, tal su nombre científico, son muy amigables y permiten que se les tomen fotografías, filmen o contemplen desde muy cerca.

De hecho, ese espacio geográfico cuenta con un sendero de 3 km con diferentes miradores para observar, fotografiar y disfrutar del paisaje frente al mar y en medio de los nidos.

Al atractivo central de los pingüinos se suma la coexistencia con una variada fauna de aves marinas, como los cormoranes, gaviotas cocineras, gaviotas australes, gaviotines, skuas y ostreros.

También merodean la reserva otras aves propias de la estepa patagónica, como choiques, martinetas, chingolos y calandrias, y completan el cuadro de la activa colonia ecológica los mamíferos de la zona como guanacos, maras, zorros, piches y peludos y otros carroñeros atraídos por los huevos.

Los primeros ejemplares en llegar son los pingüinos machos que comienzan de inmediato a reacondicionar sus nidos, y luego inician su “desembarco” las hembras que en pocas semanas comenzarán a poner dos huevos y tras 40 días de incubación compartida con el macho, vigilarán el nacimiento de los pichones. Tanto las hembras como los machos preservan el nido y alimentan a las crías con anchoítas y calamar.

Estos pichones nacen cubiertos de un plumón gris oscuro que en febrero lo mudan por un plumaje juvenil que les permitirá realizar sus primeras incursiones en el mar para buscar su propio alimento a la espera de adquirir el plumaje adulto que obtendrán -si sobreviven a las duras condiciones- recién el año que viene.

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